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Corrían principios de octubre de 2019 cuando el profesor de la Escuela Politécnica Federal de Lausana – EPFLJohan Gaume, recibió la llamada de un número desconocido en su teléfono móvil. Gaume, difícilmente podría haberlo haberlo imaginado, pero estaba a punto de enfrentarse a uno de los mayores misterios de la historia soviética. En el otro extremo de la línea, un periodista del New York Times solicitaba su opinión como experto en simulaciones de avalanchas sobre una tragedia acaecida 60 años antes al norte de Rusia, en los Montes Urales: una historia que desde entonces forma parte del imaginario colectivo ruso como el Incidente del Paso Dyatlov.

Gaume, director del Laboratorio de Simulación de Nieve y Avalanchas -SLAB- de la EPFL y miembro del Instituto Federal Suizo de Nieve y Paisajes -WSL- para la Investigación de Nieve y Avalanchas, nunca había oído hablar del caso que la Fiscalía de Rusia había resucitado recientemente de los archivos de la era soviética. «Le pedí al periodista que me devolviera la llamada al día siguiente para poder reunir más información. Lo que descubrí en el transcurso de aquellas horas me intrigó», relata el científico.

Una expedición que acabó en tragedia

El 27 de enero de 1959, un grupo de diez miembros formado principalmente por estudiantes del Instituto Politécnico de los Urales y dirigido por Igor Dyatlov, de 23 años, todos experimentados esquiadores de fondo y alpino, partió en una expedición de 14 días con el objetivo de coronar la montaña Gora Otorten, que con 1.234 metros sobre el nivel del mar se hallaba en lo que por aquel entonces conformaba la parte norte de la provincia soviética de Sverdlovsk.

Miembros fallecidos de la expedición del Incidente del Paso Diatlov

Miembros fallecidos de la expedición del Incidente del Paso Diatlov


Foto: Dmitry Nikishin

En esa época del año en la que las temperaturas podían descender con facilidad hasta los -30 ° C, la ruta se clasificaba en la Categoría III de peligrosidad, la más riesgosa a en su clase. Un día después de la partida de la expedición, el 28 de enero, uno de los 10 jóvenes miembros que la conformaban, Yuri Yudin, decidió dar marcha atrás. Ni Yudin, ni nadie sabía que jamás iban a volver a ver con vida a sus compañeros.

Pasadas varias jornadas y llegado el día en que se suponía que el grupo debería estar de regreso en el punto de partida, el pueblo de Vizhay, no se tenían noticias de los 9 jóvenes que continuaron con la travesía, por lo que se conformó un equipo de rescate que se dispuso a buscarlos. Un mes después, el 26 de febrero, encontraron la tienda de los expedicionarios en las laderas de una montaña conocida como Kholat Syakhl, en su traducción al español, la «Montaña de la Muerte», a unos 20 kilómetros al sur del destino de la expedición: las pertenencias del grupo se habían quedado atrás. Más abajo en la montaña, debajo de un viejo cedro siberiano, encontraron dos cuerpos vestidos solo con calcetines y ropa interior. Posteriormente se hallaron otros tres cuerpos, incluido el de Dyatlov, entre el árbol y la ubicación de la tienda: presumiblemente, habían sucumbido a la hipotermia mientras intentaban regresar al campamento. Dos meses más tarde, bajo de una espesa capa de nieve los cuatro cuerpos restantes hacían su aparición a los pies del barranco. Varios de los fallecidos presentaban lesiones graves, como fracturas en el pecho y el cráneo.

Caso abierto; caso cerrado

Las autoridades soviéticas abrieron una investigación para determinar las causas de este extraño drama, sin embargo tan solo 3 meses después los resultados de la misma concluyeron que una «fuerza natural irresistible» había causado la muerte de los excursionistas. En ausencia de supervivientes, la secuencia de acontecimientos que se produjo la noche del 1 al 2 de febrero continúa sin estar clara a día de hoy, lo que ha suscitado que alrededor de los mismos hayan proliferado innumerables teorías que con más o menos fantasía e imaginación han involucrado desde un Yeti asesino, pasando por extraterrestres, hasta agentes del KGB.

Esta es la última fotografía tomada por el equipo de Dyatlov. Aparecen cortando la pendiente de nieve para construir su carpa

Esta es la última fotografía tomada por el equipo de Dyatlov. Aparecen cortando la pendiente de nieve para construir su carpa


Foto: Dyatlov Memorial Fundation

«Después de la llamada del periodista del New York Times, comencé a escribir ecuaciones y cifras en mi pizarra, tratando de entender qué podría haber sucedido en términos puramente mecánicos», cuenta Gaume. «Cuando el reportero me devolvió la llamada, le dije que era probable que una avalancha hubiera tomado al grupo por sorpresa mientras dormían en la tienda».

Esta teoría, que es la más plausible, también fue expuesta por el Ministerio Público ruso cuando la investigación se retomó en 2019 a solicitud de los familiares de las víctimas, sin embargo la falta de pruebas no ha logrado convencer a una gran parte de la sociedad rusa. «Estaba tan intrigado que comencé a investigar esta teoría más profundamente, para lo que me puse en contacto con el profesor Alexander Puzrin, Catedrático de Ingeniería Geotécnica en Escuela Politécnica Federal de Zúrich, a quien había conocido un mes antes en una conferencia en Francia».

