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Manel Barriere Figueroa | La extrema derecha europea acaba de conseguir una victoria electoral y se medirá con Macron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Una de tantas, porque en las últimas décadas estos movimientos populistas de derechas, de extrema derecha, neo-fascistas o como nos sintamos mejor llamando no solo han experimentado un auge considerable, también han logrado gobernar en múltiples países, haciéndose cargo en algunos casos de la gestión de una de las peores crisis sanitarias de los últimos cien años.

Esta sacudida en el tablero político internacional ha provocado un tsunami de respuestas desde múltiples geografías, con el fin de comprender, explicar y reaccionar ante el peligro que supone el advenimiento de regímenes como el de Orban en Hungría, donde las libertades democráticas que tan escasas nos parecen bajo el yugo del capitalismo, han sido cercenadas sin que la “democrática” Unión Europea sea capaz (o tenga la voluntad real) de evitarlo.

Es entonces cuando aparece la tentación de recurrir a los paralelismos históricos, como si pudiéramos encontrar en los acontecimientos de tiempos pasados la clave, el mecanismo que nos salve de una deriva que genera confusión y temor a partes iguales. La alarma antifascista se agita como si pudiéramos invocar los fantasmas del pasado para reemprender el combate donde lo dejaron.

Pero la historia es obstinada, la realidad también lo es. No hay cámaras de gas en Hungría ni sindicalistas fusilados en Polonia, lo cual tampoco nos sirve para emitir un veredicto final sobre la naturaleza de unos movimientos políticos que se han extendido a lo largo de un planeta exhausto. Comprender los fenómenos del presente, pero también los momentos más convulsos del siglo XX, sin automatismos, sin comparaciones categóricas, evitar convertir la lucha antifascista en un mero fetiche para acabar viéndonos obligados a escoger entre Macron o Le Pen, esa es la cuestión.

El texto de François Sabado y Patrick Le Moal sobre el ascenso del nazismo y la lucha por el frente único en la Alemania de los años 30 es un ejemplo de cómo acercarnos a la historia de forma precisa y a la vez analítica, con el fin de elaborar una herramienta para la comprensión política de la realidad en todas sus dimensiones. La situación de Alemania después de la 1ª Guerra Mundial, la lucha de clases atravesada por tensiones, explosiones revolucionarias, divisiones entre las dos grandes corrientes del movimiento obrero, el auge del nacionalismo y la crisis derivada del crack del 29 en Estados Unidos, la imperiosa necesidad de la burguesía alemana de superar la crisis y seguir acumulando capital sobreexplotando a la clase trabajadora.

A finales de los años 20 Trotski se encontraba en el exilio, desde donde elaboró un análisis profundo de la naturaleza de clase del fascismo, y defendió para Alemania una política de frente único que ni los comunistas ni la socialdemocracia fueron capaces de abordar. Partiendo de este análisis, Sabado y Le Moal desgranan paso a paso los elementos fundamentales del ascenso del nazismo en Alemania, el papel que jugaron los diferentes actores, las clases sociales en conflicto y sus liderazgos, y unas élites económicas dispuestas a todo para conseguir sus objetivos. De ahí surge una lección política fundamental sobre el frente único, una herramienta de lucha necesaria para la clase trabajadora en sus conquistas que contribuye además a su constitución como clase revolucionaria.

El ascenso del nazismo en la Alemania de los años 30 puede parecernos hoy en día una fatalidad del destino, pero el destino es siempre aquello que nos ocurre, nunca está predeterminado, se va tejiendo a partir de diferentes hilos que se entrecruzan. Al no comprender la naturaleza de clase del fascismo y lo que Hitler significaba, el movimiento obrero sufrió una de sus derrotas más graves, una derrota sin apenas lucha. Este tal vez sea el paralelismo más relevante con la época actual, la lección para el presente: es necesario comprender para actuar mejor ante los peligros que nos acechan.

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