[ad_1]

Toda madre que, invadida por la nostalgia, se pone a pensar «qué mono es mi niño, ojalá no creciera», se ha sentido aliviada al ver en bucle la escena de la bofetada de Will Smith al presentador de la gala de los Oscar Chris Rock. Por suerte, nuestros hijos crecerán y no serán para siempre un adolescente obtuso, farruco y sin criterio como él. Que me perdonen los adolescentes. Confieso que me he tenido que ir a mirar en internet cuántos años tiene, pues se conserva de maravilla, y podría seguir interpretando para siempre El príncipe de Bel-Air, serie donde encarnaba a un pandillero problemático enviado preventivamente por su madre a casa de sus tíos ricos y sofisticados. Su personaje, llamado Will Smith, se burlaba todo el tiempo de su amanerado y pijo primo Carlton por su baja estatura, y de su estricto tío Phil, que era juez, por calvo y gordo. Que me perdonen las personas de talla por debajo del percentil, las de peso no normativo y… vaya, también los calvos y las calvas. Eran los 90 del siglo pasado, uno podía aludir a la alopecia ajena sin llevarse un tortazo y con fondo de risas enlatadas. Pero a lo que íbamos: Will Smith va para 53 años y sigue siendo un inmaduro en la edad del pavo. Primero se monda con el chiste de su amigo Rock, y cuando observa que a su mujer no le ha gustado, se levanta para ajustarle las cuentas, le arrea medio sonriéndose, y luego se pone a despotricar soltando tacos. Él solito se mete en un lío y acaba lloriqueando y arruinando uno de los mejores momentos de su vida, el de recoger el más alto galardón del cine por una película perfectamente prescindible. Hormonas versus cerebro y raciocinio, que me perdonen los endocrinólogos. Un telefilme de líos en el instituto con damiselas necesitadas de defensores aguerridos. Un matón de patio, que te meto. Chicos, espabilad, no seáis como Will. Adultos: no aplaudáis a Will, no se lo merece.

Lo que hizo fue inaceptable e indefendible. Lo dice él mismo cuando, como cualquier muchacho que despierta con una resaca de caballo después de la fiesta hollywoodiense, se da cuenta al día siguiente de la estupidez y la gravedad de sus actos que a lo mejor le acarrean esas cosas, cómo se llaman… consecuencias. Deberemos agradecerle la lucidez de condenar sin paliativos ni atenuantes su arranque de violencia contra un compañero que hacía un trabajo, con mayor o menor acierto. Su acto de contrición invalida los argumentos de quienes, desde el machirulismo, el meapilismo o el feminismo, le dieron cobertura durante horas. Quienes le ovacionaron en caliente y luego en frío se equivocan tanto que hasta Will Smith se ha dado cuenta. El chiste era una chorrada perfectamente encajable para Jada Pinket Smith, una mujer que dijo en sus redes sociales estar «encantada» con su cabeza rapada y pasar muchísimo de lo que digan los demás; que suele exponer por un precio la vida íntima de su familia pero no tolera una broma. Una actriz de extenso currículum que, al igual que todas sus compañeras, venía de desfilar por una alfombra roja que no es precisamente una pasarela de diversidad y atributos intelectuales. Pero no olvidemos a la víctima, Chris Rock. Deberá ser sustituido en próximas galas por alguien que resulte lo suficientemente soso como para no molestar a nadie. Se me ocurre Jaden Smith, hijo de Will y Jada, ganador de un Razzie (el antiOscar) en 2013, incapaz de hacer un chiste sobre Mahoma, ni sobre política, ni sobre calvos, ni sobre nada, y con su dosis de sobreactuación asegurada porque le viene de familia.

@piligarces

[ad_2]

Source link