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El reconocimiento de su país, España, por su lucha contra el fascismo en la Guerra Civil y luego contra los nazis, lo que lo condujo al exilio y a sufrir el horror de los campos de concentración, tardó en llegar, pero lo hizo a tiempo. Apenas mes y medio después de recibir esa reparación, Juan Romero, el último superviviente español del campo de Mauthausen, ha fallecido a los 101 años en Francia, donde continuó su batalla contra los totalitarismos y donde se instaló tras la Segunda Guerra Mundial, ante la imposibilidad de volver a la España de Franco.
La noticia de su muerte fue facilitada el domingo en Twitter por la vicepresidenta Carmen Calvo, quien a finales de agosto acudió a Aÿ-Champagne, donde vivía Romero, para entregarle la declaración de reparación y reconocimiento personal por “su lucha contra el fascismo, por las libertades y en defensa de la democracia”. El presidente, Pedro Sánchez, envió en la misma red social un “recuerdo para un héroe de nuestro país que luchó contra el fascismo, por las libertades y en defensa de la democracia”.
Romero (Torrecampo, Córdoba, 1919) era un adolescente cuando estalló la Guerra Civil. No dudó en alistarse en el Ejército fiel a la República, con el que combatió en los frentes de la sierra de Guadarrama, Brunete, Guadalajara, Teruel y en la batalla del Ebro, en la que resultó herido. “Teruel fue lo más terrible”, recordaba en una entrevista con la agencia Efe en vísperas del homenaje que encabezó Calvo. Fue uno del medio millón de republicanos que se exiliaron en febrero de 1939 a Francia tras la caída de Cataluña.
Su lucha contra el fascismo no había acabado. Aunque nada más llegar a Francia fue internado en Vernet d’Ariège, uno de los campos en los que acabaron buena parte de los republicanos huidos, en abril del mismo 1939 se alistó en la Legión Extranjera para combatir al nazismo en lo que ya parecía una guerra inminente. Destinado en principio a Argelia, tras la invasión nazi de Francia en mayo de 1940, fue hecho prisionero cerca de Épinal, junto a un amplio número de republicanos españoles, y trasladado al Stalag III-A, un campo de prisioneros de guerra en Luckenwalde, a 52 kilómetros de Berlín. Como contó a Efe en agosto, salvó la vida gracias a un soldado alsaciano que convenció a los guardas nazis de que no había sido él quien había dibujado una hoz y un martillo en los baños, pese a que su pasado de republicano español le convertía en el principal sospechoso.
En agosto de 1941, fue trasladado a Mauthausen, donde tuvo el número de prisionero 3.799. Fue destinado primero a la infame y mortal cantera del campo de concentración. “Cuando terminaba el día, subíamos una piedra por la escalera, y que no fuera pequeña… Los SS eran unos criminales. Todos los días llegaban los carros de la cantera llenos de muertos”, recordó en el portal deportados.es. Más tarde fue destinado al servicio de acogida de nuevos reclusos. “Veía a toda la gente que entraba en las cámaras de gas”, rememoraba este verano. “Algunos pasaban primero por el campo de concentración, pero a otros les llevaban a las duchas directamente desde el tren”.
Como él, otros 9.300 españoles, algunos menores, acabaron en campos nazis. Solo por Mauthausen pasaron entre 1940 y su liberación por tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945 unos 7.300, de los que fallecieron 5.000. Los nazis les señalaban con un triángulo azul, que los identificaba como apátridas. El franquismo no les reconocía como ciudadanos españoles.
En 1945, Romero fue repatriado a Francia y llegó a Aÿ-Champagne, cuyos tres campos de recepción acogieron a más de la mitad de los españoles supervivientes de Mauthausen, según se recordó en su ceremonia de reparación, a la que asistió muy frágil, pero profundamente emocionado. Acabó rehaciendo su vida y fundando una familia en esa región, donde ahora ha fallecido, no sin antes ver reconocida su lucha tanto por su país de acogida (en 2016 fue condecorado con la Legión de Honor) como por su España natal.
En el homenaje de agosto, Calvo agradeció a Romero en nombre del Gobierno su lucha contra el franquismo y su defensa de la democracia. “Siempre estaremos en deuda con los antifascistas españoles”, enfatizó.
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