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En este 31 de julio, Día Internacional de la Mujer Africana, conversamos sobre feminismos e identidades con Remei Sipi, escritora y ensayista guineano-catalana. Sipi nació en Guinea Ecuatorial en 1952, pero vive en Barcelona desde los 20 años. Tras cerca de cinco décadas en España, vive en una “dualidad” identitaria, según explica cuando nos encontramos una mañana calurosa en el barrio de Gracia. Africana, guineana, catalana: estos son algunos de los pedazos que la componen. Y de manera transversal a cualquier gentilicio, Sipi es feminista. También es autora de diferentes libros. El último, titulado Mujeres africanas. Más allá del tópico de la jovialidad (Wanafrica, 2018), es de los pocos en español que repasa los feminismos nacidos en tierras africanas. Sus páginas desmienten radicalmente la idea de una mujer africana pasiva o esencialmente alegre. Sipi rescata del olvido a autoras y activistas que, durante décadas, se alzaron contra la alianza entre patriarcado y colonización que las oprimía y las oprime.

Pregunta. ¿Qué significa para usted el Día Internacional de la Mujer Africana que se celebra hoy?

Respuesta. Soy mujer africana, pero tengo una dualidad, al llevar aquí en Europa más de 40 años. Hace poco que celebro este día internacional pero hace mucho que trabajo en el 8 de marzo, así que para mí es una herramienta más para dar a conocer la situación de las mujeres africanas.

P. África es tan diversa como extensa, con miles de grupos étnicos diferentes. ¿Las mujeres del continente se identifican con la etiqueta “africana”?

R. Yo siempre me he sentido africana. Nací en Guinea, en una zona rural, pero era un espacio colonizado, donde se nos señalaba como los otros. Si soy la otra es que soy africana, no soy el europeo colonizador. Y la identidad africana y feminista llegó después de leer mucho, de observar mucho y de constatar que me identificaba con autoras africanas como Buchi Emecheta [1944, Nigeria – 2017, Reino Unido], Molara Ogundipe [1940, Nigeria] o Ken Bugul [1948, Senegal]. Al leerlas, descubrí que las africanas también son feministas.

P. A menudo se habla de feminismo africano como si fuera un fenómeno nuevo, algo que las africanas descubren de las europeas. ¿Por qué ha pasado esto?

R. Ha pasado esto como con todo lo que rodea a África. África no ha interesado. África ha sido colonizada y se han borrado las identidades. Siempre ha habido feminismo allí, pero a los portavoces de su historia no les ha interesado darle relevancia. La colonización, la falta de respeto hacia quién es el otro, han marcado toda su historia, no solo su feminismo.

P. ¿Cuál es ese “tópico de la jovialidad” que denuncia en su último título?

R. Es algo de lo que habla Alice Walker en su libro En posesión del secreto de la alegría. “Con todo lo que pasan, pero siempre están alegres”, dicen cuando hablan de las mujeres africanas. Pero más allá de este tópico según el que estamos todo el día cantando y bailando, y llevamos vestidos coloridos, hay otra profundidad: la mujer africana creadora de estrategias para la supervivencia del entorno familiar. Este tenía que ser un libro para informar las miradas de las mujeres de aquí.

Su libro 'Mujeres africanas. Más allá del tópico de la jovialidad' (Wanafrica, 2018), es de los pocos en español que repasa los feminismos nacidos en tierras africanas.
Su libro ‘Mujeres africanas. Más allá del tópico de la jovialidad’ (Wanafrica, 2018), es de los pocos en español que repasa los feminismos nacidos en tierras africanas.

P. Habla de mujeres que quizás no se llamaban a sí mismas feministas pero, en la práctica, lo ejercían.

R. Exacto. Es un feminismo de la realidad. Desde el momento en que reivindican los derechos de las mujeres, su empoderamiento, no depender de un marido… ¡Todo eso es feminismo! A mí de pequeña, en Guinea, me gustaba mucho hablar con mi abuela. Más tarde, cuando leí Una habitación propia, de Virginia Woolf, me di cuenta de que reivindicaban lo mismo. Así que puedo decir que ella era feminista. Además, las autoras feministas africanas, aunque muchas fueran académicas, han hecho un discurso muy para todo el mundo (sic.) porque querían hablar para todas las mujeres africanas.

P. En el feminismo negro, las autoras afroamericanas hacen hincapié en la raza como eje de opresión, porque viven en una sociedad de poder blanco. ¿La raza es también un aspecto importante para las feministas africanas?

R. No, no lo es. Cuando viajo a África, en cuanto bajo del avión, ya no tengo el problema de la raza, de que me miren. Las africanas, cuando predican su feminismo, están hablando con personas como ellas, mujeres negras en un contexto africano. No es lo mismo para las hermanas afroamericanas. En África, estamos en nuestro espacio, somos negros, somos mayoría y no hay esta dificultad. En cambio, cualquier discurso, cualquier relato, cualquier literatura en torno a los negros del resto del mundo tiene que hablar de racismo.

P. Las sociedades africanas funcionan más en red que las europeas, con una lógica colectiva que resume muy bien la palabra xhosa ubuntu (“una persona es persona a causa de los demás”). ¿Cómo afecta esto al feminismo africano?

R. En África, las primeras personas que aplican el feminismo lo hacen de manera colectiva. Ya sea a través de la economía popular gestionada por mujeres, socializando el cuidado de las criaturas o trabajando el campo juntas. Aquí, en Cataluña, también hay grupos de mujeres africanas, que yo considero grupos feministas. Como en África, son espacios de relación, de ayuda mutua, de compartir los duelos, que dan fuerza al colectivo.

P. ¿Cree que el feminismo blanco debería cambiar para incluir al africano?

Nosotras no queremos que nadie nos incluya. Queremos trabajar como feministas africanas con las feministas europeas

R. Nosotras no queremos que nadie nos incluya. Queremos trabajar como feministas africanas con las feministas europeas. Pero no desde la perspectiva eurocéntrica, como si aquí hubieran inventado la rueda. Estas personas [las feministas africanas] han trabajado y reivindicado el feminismo desde un principio pero no lo sabéis ni reconocéis porque la historia no ha querido que las vidas de las otras sean importantes. Yo no quiero que nadie me incluya en ningún lugar, eso implica inferioridad. Soy feminista catalana pero, a la vez, soy africana y sé que mi realidad es tan válida como la de aquí. Ahora hay que empezar a decir “yo también soy mujer” y, desde aquí, trabajar.

P. En este sentido, ¿ha observado una evolución en los espacios feministas españoles durante los últimos años?

R. Sí, porque algunas pioneras en estos espacios como yo hemos explicado nuestra realidad y nuestras vivencias a otras feministas y ha habido gente que ha respondido con solidaridad. En mis primeros años en Ca la Dona (espacio feminista de Barcelona), yo tenía discusiones cada semana por el tema del reconocimiento. Todos los despachos tenían nombre de mujer, pero ni un solo africano, magrebí o latino, aunque esos colectivos participábamos en el espacio. Poco a poco, me han ido dando la razón.

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