Pepe Mejía | El Presidente de Perú, Pedro Castillo, anunció la disolución del Congreso y el mismo Congreso lo destituyó. El autogolpe resultó literal: impactó a quien lo perpetró, el propio Castillo. Cuando fue elegido presidente, levantó ilusión y esperanza y ha terminado en una tragicomedia. Se pegó un tiro en el pie pero el golpe ya se venía fraguando desde hace tiempo. Y el mismo Castillo ayudó a su propia destitución.
En un contexto de inestabilidad permanente en lo económico, social y político la derecha y ultraderecha ganaron posiciones. Coparon el Congreso, pero también el Tribunal Constitucional y la Fiscalía. Desde el primer minuto obstaculizaron al Gobierno de Pedro Castillo.
Pero Castillo, también desde el primer minuto, incumplió sus promesas. Se desmarcó de las reivindicaciones sociales y populares. Pedro Castillo, que militó en el partido de derechas Perú Posible, gobernó para contentar a la derecha y pactó con los sectores más rancios del fujimorismo y la ultraderecha. No abordó las reformas necesarias y mantuvo una política económica a gusto de los verdaderos poderes del país: las empresas constructoras y la mafia que hay a su alrededor, la minería, la gran banca, las transnacionales extractivistas y los medios de comunicación en manos de dos familias.
Pedro Castillo nunca se apoyó ni se interesó en organizar un sustento social en torno a un proyecto. Asumió la presidencia sin proyecto. La izquierda, moderada y tecnócrata, le apoyó en un primer momento para terminar votando a favor de la vacancia.
A Pedro Castillo lo destituye un Congreso plagado de corruptos, de presuntos corruptos, de diputados violadores de trabajadoras en los despachos, de diputados puestos al servicio del narcotráfico, de diputados disponibles a las coimas y un presidente, José Daniel Williams Zapata, señalado como el autor de la masacre de campesinos en Accomarca, Ayacucho, y firmante de la Carta de Madrid impulsada por VOX.
Un Congreso cuyos integrantes defienden sólo su propio peculio y no los derechos de la población.
Pero Pedro Castillo también hizo de lo suyo. Salatiel Marrufo, ex jefe del gabinete de asesores del Ministerio de Vivienda, entregaba cincuenta mil soles peruanos al jefe del Estado en los meses de octubre, noviembre y diciembre del pasado año y enero de 2022.
Castillo se va y quedan los corruptos. Deja como defensores de la democracia a un grupo corrupto en el Congreso.
Una crisis (una más) que beneficia a la derecha y a los poderes económicos.

Una situación que beneficia a los poderes económicos
Mientras Castillo había sido destituido y calentaba asiento en la carceleta de la Prefectura de Lima, el presidente de la Sociedad Nacional de Industrias (SIN), Jesús Salazar Nishi, proponía que se siga con la política económica en favor de los poderes económicos y se mantenga al actual ministro Kurt Burneo. En la misma línea se han manifestado la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), la Cámara de Comercio de Lima, la Sociedad Nacional de Minería y Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú.
Desde diversos sectores, pero especialmente desde los medios de comunicación a sueldo de los poderes económicos, se pretende lavar a las instituciones cuando se ha visto y se ve que las instituciones (todas) están corroídas por la corrupción y el tráfico de influencias. Manuel Rodríguez Cuadros, diplomático y ex embajador de Perú en la ONU, dice: “La institucionalidad democrática resolvió la crisis”. Falso. Sólo es una tregua. La crisis sigue y se profundizará.
Aumentará la represión (como ya está sucediendo) contra dirigentes sociales, populares, sindicales, campesinas e indígenas y contra sus organizaciones.
Por otro lado, la situación de las Fuerzas Armadas y policiales.
En mi opinión, han sido el sostén, el bastón que necesitaba el Congreso de derechistas y ultraderechistas para sacar a Pedro Castillo de la presidencia. La pantomima les llevó -a dejar por escrito en un comunicado- su respeto al orden constitucional. “Cualquier acto contrario al orden constitucional establecido, constituye una infracción a la Constitución y genera el no acatamiento por parte de las Fuerzas Armas y Policía Nacional del Perú”.

