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La vestimenta espacial, diseñada para aportar oxígeno y una presión atmosférica estable, fue ideada a partir de los trajes presurizados de los pilotos de aviones de gran altitud. Su estructura permite a los astronautas sobrevivir en el cuasi vacío en el espacio, soportar temperaturas extremas y reducir el peso de la carga.

Los primeros exploradores lunares contaban con trajes espaciales de muchas capas, una maravilla de la ingeniería para la época, capaces de detener micrometeoritos a una velocidad de 105.000 kilómetros por hora. Se completaban con unos cubrebotas capaces de resistir temperaturas comprendidas entre los 120 y los -120 ºC, además de unos guantes recubiertos por una fina malla de metal que protegía el material hecho de fibra de vidrio y teflón de los efectos de la corrosión. Finalmente, cada astronauta cargaba con un sistema de soporte vital que proporcionaba agua de refrigeración, suministro eléctrico, un sistema de comunicación y el oxígeno necesario para permanecer cuatro horas en el exterior del módulo lunar sin necesidad de reaprovisionamiento. Todo ese equipo suplementario incrementaba en 90 kilos la masa de cada astronauta, aunque en la Luna solo equivalía, en peso a unos 15 kilos. 

La NASA desarrolló trajes espaciales para el interior y el exterior de las naves. Los modelos diseñados para la actividad intrevehicular (IVA) evitan que los fluidos corporales hiervan, al mantener una presión adecuada. Además, cuentan con un sistema de emergencia para casos de contaminación o descompresión de habitáculo. Los trajes espaciales para actividad extravehicular (EVA) permiten trabajar fuera de las naves espaciales y protegen a los astronautas de peligros como las temperaturas extremas, detritos y radiación. Además de estos dos tipos, existe un modelo combinado (IEVA), que aúnan dos equipos en uno, reduciendo así el peso de la carga. 

En esta fotogalería repasamos algunos de los modelos más importantes.

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