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La ley que favorece el voto secreto ralentiza la jornada y provoca largas colas en varios puntos, como en Nacka. / EFE

Papeletas erróneas para discapacitados visuales, retrasos en los colegios y largas colas lastran el conteo de votos

Siete millones y medio de personas estaban este domingo llamadas a las urnas para elegir al jefe del Gobierno en unas elecciones generales marcadas por el aumento de la delincuencia. Hasta el último día de la campaña los sondeos mostraban una carrera de lo más reñida entre el bloque de izquierdas (según las últimas encuestas, lograría el 49,8% del sufragio), con el Partido Socialdemócrata (PS) a la cabeza –al frente del Ejecutivo durante los últimos 28 años–, y de derechas (el 49,2%). Tras el cierre de los colegios, según los sondeos a pie de urna, el PS se impone con un 29,3% de los apoyos. Por detrás está el partido ultraderechista Demócratas Suecos con un 20,5% y el Partido Moderado de derecha se quedaría con un 18,8%.

Suecia celebra unas elecciones preocupada por el fuerte ascenso de la delincuencia

Lo que más marcó la jornada fue el caos. Desde papeletas erróneas hasta largas colas de hora y media, pasando por retrasos en colegios, como el que tuvo lugar en Lindholmen, en Gotemburgo. Las instalaciones no pudieron abrirse a tiempo debido a una confusión con el material electoral, que estaba encerrado en una habitación y los trabajadores no tenían acceso al mismo, detalló Frida Nowotny, jefa de elecciones en Gotemburgo, al diario ‘Aftonbladet’. Finalmente, el centro pudo abrir aproximadamente a las 9.00, una hora más tarde de lo programado.

Pero el lío no acabó ahí. En varios colegios electorales personas con discapacidad visual denunciaron errores en sus papeletas. La Confederación Nacional de Deficiencias Visuales afirmó que la Autoridad Electoral puso boletos equivocados en los sobres marcados en braille, provocando que miembros del colectivo votaran por un partido diferente al que tenían previsto. Se desconoce el número real de afectados, pero a media jornada, cuatro ciudadanos descubrieron el embrollo y denunciaron los hechos. Por ello, la asociación aconsejó que volvieran a votar.

«Es increíblemente molesto, primero había un problema con el envío del material electoral en Braille y ahora descubrimos que hay un error en el material. Esto muestra claramente que los votantes con discapacidad visual todavía no tienen las mismas oportunidades de participar en los mismos términos en la democracia sueca», criticó Niklas Mattsson, presidente de la entidad.

Desmayos por el calor

La ley escandinava adoptada en 2019 por la que las papeletas están protegidas en cabinas para favorecer el secreto al elegir candidato ha ralentizado el ritmo de votación y provocado largas colas de hasta hora y media en algunas ubicaciones, como en Tygelsjö (en las afueras de Malmö), en la escuela Skuru (Nacka) o en Uppsala, por mencionar algunos ejemplos. Según ‘SVT’, dos personas se desmayaron por el calor esperando a votar en Sandarne, en el municipio de Söderhamn. «Hay colas en toda Suecia», subrayaron desde la Autoridad Electoral, que aún así tranquilizó a los votantes tras asegurar que si las colas persisten a las 8.00, cuando los colegios cierran, se les permitirá igualmente depositar sus papeletas en las urnas, por lo que prevén que el conteo de votos se retrase más de lo normal, afirmó la jefa de gabinete de la entidad, Anna Nyqvist, al diario ‘Expressen’.

Concluye así la jornada electoral en la que la primera ministra saliente, Magdalena Andersson (Partido Socialdemócrata), el dirigente de la extrema derecha Jimmie Åkesson (Demócratas Suecos) y el líder de la oposición conservadora Ulf Kristersson (Partido Moderado) se juegan el puesto en el Gobierno tras una campaña centrada en el aumento de la violencia en las calles.

Ante la ola de criminalidad, desde la Asociación de Policía sueca señalan al diario ‘Samnytt’ que el cuerpo «ha perdido el control, lo único que hacemos es apagar incendios temporalmente». Con las leyes actuales, agregan, «los criminales ni siquiera esperan ser atrapados porque es casi imposible obtener una condena sin un demandante». Por ello temen que, de seguir así, «sin consecuencias penales ni sanciones, tendremos peores crímenes violentos».

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