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Marko Mastrocecco | En contra de las declaraciones del consejero de sanidad Enrique Ruiz Escudero, las salas de urgencias de los hospitales de la Comunidad de Madrid están al borde del colapso, como prueban las fotos que se han difundido en estos días del hospital de La Paz. La sobrecarga no es solo una prueba de que las medidas de control del virus tomadas por las instituciones hasta ahora han sido insuficientes y equivocadas, sino el colapso de enfermos de covid en lugares inadecuados representa una bomba de relojería para el próximo futuro, con el riesgo de anular los esfuerzos y sacrificios hechos hasta ahora.

Desde el MATS, sindicato de trabajadoras y trabajadores de
sanidad en Madrid, se denuncia la decisión de trasladar algunos pacientes con
covid al hospital Isabel Zendal. El reconocimiento público tanto de los
trabajadores y trabajadoras que han llevado a cabo la construcción de las
instalaciones, como del personal sanitario, sobre la precaria situación del
centro. Así como las numerosas denuncias de plataformas en defensa de la
sanidad pública y sindicatos, ha hecho que sean muchos los pacientes que se
niegan a ser ingresados en el hospital Zendal.

Por otra parte tampoco será una solución este centro
hospitalario en plena tercera ola como la que nos encontramos, ya que muchos
pacientes no pueden ser derivados a ese hospital. Este, de hecho, debido a su
baja capacidad de resolución, solo admite pacientes leves como los que iban al
IFEMA, así que las personas mayores dependientes o con casos moderados o graves
del coronavirus no se pueden enviar para allá.

Otro problema que agrava la situación es el pésimo servicio
que prestan las empresas de ambulancias desde hace muchos años. El Hospital La
Paz tiene dos hospitales satélite que son Cantoblanco y Carlos tercero, a los
que se podría enviar los pacientes, pero como el servicio de ambulancias lleva
años empeorando con contratos a la baja y falta de personal, cuando además
llega la nieve y complica la situación, su funcionamiento es absolutamente
desastroso.

A esto se suma la falta de ropa de cama y de pijamas para los
pacientes porque la lavandería hospitalaria también se ha privatizado, mientras
que anteriormente cada hospital lavaba su ropa. Así que ahora que los camiones
tienen más dificultad para circular si el servicio ya era malo y escaseaba la
ropa directamente no está llegando la ropa limpia y no se están llevando la
ropa sucia.

Esta última denuncia resulta especialmente escandalosa: “se
ha llegado a considerar la limpieza y la higiene en el sector sanitario como si
fuera la de una cadena de hostelería, ignorando la necesidad estratégica que
tienen los hospitales de mantener una propia autonomía” como señalan desde el
MATS. Esto resume la ineptitud e ignorancia de la clase política, otra vez.
Además del servicio mucho peor debido a retrasos, errores y faltas graves en
situaciones de emergencia, la centralización de un servicio como este tiene sus
aspectos negativos que paga toda la sociedad: mayor consumo de gasolina para el
transporte, mayor contaminación, mayor congestión en las carreteras.

Detrás de esta situación crítica vuelve a ser evidente la
incapacidad del sistema sanitario de sostener una emergencia, incapacidad
determinada por una política de erosión que lleva años debilitando los
servicios públicos, con el objetivo de sacar un poco más de beneficios para los
inversores privados en un sector que solo debería tener gastos. Esos gastos, de
hecho, son la inversión de toda la sociedad, esa sí inversión de verdad, ya que
sin una sanidad fuerte no puede existir una verdadera sociedad del bienestar.

Marko Mastrocecco es militante de Anticapitalistas Madrid.



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