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Con la vista puesta en alcanzar el umbral del 70% de población inmunizada para la temporada estival en España, lo que supondría la consecución de la tan ansiada inmunidad de grupo ante la COVID-19, el plan de vacunación se encuentra ante un nuevo obstáculo que poco a poco se ha instalado en la mente de ciertos sectores de la ciudadanía: la desconfianza ante las vacunas.

Tras las informaciones relacionadas con los casos de trombosis ocurridos tras la vacunación con los fármacos elaborados por Astrazeneca y Janssen, los cambios en la estrategia de vacunación en los países de la Unión Europea y las aclaraciones de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) en esta materia, el debate social gira en torno al rechazo de alguno de estos fármacos por miedo a sufrir los posibles efectos secundarios de estos fármacos.

Ante esta situación, cabe recordar que la estrategia de vacunación contra la COVID-19 en España avanza progresivamente y ya son 3.328.701 personas las que han recibido la pauta completa, mientras que ya se ha superado el umbral de los 9 millones de personas que han recibido al menos la primera dosis de la vacuna, lo que supone que el 19% de la población española. Si bien las cifras todavía son lejanas al objetivo del 70% de población inmunizada que se marcó como objetivo el Gobierno antes de mes de agosto, la eficacia de las vacunas ya comienza a mostrar sus resultados.

Desde que el plan de vacunación arrancase el pasado 27 de diciembre de 2020, los colectivos más vulnerables ya han desarrollado inmunidad y los datos respaldan los beneficios de la vacunación: desde el inicio de la pandemia, 29.544 personas han perdido la vida en residencias de ancianos como consecuencia de la COVID-19 según los datos provisionales de los ministerios de Derechos Sociales, Sanidad y Ciencia e Innovación, mientras que según los datos del IMSERSO, la semana del 5 al 11 de abril se registraron únicamente 18 fallecimientos en las residencias de todo el país, mientras que en el fin de semana del 6 de abril de 2020, tan solo en Cataluña se reportaron 338 defunciones en residencias de ancianos. Un año después la situación es muy distinta: la vacunación ha reducido en más de un 99% los fallecimientos y un 98% los contagios en estos centros.

En lo que respecta a contagios en residencias de ancianos, durante el mes de enero, en plena vacunación de este colectivo, los datos arrojaron un total de 4.916 contagios durante todo el mes, mientras que un mes después las cifras se redujeron a 202 contagios. Esta pequeña muestra ejemplifica a la perfección la efectividad de las vacunas: al conseguir la inmunidad de grupo dentro de un ecosistema cerrado como suponen las residencias de ancianos, los contagios comienzan a caer en picado y con ellos el número de enfermos graves y fallecidos.

Escepticismo en torno a la vacunación

La decisión de aceptar la vacuna o rechazarla es totalmente personal y depende única y exclusivamente de cada individuo, pero es una decisión que debe ser tomada desde la consciencia y el reposo, con los datos en la mano y siguiendo las recomendaciones de los expertos en la materia. Miles de científicos llevan meses trabajando en unas vacunas que, a día de hoy, son la única estrategia para contener el avance del virus y evitar el desarrollo de las formas más graves de la COVID-19. Todavía no existen fármacos específicos para tratar la enfermedad en los hospitales, por lo que la medicina preventiva es la única vía para recuperar la tan ansiada normalidad previa a la pandemia.

El Comité de Bioética de España apunta que «la vacunación constituye la política de salud pública que más eficacia ha mostrado en la prevención de las enfermedades en las últimas décadas», pero también señala que, al mismo tiempo, es también la que genera mayor controversia en la sociedad. Esto se debe a una paradoja: «el principal enemigo de las vacunas es el propio éxito constatado de las vacunas, que provoca en la población la creencia de que determinadas enfermedades han desaparecido».

También destacan otros dos motivos por los que la aceptación de las vacunas sigue encontrándose con puertas cerradas: por un lado está su propia condición de medicina preventiva (se propone su aplicación antes de que exista la enfermedad para evitarla), y el hecho de que los posibles acontecimientos adversos tienen mucho más eco que los datos estadísticos.

Tal como indica el último barómetro del CIS, elaborado en febrero de 2021, el 6,5% de la sociedad española no está dispuesta a vacunarse cuando llegue su turno y el 5% aún tiene dudas sobre estas terapias o no ha decidido si lo hará. Estos porcentajes han aumentado últimamente tras la infrecuente vinculación de la vacuna de Astrazeneca contra la COVID-19 con una posible trombosis y la variación en las decisiones políticas relacionadas con la aplicación de estos fármacos a los grupos de edad.

A pesar de que la EMA ya se ha pronunciado sobre los beneficios de la vacunación con este fármaco, del mismo modo que lo ha hecho sobre el elaborado por Janssen, la desconfianza sigue en aumento. Cabe recordar que, en lo que se refiere a la vacuna de Janssen, se han desarrollado hasta el momento un total de 6 casos de trombosis entre los 6.8 millones de dosis inoculadas y la Agencia Europea del Medicamento sigue defendiendo que los beneficios de la vacunación son infinitamente mayores que sus riesgos.

Sobre esta cuestión, Salvador Macip, director del grupo de investigación Mechanisms of Cancer and Ageing Lab de la Universidad de Leicester, asegura que «la prudencia es un aspecto fundamental y hay que investigar cada caso y estar alerta, pero hay que ser consciente de que todos los fármacos tienen efectos secundarios y que estas vacunas no son diferentes de los miles de fármacos que nos hemos puesto antes y que nos ponemos cada día», en declaraciones a Pablo Ramos, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

¿Cómo combatir las dudas con argumentos científicos?

Ante el clima de preocupación ciudadana, varios expertos de la UOC, entre los que se encuentran el propio Salvador Macip y Manuel Armayones, experto en psicología del comportamiento y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigador del eHealth Center de la UOC, han elaborado un decálogo de argumentos científicos ante el escepticismo generado alrededor de las vacunas, conscientes de que la aceptación social de las vacunas para conseguir la inmunidad de grupo es una de las claves de este proceso.

Los investigadores de la UOC proporcionan los 10 siguientes argumentos:

  1. Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, pero sus beneficios son muy superiores a los riesgos que se asumen.
  2. Desde el comienzo de la vacunación, los fallecimientos en residencias de ancianos se han reducido drásticamente.
  3. Las vacunas son las terapias más seguras y los posibles riesgos de las vacunas son poco probables.
  4. Las vacunas basadas en ARN se llevan estudiando desde hace veinte años.
  5. Los riesgos derivados de la COVID-19 son muy superiores, con riesgo de muerte, que las poco frecuentes trombosis derivadas de las vacunas.
  6. No realizar una vacunación masiva prolongará la pandemia durante mucho más tiempo. No existen certezas, pero no hacer nada no va a mejorar la situación.
  7. La vacunación masiva permite la vuelta a la normalidad y la recuperación paulatina de la normalidad.
  8. Si ante una primera dosis no ha habido reacción, el riesgo de sufrir algún tipo de efecto secundario con la segunda dosis es mínimo.
  9. Los profesionales sanitarios y el personal de residencias han sido los primeros colectivos en vacunarse y los efectos secundarios graves apenas han existido.
  10. Vacunarse es un acto altruista: no solo se protege uno mismo, también contribuye a la protección de toda la sociedad, especialmente de aquellas personas inmunodeprimidas que no pueden optar a este tipo de terapias.

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