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El 85% de la población nepalí es hinduista, lo cual explica la estratificación social como consecuencia del sistema de castas, estableciendo monumentales distancias entre los diferentes grupos étnicos que la componen, limitando así el desarrollo colectivo.

Pero, al referirnos al acceso desigual a la educación, hay un factor de igual o mayor envergadura; el género juega un papel de extrema importancia. Es cierto que el país ha hecho avances en este sentido[1], pero todavía está a años luz de aproximarse a la igualdad; datos que lo evidencian son que un 75% de los hombres saben leer y escribir, mientras que solo el 57%[2] de las mujeres pueden decir lo mismo.

Tal y como está establecida la cultura local, el hombre es quien tiene un papel destacado, no solo en el seno familiar sino en el social también; es él quien tiene la responsabilidad de mantener a la familia, aunque en términos prácticos muchas veces son las mujeres quienes lo hacen, a pesar de ocupar una posición residual en la estructura familiar.

Esta desigualdad influye a las niñas y su relación con la educación; porque si unimos el bajo valor que muchas familias rurales ven en la educación a la discriminación de la mujer, siempre que se produzca una desigualdad en el núcleo familiar, la principal perjudicada será la mujer; o en este caso, la hija.

Tristemente esta disparidad en el acceso a la educación no acaba aquí: el matrimonio infantil también es un factor detonante, mientras que la menstruación impide a muchas niñas la asistencia regular a la escuela, causando así que la mayoría no lleguen a completar los estudios elementales.

La ONG be artsy lleva ya cuatro años trabajando en el proyecto Rato Baltin (cubo rojo en nepalí). En las comunidades rurales del oeste de Nepal se sigue el Chhaupadi, una costumbre ancestral que declara a la mujer impura durante la menstruación y la aparta de todos los actos sociales. Se les supone que traen mala suerte, y deben mantenerse lejos de la familia, fuera del hogar, ya que cualquier cosa que toquen queda contaminada. Para las mujeres esto supone una pérdida de dignidad, ya que son forzadas a dormir en pequeñas cabañas (o, incluso, en la calle). Esta práctica, a pesar de haber sido derogada por el gobierno, todavía se contempla en zonas rurales, que deriva en problemas de salud, muertes por hipotermia, asfixia o picadas de serpientes o incluso violaciones, entre otros. Esto último es un tema tabú, dado que una mujer que ha sufrido una violación no se podrá casar en un futuro, por lo que muchos de estos actos quedan impunes.

El proyecto de Rato Baltin tiene como objetivo aplacar los efectos negativos del Chhaupadi, a través de talleres sobre salud menstrual y educación sexual a niñas y niños en las escuelas locales para estimular la reflexión dentro de la misma comunidad.

A su vez, desde el 2018, están trabajando con otro proyecto paralelo que trata de poner fin al matrimonio infantil.

Está claro que uno de los pilares básicos de la cooperación internacional debe ser el de mantener la cultura local intacta. Pero también lo es el empoderamiento de los grupos sociales más marginados, tanto étnicos como de género, a través de la educación en materia de salud e higiene.

Porque difícilmente lograremos un avance en la sociedad si primero no focalizamos nuestros esfuerzos en mitigar las causas que originan la desigualdad de género.

[1] Nepal se encuentra ahora en la posición 101 de 162 en el Índice de Desigualdad de Género.