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Waleed Saleh, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de Europa Laica.

Mustafà Kemal Atatürk (1881-1938) es el fundador y primer presidente de la República Turca instaurada en 1923. Las bases del nuevo Estado turco fueron construidas sobre principios laicos: la abolición del sultanato o califato islámico, la separación de la religión de la política y convertir Turquía en un Estado civil y moderno.

El Tratado de Lausana (1923), firmado por Turquía por un lado y por Gran Bretaña, Francia, Italia, Grecia y sus aliados por otro, reconoció al Estado turco moderno y reemplazó al Tratado de Sèvres de 1920, un pacto injusto para el Imperio Otomano después de la Primera Guerra Mundial.

Entre las estipulaciones de la convención de Lausana se establecía que la Turquía moderna debería apartar el islam de la esfera pública, abolir el califato musulmán y redactar una constitución civil que sustituyera a la antigua constitución.

Muchas mezquitas fueron clausuradas, el hiyab fue prohibido y el Ministerio de los Bienes Píos fue desmantelado. Con estas y otras medidas llevadas a cabo por el gobierno de Atatürk, Turquía se convirtió en modelo de laicismo para muchos países de mayoría musulmana.Desde su fundación, la República de Turquía ha sido objeto de ataques y rebeliones por parte de grupos y partidos islamistas que intentaron frenar las prácticas laicas que estableció Atatürk. Pero los compañeros y discípulos de este líder, especialmente el Ejército turco, fueron defensores de los principios laicos y pudieron garantizar su aplicación en la vida pública en gran medida.

La abolición del califato en Turquía en 1924 provocó reacciones contrarias: algunos ulemas la aplaudieron, como el argelino Ben Badis (1889-1940); en cambio las instituciones religiosas, como al-Azhar en El Cairo y al-Zaytuna en Túnez, la censuraron y la consideraron como la desaparición definitiva del Estado Islámico.

Hay quien piensa que el laicismo en Turquía empezó a perder fuerza con la victoria del Partido Democrático (de tendencia islamista) en 1950, frente al kemalista Partido Republicano del Pueblo, fundado por Atatürk en 1923. Adnan Mandaris, líder del Partido Democrático, después de su victoria tomó una serie de medidas: duplicó por tres el presupuesto del Legado Pío; permitió a las mezquitas que llamaran a la oración en lengua árabe, que Atatürk había prohibido; estableció la obligatoriedad de la enseñanza de la religión en la escuela primaria y la libertad de culto; dio vía libre a las asociaciones religiosas para transmitir programas de contenido religioso desde las emisoras de radio. También fundó colegios con el nombre de Imam-Jatib (Imames – Oradores) para la formación de predicadores e imames, instituciones que tuvieron una gran aceptación social, cuyos alumnos superaron los cien mil en los diez años siguientes.

La deriva de Turquía hacia el islamismo continuó con otros líderes y partidos políticos como Süleyman Demerel, fundador del partido Adalat (Justicia), que sucedió al Partido Democrático en 1961; Turgut Özal, primer ministro entre 1983 y 1989 y presidente de la República entre 1989 y 1993. Özal fundó el Partido de la Madre Patria, que favoreció a la religión, multiplicó el número de mezquitas, las escuelas religiosas y eliminó la cuota de peregrinos a la Meca, pasando de 11.000 peregrinos en 1979 a 92.000 en 1988. Incluso él mismo hizo la peregrinación en 1988 diciendo que Turquía era un país laico, pero él era musulmán. El apoyo económico recibido de Árabia Saudí fue decisivo en el apuntalamiento de esta política favorable al islam. La Liga Islámica saudí inyectó importantes cantidades de dinero en apoyo de los clérigos musulmanes que trabajaban en Europa, así como a los proyectos de la enseñanza de la religión en Turquía. Y para más señas, el hermano del presidente, llamado Yagut Özal, fue nombrado director del Banco de Desarrollo Islámico en Jeddah (Arabia Saudí) y desempeñó el papel de intermediario para financiar becas, canales de televisión y asociaciones religiosas.