Las FFAA con la ultraderecha
Pero lo cierto es que las Fuerzas Armadas están alineadas con los sectores de la derecha y ultraderecha en defensa de los intereses de la oligaquía. En el Congreso, después de la detención de Pedro Castillo, en presencia del Presidente del Congreso, ex jefe del Comando Conjunto de las FFAA, los altos mandos militares recibieron aplausos por no avalar el “golpe de Estado” de Castillo.
Como ha ocurrido en otros países donde están surgiendo grupos extremistas, en Perú algunos militares en retiro del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea han aparecido en la escena política para sumarse a los partidos de la derecha más conservadora que pedían la vacancia del presidente Pedro Castillo. Un colectivo que invoca a la violencia; exige un golpe militar por parte del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas o promueven la insurgencia para desconocer el actual mandato presidencial; y amenazan con usar sus conocimientos de combate y defensa durante las movilizaciones. [https://ojo-publico.com/3207/militares-en-retiro-discursos-extremistas-y-apoyo-politico].
No hay que perder de vista a los seguidores de Antauro Humala, una especie de populismo, nacionalista y autoritario. “Mi intuición -me dice un colega muy cercano a las esferas del Gobierno- es que hay varios funcionarios antauristas en el gobierno. Incluyendo compañeros de promoción de Antauro Humala entre jefes de las Fuerzas Armadas”. El lunes 5, Antauro Humala regresó a Lima de su gira por las regiones.
La flamante presidenta de Perú, Dina Boluarte, ha ofrecido diálogo. “Amplio proceso de diálogo con todas las fuerzas políticas”. Pero me dá la impresión que faltará algo más que diálogo. Las mesas de diálogo, impulsadas en tiempos de Castillo, fracasaron. Hoy la gente pide que el Gobierno le resuelva los problemas y no veo a Boluarte resolver problemas. La Presidenta durará lo que digan los sectores de la derecha y ultraderecha en el Congreso. Si se pliega a sus exigencias durará, y sino, ya le buscarán una salida.
Las elecciones tampoco van a resolver el problema de fondo. Aplazará la crisis, la seguirá alargando pero no resolverá los principales problemas que tiene el país.
Cada vez hay más acuerdo en que abordar la derogación de la Constitución de 1993, aprobada con Fujimori, es clave. La celebración o el impulso de un proceso que nos lleve a una Asamblea Constituyente es un objetivo necesario y válido pero hoy por hoy no hay fuerza en las calles, en las organizaciones. Está pendiente elaborar un proyecto alternativo para el país en donde estén involucrados todos los sectores. Un proyecto inclusivo, participativo, amplio, democrático, plural.
En cualquier caso, la derecha y la ultraderecha ganan en todos los escenarios. Utilizan las instituciones para sus fines y esa es una fuerte palanca.

Pendiente de levantar una alternativa de izquierda
La derecha sigue dominando porque desde la izquierda no se tiene un proyecto claro.
El pasado 23 y 24 noviembre hubo movilizaciones en Cusco, una de las regiones con fuerte desarrollo comunal y trayectoria de lucha. Se movilizaron sectores críticos contra Pedro Castillo exigiendo reivindicaciones regionales, el gaseoducto del sur, la reforma agraria…
Algunos sectores de la izquierda demandan la construcción de un amplio frente que luche contra la derecha y la ultraderecha y que sea realmente una alternativa. La Asamblea Nacional de los Pueblos es un aliciente pero todavía no está maduro. En marzo de 2022, diversas organizaciones con escasa implantación, presentaron un Plan Anticrisis.
La situación en Perú no se resuelva con un cambio de presidente o un cambio de congreso. La gente está harta y quieren que se vayan todos. Pero, de momento, no hay alternativa. Sólo la posibilidad de un estallido social puede abrir cierta esperanza. Mientras tanto, toca resistir y preparar la alternativa.