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Hasta el pasado lunes, la escultura permaneció en el patio de su casa. Sin embargo, tras más de una década allí, se decidió por fin a tirarla. “La dejamos al lado de la puerta de casa, donde se hace la recogida”. En ese momento, la estatua pasó de dar miedo a causar admiración. “Empezamos a ver cómo la gente se paraba alrededor de ella”, explica Fano, que finalmente vio cómo la estatua desapareció: “Alguien la quiso y la rescató”.

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