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Este martes, el CONICET anunció la fabricación de un cañón de ozono para desinfectar espacios públicos y cerrados de virus, bacterias y gérmenes. El ozono elimina hongos, bacterias y virus oxidando la membrana que los recubre. Es 300 veces más rápido que el cloro y 590 veces más potente.
El cañón de ozono fue desarrollado por investigadores y técnicos del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) junto a empresas de ozono. El dispositivo genera altas concentraciones de ozono que luego se esparcen por el ambiente.
“Diseñamos un cañón de ozono que consiste en una fuente de tensión que eleva la tensión de la red generando una barrera de plasma superficial sobre tubos de vidrio. El aire se ioniza de tal forma que el oxígeno se transforma en ozono. Es decir, el cañón toma el aire de un recinto cerrado y lo transforma en ozono. Se apaga automáticamente y ese aire se recombina en oxígeno”, dice Martín Salibe a Infotechnology, responsable de vinculación tecnológica del IAR. Es completamente inocuo para seres humanos y animales (en su justa medida).
Al principio de la pandemia, el CONICET le pidió a todos los organismos que trabajasen en proyectos que contribuyen a la pandemia. El Instituto de Radioastronomía trabajó en dos innovaciones: un respirador mecánico no invasivo y el cañón de ozono. La idea de este último surgió cuatro meses atrás en una reunión con el Ministerio de Transporte. Todos coincidieron que el mejor desinfectante es el ozono y los investigadores comenzaron a trabajar en una máquina que pueda ser utilizada frente a las reaperturas.
Lo innovador del cañón es su sistema microcontrolado que monitorea la cantidad de ozono que genera. “El sistema tiene una telemetría que lee la cantidad de ozono. Se puede programar cuánto tiempo espera el aparato para que la habitación quede vacía y se active. El dispositivo continúa monitoreando la recombinación de O3 en oxígeno hasta que haya una concentración adecuada para la exposición humana”, explica Salibe.
«El ozono, en su justa medida, es el esterilizante y desinfectante más potente que se conoce. Es altamente efectivo. Se emplea con absoluta seguridad y resultados óptimos e infinitamente más confiables que los que se consiguen con productos químicos», afirma Gustavo Romero, investigador del Conicet y director del IAR.
«Posee una gran capacidad destructiva para los virus y bacterias. Se acopla a la estructura molecular o a la membrana lipídica, que es la grasa que recubre a las bacterias, destruyéndolas», retoma Romero.
El prototipo deberá ser sometido a diferentes ensayos antes de ser aprobado. Estiman que podrían solicitar la aprobación a mediados de diciembre. El próximo paso es caracterizar la calidad de su prestación sanitizante. El CONICET emplearía el cañón para desinfectar el transporte público como colectivos, trenes y subtes como también aulas, colegios, oficinas, hoteles, geriátricos y hospitales.
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