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Condiciones en las que vivían las personas retenidas en las naves de cultivo de marihuana.
Condiciones en las que vivían las personas retenidas en las naves de cultivo de marihuana.

Las imágenes duran tres minutos. Es el resumen policial de la Operación Long. La peor parte son los colchones en el suelo, unos contra otros, ollas esparcidas por mesas, botellas con líquido amarillo, cartones a modo de cama con nórdicos tirados encima. Habitáculos sin ventanas, con ropa tendida en cuerdas y suciedad. Así vivían las 10 personas rescatadas por los Mossos de una organización de traficantes de marihuana. Esclavos de un grupo criminal, algunos de los cuales llevaban un año encerrados en naves dedicadas al cultivo. La juez ha ordenado el ingreso en prisión de cuatro de los ocho detenidos.

La operación arrancó en 2019, cuando los Mossos supieron, gracias a la presión constante que ejercen contra el cultivo de marihuana, que una mafia china podría estar traficando con personas. Con la novedad que esta vez las víctimas no eran trasladadas a España para ser explotadas sexualmente o en supermercados o en centros de masajes, sino que las encerraban y las obligaban a ser cultivadoras de marihuana para saldar una deuda contraída con el clan: entre 10.000 y 30.000 euros por el periplo.

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“Es la primera que el dispositivo se encamina a liberar a estas personas, independientemente de imputar luego los delitos al grupo criminal”, explica el jefe de crimen organizado de los Mossos d’Esquadra, el inspector Toni Salleras. Ya durante las intervenciones telefónicas, los investigadores escucharon a los explotadores hablar de sus rehenes. “Contaban que alguno de ellos llevaba más de un año sin salir de la nave”, recuerda Salleras. La declaración de una de las dos mujeres, entre las diez víctimas, confirmó sus sospechas: “Cuando entré en la plantación, nadie llevaba mascarilla en la calle. Y ahora que he salido, sí”. Las víctimas fueron liberadas el pasado 25 de mayo, cuando aún era obligatorio el cubre bocas, que se utilizó en la calle durante 401 días en España.

La irrupción de los Mossos, que usaron un autobús para trasladar a las personas rescatadas a onegés especializadas en la trata de seres humanos, pilló a las víctimas por sorpresa. “Eran conscientes de que estaban retenidas, pero había también un shock cultural”, explica el inspector Salleras. Algunos creían que tarde o temprano saldrían de allí, una vez saldada una deuda que crecía a gusto de los tratantes. “Les llevaban comida una vez por semana. A veces, si no podían, una vez cada 10 días”, cuenta el investigador. Alguna de las víctimas intentó escapar, pero no lo logró: “Dentro de la plantación había miembros de la organización”, aclara Salleras.

Su trabajo en la nave consistía en el cultivo de la marihuana. Los Mossos desarticularon cuatro en total. “Estaban muy bien instaladas, con un ritmo de producción industrial”, relata el inspector. Las víctimas se cultivaban la marihuana desde el primer estadio, controlaban el crecimiento, el desplantado, el secado, la extracción de cogollo y luego el envío de la droga. Además, en cada nave había salas distintas con plantas en diversos estadios de crecimiento para que la producción fuese constante.

Las víctimas, de entre 20 y 30 años, eran elegidas por su vulnerabilidad económica. Para trasladarlas a España, primero entraban en la Unión Europea con visados falsos. La red hacía pasar a las personas por representantes de una empresa que participaba en una feria, por ejemplo de Lituania. Una vez dentro del espacio Schengen, las movían por distintos países hasta acabar encerradas en una de las cuatro naves que tenían en Abrera, Centelles, Santa Coloma de Cervelló o Sant Andreu de la Barca, todas en la provincia de Barcelona. Además, les retiraban el pasaporte.

Los Mossos detuvieron a ocho personas acusadas de formar parte de la organización criminal, que se dedicaba a la trata de personas y el tráfico de drogas, además de la falsedad documental y el fraude de fluido eléctrico. El juzgado de instrucción número 32 de Barcelona ordenó el ingreso en prisión de cuatro de ellas. El líder del grupo, considerado por los Mossos un cabeza de serpiente del Bang de Fujian, carecía de antecedentes y regentaba otros negocios en Barcelona. El resto, sumaban cuentas pendientes por explotación sexual y tráfico de drogas.

Los Mossos calculan que la red ganó unos dos millones de euros con el tráfico de marihuana, que enviaban a través de servicios de paquetería a ciudades como Glasgow, en el Reino Unido, y puntualmente también a localidades de los Países Bajos, como Ámsterdam, la Haya o Eindhoven. Los Mossos controlaron el envío de 50 paquetes, con entre 8 y 10 kilos cada uno. Según sus cálculos, traficaron con 450 kilos de marihuana. En los registros, también localizaron 5.500 plantas de marihuana, 60 kilos de cogollos preparados para su distribución y 42.600 euros en efectivo.

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