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Demócratas vs Republicanos

Si en los Estados Unidos de la década de los años 60 preguntaras a demócratas y republicanos cuales eran sus mayores miedos y preocupaciones con respecto a la política, ambos coincidirían en señalar a rusos y comunistas como el objeto de sus mayores temores. Se trata tan solo de un ejemplo de como hubo un tiempo en que podía resultar habitual que más allá de sus diferencias, distintas opciones políticas pudieran encontrar diversos nexos de unión.

Hoy no obstante las cosas parecen haber tomado una dirección completamente opuesta. Podemos observarlo en una sociedad cada vez más víctima de la propaganda, del paulatino e inexorable empobrecimiento del sistema educativo y del escaso espacio para el matiz en unas redes sociales en las que todo es cada vez más blanco o negro, así como en el auge de los movimientos y las políticas identitarias.

El desdén por el partido político contrario, ahora y por primera vez en la historia, supera el afecto por el propio partido

Según parece, en los Estados Unidos todo empezó a torcerse desde el enfrentamiento entre Newt Gingrich y el expresidente Bill Clinton en la década de 1990. Desde entonces, la amarga polarización entre los partidos republicano y demócrata en Estados Unidos — el escenario patrio también da buena cuenta de ello— ha ido en aumento. Ahora, en un intento de comprender los mecanismos que han dado lugar a una grieta que se hace cada vez mayor a la hora de entender la realidad, un equipo de científicos dirigidos por la Universidad de Northwestern, acaba de publicar esta semana en la revista Science un nuevo estudio con el fin de proporcionar una amplia revisión de la literatura científica e interpretar el estado actual de la política. Entre las conclusiones principales de dicho estudio, titulado «Political sectarianism in America» encontramos que el desdén por el partido político contrario, ahora y por primera vez en la historia, supera el afecto por el propio partido.

Los sectarios son los otros

Para describir el fenómeno, el artículo introduce el concepto de «sectarismo político». El sectarismo político tiene características del fervor religioso como el pecado, la vergüenza pública y la apostasía. Pero a diferencia del sectarismo tradicional, donde la identidad política es secundaria a la religión, en este caso la identidad política se ha tornado un asunto primario.

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«En el estado actual de la política el sectarismo es una fuente de prejuicios, discriminación, distorsión cognitiva y una visión de la realidad que responde más a un enfoque subjetivo que a una mirada objetiva de los hechos y los datos, lo que socava la capacidad de los distintos partidos políticos para cumplir sus funciones centrales de representar a la ciudadanía y resolver los problemas de la nación», explica el profesor de psicología de la Universidad de Northwestern y autor principal del artículo, Eli Finkel. «Se trata de un camino que lleva a que la gente esté cada vez más dispuesta a apoyar a sus candidatos, aunque estos socaven la democracia, así como a favorecer la violencia en apoyo de sus objetivos políticos».

Para asegurarse de que su síntesis se apoyaba en la base de un conocimiento colectivo, Finkel reclutó a varios expertos en seis disciplinas académicas distintas: ciencias políticas, psicología, sociología, economía, administración y ciencias sociales de la información. Una revisión sistemática de docenas de estudios de investigación llevó a los autores a identificar la otredad, la aversión y la moralización como los tres ingredientes clave del sectarismo político que al combinarse forman el «cóctel venenoso» que sufrimos hoy en día. Estos 3 ingredientes llevan a los ciudadanos a ver al «otro» como alguien diferente y ajeno a la comunidad propia, alguien desagradable o alguien inmoral respectivamente.

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Usando los datos de encuestas representativas a nivel nacional desde la década de 1970, los autores calcularon la diferencia entre los sentimientos «cálidos» de los estadounidenses hacia sus compañeros ideológicos y los sentimientos «fríos» hacia sus opuestos. Y si bien los sentimientos hacia los propios compañeros se han mantenido consistentemente cálidos, los sentimientos hacia quien difiere en lo ideológico se han enfriado radicalmente, y lo que en un pasado podría denominarse como un sentimiento tibio en el que no compartir unas ideas no era sinónimo de conflicto, hoy se han vuelto tan fríos que incluso superan esos sentimientos cálidos hacia los propios correligionarios, convirtiendo el odio hacia el rival político en el sentimiento dominante en la política estadounidense.

«Las cosas se han vuelto mucho más graves en la última década, todo se está polarizando cada vez más, y no hay señales de que hayamos tocado fondo»

«Las cosas se han vuelto mucho más graves en la última década, todo se está polarizando cada vez más, y no hay señales de que hayamos tocado fondo», declara el coautor del estudio James Druckman, profesor de ciencias políticas del Instituto de Investigación Política de Northwestern. «Por mucho que las partes difieran entre sí, los partidarios perciben diferencias aún mayores, creyendo, por ejemplo, que la otra parte es ideológicamente extrema, comprometida y hostil».

El retorno a la sobriedad política

¿Es posible desandar el camino y volver a un punto en el que comenzar a coser las grietas del tejido social? Tras identificar tres de las principales causas actuales del sectarismo político, los autores sugieren algunos enfoques potenciales para abordarlo y mitigarlo.

  • La primera de estas causas consiste en lo que los autores denominan como alineación de identidades, en la que los partidos políticos se han clasificado y separado en una «megaidentidad» segregada por líneas raciales, religiosas, educativas y geográficas.
  • La segunda causa la encontramos en la conversión de los medios de comunicación en propaganda afín a las distintas ideologías, cuyos inicios podemos encontrarlos en el cese en 1987 de la llamada «Doctrina de la Equidad» de 1949, la cual comprometía los medios a tratar temas de interés público de una manera honesta, equitativa y equilibrada, y les imponía la obligación de mostrar los diversos puntos de vista en torno a las cuestiones políticas.
  • En tercer lugar los autores defienden que la polarización ideológica de la élite política, con políticos republicanos cada vez más a la derecha del espectro político y políticos demócratas cada vez más a la izquierda, ha conducido a una polarización cada vez mayor de la población, llevando a estos a un circulo vicioso en el que se han vuelto cada vez más dependientes de unos votantes cada más extremistas.

Para los investigadores un modo de mitigar las percepciones erróneas de los rivales políticos consiste en alentar a las personas a participar en interacciones entre partidos. «Si las diferencias entre demócratas y republicanos fueran realmente tan extremas como creen los estadounidenses, eso podría ayudar a explicar el desprecio», observa Finkel. «Pero estas diferencias existen más en la mente de las personas que en la realidad. Hay muchos puntos en común, pero para muchos estadounidenses es algo difícil de ver», continúa. «Simplemente hay que recordarle a las personas lo que tienen en común».

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Los investigadores también advierten sobre un aspecto que desde otras esferas se lleva poniendo de manifiesto desde hace algún tiempo, y es que se requieren profundos arreglos estructurales en ámbitos como el de las redes sociales donde la legislación esta aún bastante ausente, y en las cuales los algoritmos deberían velar por limitar el alcance del contenido falso o hiperpartidista.

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