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En esta nueva normalidad que de la vieja solo conserva el apellido, el bello verano al que cantó Family ha empezado a ponerse feo. Amenazados por los imprevisibles rebrotes, disfrutar de la temporada estival se convierte en un ejercicio voluntarista y en una dedicación no exenta de riesgo. Sin embargo, tanto si eligen mar o montaña como si prefieren quedarse en casa, una de las pocas actividades cien por cien covid free es la lectura, que nos recuerda la liturgia del ocio veraniego en aquellos tiempos en los que una mascarilla resultaba un cuerpo extraño y el gel higienizante era patrimonio de aprensivos crónicos o turistas propensos a la hipocondría. De la profilaxis anímica que proporciona la poesía hablaremos otro rato. Van, de momento, algunas sugerencias para acampar en la ancha provincia del verso.

Millennium Mambo

Si las aventuras editoriales siempre tienen algo de empresa quijotesca, en estos días adquieren la condición de heroicidad homérica. La colección de poesía de la editorial Milenio, dirigida por Àngels Marzo y Josep M. Rodríguez, inicia su andadura con dos títulos de relumbrón: el libro de haikus Un gramo menos, de Vicente Gallego, y la antología bilingüe gallego-castellano Un cobertizo lleno de significados sospechosos, de Yolanda Castaño. A pesar de su divulgación en nuestras letras, el haiku suele ser el pariente pobre de una tradición estrófica que sigue debiendo más lealtad a la cárcel sonetil de Garcilaso que a los barrotes métricos de Bashō. Esta circunstancia provoca que los volúmenes consagrados a dicha estrofa se consideren a menudo libros menores, condenados a engrosar las sobras completas de nombres canónicos. No es este, por fortuna, el caso de Vicente Gallego: de hecho, la tendencia a encapsular la sentenciosidad sapiencial o la epifanía contemplativa en versos de empaque minimalista guía la pesquisa de títulos recientes como Saber de grillos (2015) o A pájaros y migas (2019). El vuelo de los jilgueros y las migajas que se disputan los gorriones reaparecen en una obra esencialista que homenajea a amigos (el desaparecido Antonio Cabrera) y maestros (Francisco Brines), se asoma al paisaje doméstico (“Tiro del cable / del tendedero y viene / a mí la aurora”), se sumerge en la evocación infantil (“Con el pijama / rezábamos a un dios / que era otro párvulo”) o nos regala un pellizco existencial bajo la tersura costumbrista (“Puerta entreabierta: / fotos de cada nieto, / mocho y lejía”). La asociación metafórica y la atención al matiz hacen de este Un gramo menos uno de los libros más recomendables para acceder al universo creativo de su autor.

Precedida por un breve y burbujeante prólogo firmado por Adam Zagajewski, la antología Un cobertizo lleno de significados sospechosos, de Yolanda Castaño, ofrece el recorrido por una trayectoria en la que destacan títulos como Profundidad de campo (2009) o La segunda lengua (2014). Sin apartados divisorios ni indicación de la procedencia de los textos, esta antología aspira a ser leída no como una recopilación de grandes éxitos, sino como una entrega con entidad propia en la que se despliega el tema central de una poética claramente perfilada desde sus comienzos: la solidaridad recíproca entre cuerpo y lenguaje, dos caras de una identidad que se define por su pertenencia a una insumisa genealogía femenina y por su defensa de un idioma rebelde, como se lee en ‘La palabra Galicia’ (“Para contarte de dónde vengo, / te tengo que sacar la lengua”). Si, según afirmaba Virgilio, la fortuna ayuda a los audaces, deseémosle larga vida y buena suerte a este recién inaugurado Milenio.