Según Gaume y Puzrin, lo que sucedió en 1959 se debió a un corte realizado en la ladera nevada de la montaña para montar una tienda, no obstante la avalancha no se produjo hasta varias horas después.

Gaume, originario de Francia, y Puzrin, ruso de nacimiento, trabajaron juntos para revisar los archivos que se habían puesto a disposición del público tras de la caída de la Unión Soviética. También hablaron con otros científicos y expertos en el incidente, y desarrollaron modelos analíticos y numéricos para reconstruir la avalancha que pudo haber cogido desprevenidos a las nueve víctimas. «El misterio del paso Dyatlov se ha convertido en parte del folclore nacional de Rusia. «Cuando le dije a mi esposa que iba a trabajar en él, ¡me miró con profundo respeto!» declara Puzrin. «Tenía muchas ganas de hacerlo, especialmente porque había comenzado a trabajar en avalanchas dos años antes” continúa. “Mi investigación principal se enfoca en el campo de los deslizamientos de tierra; estudio lo que sucede en el intervalo de tiempo entre que se desencadena un deslizamiento de tierra y cuando realmente ocurre». Según Gaume y Puzrin, lo que sucedió en 1959 se debió a un corte que los excursionistas habían realizado en la ladera nevada de la montaña para montar su tienda, no obstante la avalancha no se produjo hasta varias horas después.

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Atando cabo sueltos

«Una de las principales razones por las que la teoría de las avalanchas todavía no se acepta plenamente es que las autoridades no han proporcionado una explicación de cómo sucedió», opina Gaume. Pero de hecho, existen una serie de puntos que contradicen esa teoría: primero, el equipo de rescate no encontró ninguna evidencia obvia de una avalancha o restos de su deposición. En segundo lugar, el ángulo promedio de la pendiente sobre la ubicación de la tienda, de menos de 30 °, no era lo suficientemente inclinado para una avalancha. Además, de haberse producido una avalancha se calcula que esta debería haberse producido al menos nueve horas después de la realización del corte en la pendiente. Y en última instancia, las lesiones en el pecho y el cráneo observadas en algunas víctimas no eran típicas de las víctimas de avalanchas.

«Es factible que una pequeña avalancha pudiera haberse producido en una pendiente suave dejando apenas un rastro»

En su investigación, publicada en Communications Earth & Environment, una revista de Nature Research, Gaume y Puzrin intentan abordar estos puntos. «En nuestro estudio utilizamos datos sobre la fricción de la nieve y la topografía local para demostrar que es factible que una pequeña avalancha pudiera haberse producido en una pendiente suave dejando apenas un rastro. Con la ayuda de simulaciones por ordenador, mostramos que un deslizamiento de nieve de este tipo también puede provocar lesiones similares a los observadas. Luego, por supuesto, está el lapso de tiempo entre el corte del equipo en la pendiente y la activación del evento, que es el enfoque principal de nuestro artículo. Los investigadores anteriores no han podido explicar cómo en ausencia de cualquier nevada una avalancha podría haberse desencadenado en medio de la noche. Tuvimos que idear una nueva teoría para explicarlo», expone Gaume.

Carpa instalada por el grupo de Dyatlov tras realizar un corte en la pendiente

Carpa instalada por el grupo de Dyatlov tras realizar un corte en la pendiente


Foto: Gaume/Puzrin

La noche de la tragedia uno de los factores contribuyentes más importantes fue la presencia de vientos catabáticos, que pudiendo llegar hasta los 100 kilómetros por hora, son corrientes de aire que se deslizan ladera debajo de una montaña con motivo de un mayor enfriamiento del aire en la parte superior de esta.

Estos vientos podrían haber transportado la nieve que luego se habría acumulado en la parte de la carpa orientada hacia la cima de la montaña debido a una característica específica del terreno y que los miembros del equipo desconocían. «Si no hubieran hecho un corte en la pendiente, no habría pasado nada. Ese fue el desencadenante inicial, pero eso por sí solo no habría sido suficiente. El viento catabático probablemente arrastró la nieve y permitió que una carga extra se acumulara lentamente hasta que llegado el momento se formó una grieta que provocó que la placa de nieve se soltara», explica Puzrin.

Uno de los factores principales que motivaron la tragedia fue la presencia de vientos catabáticos.

Los resultados de Gaume y Puzrin parecen sólidos, sin embargo pese a basar su versión de los hechos en datos, los científicos prefieren mantenerse cautelosos con sus hallazgos y dejan en claro que gran parte del incidente sigue siendo un misterio. «La verdad, por supuesto, es que nadie sabe realmente qué sucedió esa noche. Pero proporcionamos una fuerte evidencia cuantitativa de que la teoría de la avalancha es plausible», continúa Puzrin.

Los dos modelos desarrollados para este estudio, uno analítico para estimar el tiempo requerido para desencadenar una avalancha, y otro numérico para estimar el efecto de las avalanchas en el cuerpo humano, se utilizarán para comprender mejor en el futuro las avalanchas naturales y los riesgos asociados a estas. El trabajo de Gaume y Puzrin es un tributo al equipo de Dyatlov y su equipo, quienes se enfrentaron a las indómitas fuerzas de la naturaleza. Y aunque no pudieron completar su traicionera expedición, le han dado a generaciones de científicos un enigma desconcertante que resolver.

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