Otro personaje influente dentro del islamismo fue Necmettin Erbakan, que fundó en 1969 el Partido del Orden Nacional y se puso bajo las órdenes de la cofradía sufí Naqshabandi, pero su partido fue prohibido en 1971 con el argumento de que los principios de este partido aspiraban a establecer un sistema teocrático contrario al espíritu de la Constitución turca laica.

En los años ochenta surgió más de un partido islamista pero, quizá, el más importantes de todos era Rafah Partisi (El Partido del Bienestar), fundado en 1983 por varios líderes políticos, entre ellos Erbakan. Los ideales del partido consistían en la defensa de la identidad islámica de la sociedad turca, frente a la corriente occidentalizadora de Atatürk, considerada por los seguidores de este partido ajena a esa sociedad. El Partido del Bienestar consiguió buenos resultados en diferentes procesos electorales en los años noventa a nivel estatal, pero sus políticas pro-islamistas le llevaron a un conflicto con el Ejército y otros órganos laicos del país y al final fue declarado ilegal en 1998.

De las entrañas del Bienestar nació en 2001 el Partido de Justicia y Desarrollo del actual presidente Erdogan, un islamista convencido con un proyecto que sobrepasa las fronteras de Turquía y se convierte en una visión de alcance universal. Comenzó a competir con Arabia Saudí para extender su influencia islamista en países cercanos y lejanos; entabló excelentes relaciones con los Hermanos Musulmanes en los países de mayoría musulmana y emprendió varias campañas militares en colaboración con grupos y partidos islamistas. La Turquía de Erdogan poco a poco se ha convertido en el destino preferido de miles de islamistas procedentes de Egipto, Siria, Iraq o Libia, y se han creado en Estambul cientos de canales televisivos y emisoras de radio que predican a favor del islam y su aplicación en las sociedades del mundo árabe e islámico. El dominio de Erdogan hoy en día es absoluto sobre los aparatos del servicio de inteligencia, las universidades, la justicia, los medios de información y la mayor parte de las mezquitas del país, para llevar a cabo su ambicioso proyecto islamista. Centenares de cofradías y decenas de miles de clérigos apoyados por el Estado turco se esfuerzan para borrar la herencia laica de Atatürk. Pero, pese a este gran esfuerzo de Erdogan, buena parte del pueblo turco resiste los intentos del presidente y se siente más unida a las enseñanzas del fundador de la República. Después de más de dos décadas de dominio del partido Justicia y Desarrollo de Erdogan, llegaron las elecciones municipales de 2019 que significaron para él un gran varapalo cuando sus candidatos las perdieron en muchas ciudades, incluidas algunas grandes como Ankara y Estambul. Las ganaron los socialdemócratas representados por el Partido Republicano del Pueblo, fiel a la ideología de Atatürk.

Los actos y maniobras de Erdogan que pretenden reislamizar la sociedad turca son múltiples: la conversión de la iglesia Santa Sofía en Mezquita; un apoyo absoluto, moral y material, a Ali Arbash, nombrado por Erdogan en 2017 presidente de la Organización de Asuntos Religiosos, una institución que supera a muchos ministerios turcos en su poder y en su presupuesto; prohibir la emisión de algunas canciones por razones de moralidad; levantar en 2013 la prohibición del uso del hiyab en las universidades y las instituciones públicas; potenciar los estudios islámicos; prohibir la venta de bebidas alcohólicas en lugares cercanos a escuelas y mezquitas; y una de sus últimas decisiones en este año es la retirada de Turquía del Convenio de Estambul contra la violencia de género.

El retroceso que ha sufrido Turquía en las últimas décadas, especialmente en temas como la laicidad, es muy notable. Turquía celebrará en 2023 elecciones presidenciales. Sería una gran victoria para los laicos y librepensadores que dichas elecciones pusieran fin a la carrera política de Erdogan, que ha sido uno de los más destacados culpables de que su país dejara de ser un modelo a seguir por muchos países árabes y musulmanes en materia de laicismo.

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