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Las pintadas realizadas en diversos enclaves de la costa de Campos y Llucmajor merecen la identificación de su autor o autores. Este tipo de acciones vandálicas sobre el patrimonio arquitectónico debe ser castigado de manera ejemplar. No pueden ser consideradas, de ningún modo, una expresión de arte urbano. Se trata de auténticos atentados contra la urbanidad que degradan el entorno de manera irreversible en muchas ocasiones. Los responsables actúan en cualquier escenario, incluso en áreas protegidas como pueden ser la Serra de Tramuntana o la playa de es Trenc.

Expansión constante.

Con el paso de los años, los grafiteros han ido conquistando nuevos espacios en los que dejar su huella. En numerosísimas ocasiones se ha denunciado la situación en Palma y otras localidades de las Islas, donde, además de paredes y cerramientos comerciales, también han ensuciado elementos arquitectónicos de enorme valor artístico e histórico. A esta circunstancia hay que añadir el hecho de que las pintadas son sobre piedra arenisca, cosa que dificulta su eliminación. En el caso de la costa del Migjorn mallorquín, el gamberrismo se ha cebado en construcciones emblemáticas del litoral, como los nidos de ametralladora o los escars. Su rehabilitación supondrá un considerable esfuerzo económico para las instituciones.

Máxima contundencia.

La indignación provocada por estos últimos ataques no puede quedar diluida con el tiempo. Junto con la necesaria y urgente restauración de los bienes protegidos que han resultado atacados, resulta necesario localizar a los autores. La ejemplaridad de las sanciones debe generar el necesario efecto disuasorio ante este tipo de acciones, que son un auténtico atentado contra el buen gusto y, en especial, contra el valioso patrimonio histórico y etnográfico que es preciso preservar. La contundencia en estas circunstancias está más que justificada.

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