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Échale un vistazo a tu frutero o despensa. Seguramente rebosen de coloridas frutas y verduras. Pero has de saber, si es que no manejas ya esa información, que esos frutos tan diversos y apetecibles a la vista y el gusto no siempre lucieron y supieron del modo en que lo hacen hoy. Uno de los ejemplos quizá más conocidos lo encontramos en el tomate. De hecho, procedentes del Nuevo Mundo, los primeros tomates traídos a Europa por los conquistadores españoles apenas eran comestibles y más que a la gastronomía su primer uso era básicamente ornamental. Tan diferentes lucían los tomates del siglo XVI que tan siquiera eran rojos, sino amarillos, lo que por ejemplo en Italia los llevo a ser bautizados como pomodori, que significa “manzanas de oro”.

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Otra planta que hoy puede resultar tan mediterránea como el tomate es la sandía. Pero hace tan solo unos centenares de años, antes de que la selección artificial diera sus frutos, las sandías eran unos vegetales más pequeños, de interior blanquecino y mucho más amargos. Y si bien la procedencia del tomate es de sobra conocida, el de la fruta que por excelencia hoy nos acompaña en las sobremesas del verano sigue siendo un misterio en la actualidad.

Ahora no obstante un equipo de investigadores de la Universidad de St. Louis, en Estados Unidos, se ha propuesto descubrir de donde proceden las rojas y dulces sandías domésticas que hoy consumimos, la cuales reciben el nombre científico de Citrullus lanatus vulgaris. Para ello, Susanne Renner,Guillaume Chomickiy sus colegas examinaron la iconografía antigua relacionada con las frutas de diversas culturas y realizaron una secuenciación genética tanto de la actual sandía doméstica como de otras seis especies del género Citrullus. Los resultados se publican esta semana en la revista PNAS en un artículo titulado A chromosome-level genome of a Kordofan melon illuminates the origin of domesticated watermelons.

Melòn sudanés de Kordofán -Citrullus lanatus cordophanus-

Melòn sudanés de Kordofán -Citrullus lanatus cordophanus-



Foto: Shang Wu

Así, los análisis genéticos revelaron que el melón sudanés Kordofán -Citrullus lanatus cordophanusque tiene una pulpa blanquecina aunque no amarga, es el pariente más cercano y el que podría ser el precursor directo de las sandías domésticas. El análisis genómico comparativo del un regulador del amargor de las sandías conocido como ClBt, sugirió además que el amargor de la pulpa de las sandías de antaño podría haberse perdido antes de la domesticación, y que ya los primeros agricultores podrían haber cultivado variantes silvestres no amargas de la sandía. “La dulzura de la pulpa probablemente aumentó durante el transcurso de la domesticación”, explican los autores. “El color rojizo de la pulpa, causado por la acumulación de licopeno, probablemente fue el resultado de la selección artificial”, añaden.

Además, una ilustración en papiro de la dinastía XXI de Egipto y dos pinturas de tumbas egipcias que datan de hace unos 4.450 años ya mostraban las imágenes de una frutas oblongas con rayas de color verde oscuro, señalan Remner y Chomicki en su investigación. Estos objetos parecidos a sandías se representaron en bandejas y mesas con otros alimentos dulces, como las uvas, lo que sugiere que la sandía dulce, posiblemente derivada de los melones de Kordofán, ya se consumían en el valle del Nilo del Antiguo Egipto.

La firma genética de la pérdida de amargor está presente en el genoma del melón Kordofán, pero el color rojo de la pulpa solo se fijó en la sandía domesticada.

“Los parientes silvestres o progenitores de cultivos son recursos importantes para la reproducción y para comprender la domesticación. Hoy sabemos un poco más sobre el origen de las sandias, pero la información obtenida del genoma del melón Kordofán podría sobre todo ayudar a mejorar el futuro cultivo de la fruta”, concluyen los autores

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