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Alberto Cordero Martín | «Yo no creo que este, nuestro mundo, pueda ser cambiado teniendo en cuenta solo nuestros propios intereses. Debemos considerar también a los otros. En general cuando se habla del enfermo mental, lo que acabo de decir sobre esta contradicción se acentúa aún más, porque la medicina y la psiquiatría son motivo de opresión y son un medio violento utilizado por el poder contra los hombres» Basaglia mencionaba ya desde sus observaciones lo que hoy podemos ver cristalino: La psiquiatría se comporta como un elemento de represión. Conversar o dialogar con Basaglia es interesante porque pone de manifiesto la realidad que él encontró: Personas totalmente desarticuladas, el silencio de las no-personas en un no-lugar. Esa sensación del «no» que precede a tu existencia refuerza una situación que se repite cuando un superviviente, como yo, habla de cómo se trata el sufrimiento en nuestro sistema y esta se podría resumir de la siguiente manera: perro no come a perro. La distancia entre el horizonte de sucesos de la medicina y el usuario revela una profunda injusticia de la que muchos se han dado ya cuenta: la historia de la psiquiatría es la voz del médico y el silencio de los pacientes. Basaglia sabía bien esto «Cuando un psiquiatra entra a un manicomio encuentras una sociedad bien definida: Por un lado los <<locos pobres>>, por otro lado los ricos, la clase dominante que dispone de los medios para el tratamiento de los pobres locos. Desde esta perspectiva, ¿cómo podemos pensar que la psiquiatría sea liberadora?»

La pregunta es crucial y nada desdeñable, desde luego la respuesta es no. La sociedad paralela que se encuentra en el psiquiátrico es tan democrática como lo puede ser una oligarquía. El dominio dentro de la consulta es un pie de guerra constante en la que el loco es el enemigo del psiquiatra y viceversa, una situación perfectamente respaldable en la cita de R.D. Laing que recuerda que la psiquiatría es la única medicina que desconfía de su paciente. «No estamos conformes ni con los médicos, ni con los hospitales, ni con el modo en el cual se organizan los servicios de salud pública. En realidad, no estamos conformes con nada» menciona Basaglia seguido de «Sería necesario cambiar la lógica de la medicina para salir de este drama» dejando claro el espíritu y la vocación transformadora que debe tener la acción política en salud mental. Conseguir «que el otro no sea un enemigo» debería ser un pequeño paso a dar en el sistema de salud mental pero en realidad en una ciencia tan devorada por el capital supone dar un giro de 360 grados a todo el modelo con el que se trata el malestar. La guerra dentro de la consulta se ha hecho cada vez más sibilina pasando de los tiempos de Vallejo-Nágera a formas menos explícitas, hoy la guerra que se produce entre el sujeto y el terapeuta se parece más al expolio de las tierras colonizadas que a un pelotón de fusilamiento, extenuar al cuerpo para sacarle el máximo rendimiento en un capitalismo que necesita del consumo pero echa mano de la higiene social.

Quizá la respuesta a esta guerra este en la observación que, como médico y psiquiatra, Basaglia menciona sobre que «que sus enfermos son trabajadores y pobres», a lo que yo añadiría lo que en su día oí decir a Fátima Masoud sobre que alzara la voz quien no se sintiera amenazado por su salud mental y así descubrir que no le rodea ninguna opresión. «Preguntarse ¿Por qué mi pacientes son pobres y destruidos por la institución?» Dice Basaglia refiriendo que son ese tipo de preguntas que ponen al médico en confrontación con el poder, además asegura que es tarea de sindicatos y partidos políticos actuar sobre la estructura del trabajo que destruye a esos trabajadores. Esta guerra que mezcla el panóptico foucaultiano y la privatización del estrés de Fisher no solo es altamente represiva, sino rentable. La famosa ciencia de la higiene social cambia nuestra forma de relacionarnos con los «otros» y está en toda vocación transformadora cambiarlo. La psiquiatría hace extraño al que era tu compañero de clase y hoy oscila entre ser un producto y un enemigo. Cambiar nuestra relación con el otro es siempre una opción política. Dice Basaglia: «Nosotros queremos cambiar radicalmente las relaciones que se establecen entre nosotros . Y cuando digo nosotros, me refiero a compañeros, sindicalistas y no sindicalistas, a los trabajadores que quieren luchar contra el poder».

Basaglia tiene conciencia de que la higiene social de la psiquiatría se comporta como un elemento de control de clase no solo encerrando a los marginales en un psiquiátrico, sino dividiéndolos. En una sociedad racional, parafraseando a Basaglia, calificar de enfermo mental o diagnosticar con esquizofrenia sume en la tranquilidad a la sociedad que acepta totalmente esta situación. Esto es porque se entiende la marca del control sobre él, comienza a ser un extraño donde era un compañero y se entiende que tiene un lugar dentro de la sociedad: el psiquiátrico. Él mismo se pregunta por qué y qué fuerza ejerce la psiquiatría en la criminalización del pobre loco en una sociedad donde la locura del pobre es el capricho del rico y que no se criminalice al patrón. ¿Tiene algo que ver la psiquiatría? Desde luego es mucho más fácil pensar en la peligrosidad del fantasma del esquizofrénico mientras tu jefe no da condiciones de trabajo dignas que sí son peligrosas para ti. Criminalizar al pobre y volver sobre ellos la fiscalización y la condena de la sospecha hace del campo social una situación mucho más manejable, identificar al otro, al enemigo, en tu semejante.

Quizá esto se explica desde aquella cita de R.D. Laing: «La psiquiatría (…) Es la única rama de la medicina que encarcela a sus pacientes si lo ve necesario» es la criminalización de una clase si asumimos la teoría de Rendueles de que «el malestar no depende de la psique individual, sino que es consecuencia de las relaciones de explotación y sumisión que genera el capitalismo”. La patologización de nuestras relaciones con el capitalismo son un elemento de control de clase del que ya Basaglia dio buena cuenta en sus conferencias. La psiquiatría actúa como una herramienta capitalista.

Quiero finalizar poniendo de relieve lo que Basaglia dice al final de una de sus conferencias en Brasil que implica que hacer: politizar la salud mental y tomar partido. «Si todos los operadores aquí presentes comenzaran a hacer un trabajo de transformación institucional, independientemente del poder que tengan, sería ya un gran paso hacia la conquista del socialismo. Mientras que si en cambio muchos de nosotros, mañana, tras esta reunión, volviéramos a nuestro trabajo en las instituciones como si nada hubiese sucedido, pienso que el capitalismo vencería siempre». Tomar partido y construir un futuro menos oscuro.

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