Desenterrar el hacha

Isabel Pérez Montalbán ha obtenido el Premio Ciudad de Melilla con Vikinga (Visor), que ejemplifica a la perfección un programa crítico en el que coexisten la conciencia de clase y una intertextualidad que dota de dimensión coral a los poemas. De ambos elementos deja constancia una nota introductoria que especifica que “Los Vikingos es una zona pobre, obrera y marginal” de la Córdoba natal de la autora. Desde esa clave biográfica ha de interpretarse un libro en el que la sordidez ambiental se refleja a través de un léxico de nervio expresionista y tintes alucinatorios. La violencia familiar, la perpetuación de la injusticia o la descripción de los arrabales de la miseria están en la base de un verso interpelativo que conjuga la denuncia combativa y la dignidad moral. El desmoronamiento de una civilización propensa al simulacro, “entre lo sucedáneo y el poliéster”, se subordina a una agenda política en la que tienen cabida la oposición a los desahucios y la exposición de las masacres globales, la declaración de guerra a la dictadura financiera y la lucha a favor del compromiso ecologista, el tema de España y la gestión de una crisis sistémica contra la que poco puede hacer el lenitivo del amor. Más convincente cuando desentierra el hacha de su experiencia como vikinga que cuando eleva los esquemas del realismo social a escala planetaria, a Pérez Montalbán hay que reconocerle el mérito de cultivar una escritura incómoda que da fe de un mundo mal hecho y mal dicho.

En carne viva

Bajo un título de resonancias manriqueñas, Da dolor (La Bella Varsovia), de Pilar Adón, se acoge también a una iconografía de textura expresionista. No obstante, la urdimbre colectiva se reemplaza aquí por una invocación ritual: la de un duelo que es a la vez exorcismo privado y ejercicio de memoria (“Todos lloramos a alguien. A todos nos llega la hora”). Entre la dentellada verbal y la virulencia escatológica, Adón reivindica su “condición de hija permeable” para reconstruir un mosaico donde el recuerdo de los padres alterna con los respectivos roles asignados a hombres y mujeres en la esfera familiar, o con el papel sanador atribuido a la palabra. El minucioso registro de los cuidados médicos exigidos por la enfermedad de sus mayores y las contradicciones morales de quien se ve impelida a asumir la función de cuidadora acaban convirtiéndose, más allá de la asimilación de la pérdida, en una lección sobre el valor revolucionario de la compasión. Lejos de la autoayuda paliativa, la conquista de Adón consiste en plasmar un dolor en carne viva mediante un discurso que no se atiene a las vértebras de la sintaxis, enhebra imágenes de cuño irracional o se articula como un turbión de conciencia del que los lectores no saldrán indemnes.

La reedición de ‘Las moras agraces’, de la malograda Carmen Jodra Davó, rescata un cuaderno juvenil de la autora

Asimismo, La Bella Varsovia ha acudido al pertinente rescate de Las moras agraces (1999), de la malograda Carmen Jodra Davó (1980-2019), que se complementa ahora con las 10 décimas de un cuaderno juvenil titulado Hecatombe. La desenvoltura en el reciclaje de las fuentes literarias grecolatinas y barrocas, así como la personalidad de una voz en cuya modulación se apreciaba cierta sensibilidad generacional, lanzaron a la autora hacia un estrellato lírico del que decidió bajarse en marcha. Con todo, su condición de poeta bartleby —solo publicaría posteriormente Rincones sucios (2004), de difusión muy limitada hasta su reedición en el mismo sello que ha recuperado a su hermana mayor— no debería distraernos de lo que realmente importa: la insólita sabiduría expresiva de una ópera prima que conserva la frescura de lo nuevo y la hoja perenne de lo clásico.

BUSCA ONLINE ‘UN COBERTIZO LLENO DE SIGNIFICADOS SOSPECHOSOS’

Autora: Yolanda Castaño.

Editorial: Milenio, 2020.

Formato: tapa blanda (158 páginas, 14 euros).

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BUSCA ONLINE ‘VIKINGA’

Autora: Isabel Pérez Montalbán.

Editorial: Visor, 2020.

Formato: tapa blanda (92 páginas, 12 euros).

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BUSCA ONLINE ‘DA DOLOR’

Autora: Pilar Adón.

Editorial: La Bella Varsovia, 2020.

Formato: tapa blanda (76 páginas, 10,90 euros).

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BUSCA ONLINE ‘LAS MORAS AGRACES’

Autora: Carmen Jodra Davó.

Editorial: La Bella Varsovia, 2020.

Formato: tapa blanda (92 páginas, 12 euros).

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