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Los microplásticos son partículas de plástico de menos de 5 milímetros de longitud tan nocivas para el medio ambiente. Han sido largamente estudiados en los ecosistemas oceánicos, donde se estima que alcanzan entre un 15% y un 30% de las ocho toneladas de basura plástica que se estima que contaminan los mares del planeta. También se sabe que los ingerimos a diario sin darnos cuenta: han sido encontrados en restos de orina y en el 60% de las sardinas pescadas en caladeros del Mediterráneo occidental. Sin embargo, poco se ha estudiado sobre la presencia de estos agentes contaminantes en el aire que, junto con gases de efecto invernadero como el CO2 o el NO2, no solo son un peligro para los ecosistemas, sino que son una seria amenaza para la salud pública, especialmente en las regiones más contaminadas.
Un equipo del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de España (INTA), con el apoyo del 47 Grupo Mixto del Ejército del Aire, ha sobrevolado parte del centro de la península para cuantificar las concentraciones en la atmósfera de este peligro invisible. Y sus conclusiones son, cuanto menos, preocupantes: se estima que el promedio de microplásticos encontrados alcanza las 13,9 unidades por metro cúbico en Madrid, unas diez veces más que en las zonas rurales. Los datos extrapolables permiten deducir que en todo el cielo de Madrid alberga hasta un billón de partículas de microplástico. Las muestras se recogieron entre los 1.500 y los 2.000 metros de altitud en diversas localidades de Madrid, Guadalajara y otras zonas urbanas, semiurbanas y rurales del centro de la península Ibérica.
Microplásticos y fibras sintéticas
Según detalla a National Geographic EspañaRoberto Rosal García, catedrático de ingeniería química de la Universidad de Alcalá de Henares y autor principal del estudio, la mayoría de los microplásticos encontrados (más de un 60 % del total) fueron fibras de poliéster y poliamida (un producto utilizado usada en la fabricación del nailon).
Además, encontraron fibras y fragmentos de poliuretano, poliestireno, polibutadieno y poliolefinas (estas últimas presentes en los films transparentes usados en los procesos de retractilado). Todos ellos, apunta, son productos producidos en masa. También encontraron algunas fibras de materiales naturales con evidencias de procesado industrial, como viscosa (una fibra sintética con una base de celulosa), o algodón o lana teñidos de colores no naturales, los cuales se consideran también contaminantes antropogénicos.
«Es importante resaltar el pequeño tamaño de las fibras y fragmentos encontrados», señala Rosal García, quien apunta que las fibras medían unas 662 micras de largo por unas 25,4 de ancho. Además, los investigadores descubrieron que las concentraciones medias variaban entre los 13,9 microplásticos por metro cúbico entre las muestras recolectadas sobre Madrid y los 1,5 microplásticos por metro cúbico encontrado en las zonas rurales.
Los tamaños recogidos por los investigadores no son muchos mayores que los granos de polen (que miden entre unas 15 y 200 micras), lo que implica que pueden ser inhalados con facilidad.
Los investigadores, explica el experto, realizaron una estimación multiplicando la concentración de partículas obtenidas por el volumen de aire estimado en la zona que se sobrevoló. Este cálculo, asegura, permitió a los científicos determinar el número aproximado de partículas de microplástico que sobrevuelan el cielo de Madrid, una cifra, que, advierte, podría ser incluso superior, pues «seguramente la concentración es todavía mayor en altitudes inferiores. Los tamaños muestreados, recuerda, no son muchos mayores que los granos de polen (que miden entre unas 15 y 200 micras) con lo que pueden ser inhalados con facilidad.
Partículas que viajan largas distancias
El estudio, publicado en la revista especializada Science of the Total, ha sido elaborado a partir de cálculos matemáticos de las trayectorias y las tasas de depósitos de estos agentes contaminantes a partir de estimaciones basadas en los movimientos del aire.
Los científicos concluyeron que todo ese microplástico no permanece sine die en la atmósfera, sino que acaba ‘cayendo’ a la superficie, generalmente en las primeras 24 horas desde su localización. Pero eso no es todo. Según los investigadores, una parte importante de esas partículas puede recorrer importantes distancias antes de caer al suelo, llegando a alcanzar lugares situados a más de mil kilómetros de su lugar de origen.
«Nuestro trabajo demuestra que los modelos de dispersión explican perfectamente que plásticos que un día están sobre una gran ciudad como Madrid pueden acabar depositándose en el golfo de Vizcaya o en el sur de Inglaterra al cabo de uno dos días. Además, las tasas de deposición (que estarían entre 0,1 y 10 microplásticos por metro cuadrado y día) no son muy distintas de las encontradas en estudios sobre el terreno. Lógicamente -apunta- los plásticos generados en otros lugares de Europa pueden llegar también hasta aquí si las circunstancias meteorológicas lo favorecen».
Diez veces más microplástico en zonas urbanas
Una de las conclusiones más destacadas del estudio es la constatación de que las concentraciones de microplásticos eran diez veces superiores en las zonas urbanas que en las rurales. Un hecho que, según los investigadores, constata que estos agentes contaminantes tienen un origen preminentemente urbano.
«Aunque es difícil determinar de forma fehaciente de dónde provienen los plásticos, los datos apuntan a que las ciudades son la fuente de emisión más importante. El origen son los tejidos sintéticos, el desgaste de neumáticos y la fragmentación de materiales plásticos de mayor tamaño, que naturalmente son más abundantes en entornos urbanos», apunta Rosal García.
El problema: la fragmentación del plástico
«En otros medios naturales sujetos a contaminación por microplásticos el problema fundamental es una mala gestión de los residuos. Sin embargo en el aire, los fragmentos y fibras son necesariamente muy pequeños, y por su origen son más difíciles de evitar», señala el experto, quien reconoce que la reducción del consumo de plástico sería la mejor opción, aunque no la más realista, habida cuenta de la ubicuidad de estos productos en nuestra sociedad. Una alternativa, señala, sería tratar de evitar que los plásticos envejezcan y se fragmenten de forma incontrolada.
Otra cuestión, explica Rosal García, son las fibras sintéticas, sobre las que sí que habría que restringir su uso. «Es sabido que la ropa de invierno o los tejidos de microfibras de estos materiales generan gran cantidad de microplásticos. Además, se trata de materiales sin los que podemos vivir sin problemas». Futuras investigaciones determinarán cuál es la mejor estrategia para combatir este enemigo invisible y omnipresente.
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