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Seguramente ahora mismo estoy incumpliendo alguna regla básica de todo escritor, porque agarrar el teclado de mi ordenador, en pleno arrebato, justo después de saber que Nepal ha vuelto a cerrar las fronteras hasta nueva orden, no parece muy prometedor…

Como ya comentamos en un post anterior, Nepal cerró sus fronteras el pasado 24 de marzo, declarando así el país en estado de alarma debido a las primeras muertes por positivo de Covid-19. De esta manera, el país quedaba totalmente aislado de cualquier flujo exterior. Y no es poco, porque hay que recordar que Nepal está rodeado por China e India, dos de los principales focos de la pandemia actual.

El día 5 de abril dejamos Nepal por Barcelona, tristes por no poder seguir con nuestro programa, pero esperanzados porque vimos una rápida respuesta, a través de medidas de precaución, por parte del gobierno nepalí. Mientras volábamos a casa, deseábamos que de una vez por todas el destino no fuera cruel con un país donde todo avance hacia el desarrollo se ha visto mermado en los últimos años, dependiendo en gran medida de la ayuda humanitaria.

Pero después de cuatro meses, que me han parecido cuatro años, puedo deciros que estoy más triste que cuando llegué. Mi tristeza no es tanto por no poder estar allá, sino por la decepción de ver como Nepal, o más bien dicho, el gobierno de Nepal, es incapaz de dar una respuesta a la situación de emergencia. No creo que éste sea el sitio para discutir sobre política internacional o sobre qué país ha tomado las mejores medidas, pero sí de sentido común. Y sin querer escribirlo, voy a decir que la élite política de Nepal debe empezar a aplicarlo y a buscar una solución a los problemas que se van acumulando en la agenda nacional.

Es muy fácil jugar a ser político, cuando la responsabilidad recae sobre otros. Incluso, alguien podría decirme que más aún cuando mi país no es Nepal. Cierto. Quizás aún sea incapaz de comprender la complejidad del país en muchos sentidos. Pero mi pregunta, después de todo, es bien simple: ¿Cuál es el plan de Nepal?

Puedo entender que no había ningún país preparado para dar respuesta a esta pandemia. Pero lo que no puedo ni quiero entender es que, incluso percibiendo pocos casos de Covid-19, el sistema sanitario nepalí ya esté totalmente colapsado. Tampoco puedo ni quiero entender que, un año más, el gobierno de Nepal no tenga ningún plan para hacer frente a las fuertes lluvias del monzón, que siguen causando inundaciones y deslizamientos de tierra, llevándose carreteras, casas y vidas. Tampoco puedo ni quiero entender que el gobierno de Nepal no tenga ningún plan para reactivar la economía nacional basada, principalmente, en la agricultura y el turismo. Y tampoco puedo ni quiero entender que, dada la situación actual, los principales problemas a los que el gobierno hace frente son las disputas internas del ejecutivo, y discusiones geopolíticas con India.

Quizás mis esperanzas eran demasiadas, pero no creo que sea pedir nada descabellado que en una situación como la que nos ha tocado vivir, Nepal y su gobierno sean capaces de cambiar el orden de prioridades y procurar una solución económica y social para su gente; esa que, pese a guerras civiles, terremotos y pandemias, nunca pierden ni un milímetro de su sonrisa.

Ahora lo que me toca es seguir esperando, tal y como lo he hecho durante estos cuatro meses. Pero lo peor de todo es que, en Nepal, el plan es que no hay plan.