Cómo cohabitan la vida salvaje y el ser humano en el lugar más frío de Grecia | Ciencia

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Uno de los lobos blancos del santuario de Arcturos. En el video, un breve recorrido del viaje con imágenes de los animales de la región.

El viaje hacia el oeste desde Salónica (Grecia), se realiza por una carretera rodeada por un paisaje de relieves montañosos y casas solitarias, acorraladas por media decena de centrales térmicas. El camino lleva a dos refugios que protegen la fauna silvestre. Ahí, cerca de un pueblo llamado Aëtós, es posible encontrarse con un lobo en la esquina de una granja o despertarse habiendo perdido parte de la cosecha tras el paso del oso pardo. Lo que más llama la atención de esta región, la más fría del país, donde hay dos otros pueblos, Agrapidia (hogar de los lobos), y Nymfaio (zona de los osos), es el silencio. Al pie de las colinas, a unos veinte metros de un cementerio, se halla un centro veterinario donde viven, entre barreras electrificadas, seis osos que no temen mirar a los ojos.

Estos animales vienen de zoológicos de Georgia y Bulgaria y no están en condiciones para vivir en el mundo salvaje. El equipo de la asociación Arcturos, que nació en 1992 y ha sido apoyada en diferentes fases por la Comisión Europea con más de 5,7 millones de euros, se ocupa de ellos, cura sus heridas, les enseña de nuevo a desenvolverse en su hábitat natural y analiza su comportamiento a lo largo de varios meses. Cuando ya están “listos”, aseguran en la asociación, les ponen un collar para monotorizarlos y les liberan en el santuario de cinco hectáreas, que está a un kilómetro y medio de Nymfaio, por el cual ya han pasado 55 osos.

Manolis, uno de los osos del santuario cerca de la verja.
Manolis, uno de los osos del santuario cerca de la verja. Arcturos

Andreas, cuya foto adorna el muro de las oficinas de la asociación, fue rescatado después de pasar 25 años en la calle como «oso bailarín». Este abuso hacia la fauna silvestre es una práctica ilegal desde 1969 que acabó realmente en los años noventa, según cuenta Panos Stefanou, responsable de comunicación de Arcturos, con ocasión de un viaje organizado por la Comisión Europea al cual ha sido invitado EL PAÍS. En esa época, la población de osos se situaba entre 100 y 200. Stefanou explica que a nadie le importaba y que había una clara falta de conciencia sobre lo que este maltrato, que se había puesto de moda, implicaba. “Si no fuese por Arcturos [que se creó por esta razón] probablemente no quedarían osos en la zona [ahora hay unos 500]”, añade. Andreas murió en mayo de 2013 con 50 años tras convertirse en un icono del santuario de Nymfaio.

Otro proyecto vigente se centra en el rescate de los oseznos huérfanos de tan solo tres o cuatro meses. La primera noche, tras descubrir a la cría, el equipo lo mete en una caja de madera con la esperanza de que su madre vuelva. Si eso no ocurre, se lo llevan y lo educan durante un año antes de incitarle a alejarse de nuevo. El pasado mes de mayo, soltaron, en dos lugares alejados, a dos pequeños que habían crecido juntos en el centro. Vivieron seis meses por su lado antes de encontrarse de nuevo para hibernar. Para Alexandros Karamanlidis, biólogo de la Universidad de Salónica y coordinador científico de Arcturos, es muy curioso ver cómo el oso es capaz de reintegrarse en el mundo salvaje y sobrevivir sin su madre. Ahora la asociación se encarga de Bradley y Cooper, dos oseznos que se pasean por el centro esperando ser liberados pronto. 

La loba Elisabeth atrapada en un portal, en las afueras de Salónica.
La loba Elisabeth atrapada en un portal, en las afueras de Salónica. Arcturos

La fragmentación del hábitat es uno de los problemas que se intenta y consigue paliar. En esta zona donde parece no haber nadie y donde el tránsito es escaso, la autopista Egnatía Odós amenaza la reproducción de los osos. Esta barrera impuesta por la actividad humana provocaba hasta 2003 entre 5 y 10 accidentes por año donde solo murieron animales, nunca personas. Ese año, el Gobierno, empujado por numerosas peticiones, añadió zonas subterráneas a la infraestructura para permitir el intercambio genético natural de la especie. Entender el comportamiento de los osos no fue tarea fácil, asevera Karamanlidis. “Teníamos que implementar una metodología que requería un gran asentamiento y elevado coste”, explica. Los investigadores se centraron en el comportamiento de los osos. Ya que el animal se frota contra los árboles dejando tras él su pelo, fue posible desvelar el ADN. “Reconocemos la raza gracias a la genética. Podemos entender cómo viaja y qué obstáculos se interponen en su desarrollo”, explica el experto.

