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Los humanos somos seres eminentemente visuales, o al menos eso queremos pensar. En este sentido, gran parte del modo en el que entendemos el mundo procede de la forma en que nuestros ojos -en realidad nuestro cerebro a través de los ojos- interpretan la realidad.
Sin embargo, más allá de lo que observamos de forma consciente, la visión nos aporta una gran cantidad de información subliminal que procesamos automáticamente. He aquí la razón por la que, en base al lenguaje corporal de nuestros semejantes, podemos advertir hasta que punto una persona se siente cómoda, o no, en determinada situación. He aquí también la razón de por qué las mujeres se sienten más atraídas por hombres de constitución fuerte, y de por qué los hombres lo hacen por mujeres de caderas anchas y pechos voluptuosos. En ambos casos, lo que en medio de este juego de la atracción sexual nuestro cerebro está interpretando de manera implícita, son unas mayores probabilidades de lograr el propósito para el que todos los seres vivos de este mundo estamos programados: la exitosa transmisión de nuestros genes a la siguiente generación.
¿Quieres encontrar pareja? Fíate de tu olfato
Pero hablando de selección sexual, y del modo en que los sentidos se ven implicados en ella, aunque de una manera que ha pasado más desapercibida para el común de los mortales, un sentido que toma una especial relevancia en la cuestión es el del olfato. Y es que, a pesar de lo que podamos creer, gran parte de nuestras decisiones a la hora de elegir pareja están condicionadas por este sentido. Existen varios estudios al respecto que además tienen como eje central el llamado Complejo Mayor de Histocompatibilidad (CMH), un conjunto de genes relacionados con el sistema inmunitario y perceptibles -aunque inconscientemente- por el olfato, que permite al organismo discriminar entre lo propio de lo extraño.
Gran parte de nuestras decisiones a la hora de elegir pareja están condicionadas por el olfato.
Así, muchas mujeres se sienten atraídas por aquellos hombres con un olor parecido al de sus padres, algo que les parece indicar que el éxito reproductivo de este tiene posibilidades de volver a materializarse gracias a una pareja con esta característica.
Otro tipo de información que, tanto mujeres y hombres, parecemos percibir a través del olfato, guarda especial relación con el anteriormente citado CMH. De este modo, cuanto más distinto es el CMH entre los progenitores, mayor resistencia inmunitaria a las enfermedades tendrán los hijos que conciban, y es precisamente a través del olor de la persona del sexo opuesto, que los seres humanos podemos detectar estas diferencias y nos sentimos inclinados a elegir como compañeros sexuales -o sentimentales- a personas con un CMH tanto más distinto al nuestro, mejor.
El olor y los amigos
¿Pero que sucede respecto a la amistad? Ahora un estudio publicado en la revista Science Advances bajo el título There is chemistry in social chemistry, acaba de concluir que las personas con olores corporales similares tienen más probabilidades de llevarse bien y hacerse amigos. También que las parejas de amigos ya establecidas suelen mostrar un olor más parecido que parejas de extraños seleccionadas al azar. Es más, gracias al diseño de una nariz electrónica que analiza similitudes entre olores corporales, el equipo de investigadores liderado por la investigadora del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, Inbal Ravreby, pudo incluso predecir que pares de extraños serían más proclives a unirse durante las interacciones sociales.
Para llegar a sus conclusiones el equipo de Ravreby reclutó a 20 grupos de amigos no románticos del mismo sexo que previamente habían informado que tras conocerse habían «hecho clic» inmediatamente. Después, los investigadores tomaron muestras de los olores corporales de los participantes con su nariz electrónica, la cual estaba equipada con 10 sensores sensibles al óxido de metal, 5 de los cuales respondieron a los olores.
Las personas con olores corporales similares tienen más probabilidades de llevarse bien y hacerse amigos.
Utilizando estos datos, los investigadores representaron cada olor corporal como un vector de 5 dimensiones y calcularon las distancias euclidianas entre los 2 olores corporales de cada pareja estudiada. Fue de este modo que pudieron comprobar que los olores de los amigos estaban más cerca en este espacio que los de los pares formados por parejas aleatorias. Para corroborar los resultados, pruebas adicionales también revelaron que la nariz electrónica podría predecir que parejas de olores elegidas al azar pertenecían a aquellas personas que habían hecho ese «clic» inmediato al comienzo de sus relaciones.
Pero más allá de lo interesante de este hecho, el estudio del equipo de Ravreby pretende ir un paso más lejos, ya que sus resultados, según explican los autores, se corresponden con los informes de que las personas que sufren pérdidas olfativas experimentan son más proclives a experimentar deficiencias en sus relaciones sociales, algo que también parece corroborar la constatación de que la quimioseñalización social se muestra alterada en algunas personas con trastorno del espectro autista. “Creemos que nuestros resultados implican que podemos parecernos más de lo que creemos a otros mamíferos terrestres en los que el olfato juegan un papel mucho más evidente y primordial”, afirman los autores. «Este mensaje es importante, porque más allá de una comprensión más profunda del comportamiento humano, puede apuntar hacia nuevos caminos basados en el olfato para la intervención en el deterioro de las relaciones sociales», concluyen.
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