Un poco más lejos del centro veterinario, en una colina muy cerca del pueblo de Agrapidia, tras atravesar un puente y subir unas escaleras de madera, el visitante se topa con una inmensa rejilla espesa que corta el paisaje natural. Dos empleados de Arcturos se dedican a reforzarla mientras, en el cielo, unos cuervos cantan. Del otro lado, una cantidad innombrable de huesos ensangrentados están esparcidos por el suelo. Tres lobos blancos levantan la cabeza y huyen con un trozo de carne entre los dientes. El recinto de siete hectáreas ha acogido a 60 lobos en total, el tiempo de recuperarse antes de ser liberados de nuevo y actualmente conviven 10. La última en llegar ha sido Elisabeth, una loba de unos siete años que fue encontrada este miércoles en las afueras de la ciudad de Salónica con el pincho de un portal atravesándole una de sus patas traseras. Ha sido rescatada, curada y desplazada. Los expertos estiman que en un mes podrá volver a casa.

El equipo de Arcturos curando a la loba este miércoles.
El equipo de Arcturos curando a la loba este miércoles. Arcturos

En Grecia viven entre 800 y 1.000 lobos y se concentran principalmente en el norte del país. La cifra baila sin concretarse debido a la migración incesante de estos animales hacia los países vecinos. Vassilis Fourkiotis, reconocido por la Unión Europea como el «héroe» del proyecto de protección, siempre ha vivido rodeado de lobos. “Desde pequeño, los veo acercarse a la granja de mi padre. Son increíbles. Me gustan mucho más que los osos”, cuenta. El experto de 30 años de edad, pelo largo y barba espesa, insiste en que hay que respetar la naturaleza de la fauna silvestre. “Es imposible ser amigo de un lobo. Hay que protegerlos, sí, pero no querer domesticarlos. Lo más importante, para cuidar de ellos, es proteger a los granjeros y enseñarles cómo preservar sus bienes. Es encontrar un equilibrio para permitir la coexistencia”, explica.

La clave para convivir

La región es un dulce hogar para los osos y los lobos por diversas razones. Desde los años 2000, el espacio rural del país sufre una despoblación, según explica el científico Karamanlidis. “Las zonas se quedaron deshabitadas dejando espacio a la naturaleza para que se restableciera”, explica. «Es una región con mucho terreno salvaje y dominada por los humanos”, añade. Pero a los osos no les disgusta esta presencia, al contrario. Cerca de los pueblos, están protegidos y además encuentran comida en las cosechas. Los lobos son más escurridizos. Lo que les interesa son los ganados y el montón de basura donde meter el hocico. Lo que más sorprendió al experto es la capacidad que tienen estos caninos en adaptarse, entender las actividades humanas y encontrar fuentes de alimentación.

Uno de los osos del santuario en el norte de Nymfeio.
Uno de los osos del santuario en el norte de Nymfeio. Arcturos

La clave del entendimiento con el ser humano son los perros. A la entrada del santuario de Agrapidia, 17 perros pastores griegos de pura raza empiezan a ladrar apenas alguien se asoma. El amante de lobos explica que los del centro solo se dedican a la reproducción y así poder vender a los habitantes que necesiten protegerse. Los perros reproductivos pasan toda su vida ahí, en una jaula al aire libre de unos cinco metros cuadrados, pero Fourkiotis asegura que salen a pasear a menudo. Arcturos ya ha distribuido por toda Grecia un total de 1.500 cachorros que ahora cuidan ganados y propiedades.

Tres lobos en el santuario de Agrapidia entre los huesos de la comida proporcionada por Arcturos.
Tres lobos en el santuario de Agrapidia entre los huesos de la comida proporcionada por Arcturos. Arcturos

Stiliadis Vaggelis tiene 10 perros para manejar sus 100 vacas. El ganadero explica que desde entonces no ha sufrido ningún problema. “Los perros se enfrentan a los lobos. No les tienen miedo. Les impiden acercarse a menos de 300 metros”, cuenta. El pastor ha heredado la granja de su abuelo y lleva trabajando en ella 20 años. Hubo una época dónde no tenían perros. “He oído muchas historias sobre lobos. Un burro de mi abuelo fue devorado por uno”, relata. Dos o tres perros tampoco fueron suficiente. “A los osos les da igual”, precisa Vaggelis que perdió a un perro, abatido por la garra de un oso. Pese a ello, el hombre de 42 años asegura que no le tiene miedo a la fauna salvaje. “Somos del mismo mundo”, concluye. Karamanlidis recuerda la importancia biológica que tienen estos dos depredadores en el ecosistema y el papel que juegan para la biodiversidad. “La rehabilitación de la fauna silvestre es un fenómeno natural. El ser humano no tiene que asustarse. Tenemos que involucrarnos en ello y tirar beneficios”, asevera.

El autobús con periodistas se aleja por la autopista que divide en dos el hábitat de estos animales salvajes. El sol va dejando una manta rojiza sobre las cimas de las montañas. Los osos duermen todavía, esperando a que aumente la temperatura en la zona más fría de Grecia. Es muy probable que esta noche, como otras muchas, los habitantes oigan los lobos aullar.

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