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Entre los grupos desfavorecidos, los inmigrantes son un importante grupo de interés a nivel mundial. Según la ONU, en 2021 había 280,6 millones de migrantes en todo el mundo. A pesar de las crecientes tendencias migratorias y del hecho de que todos vivimos en entornos étnicamente diversos, los inmigrantes que llegan a las fronteras de los países occidentales suelen ser retratados en los medios de comunicación como personas que experimentan y expresan emociones negativas, que van desde la desesperación y la tristeza hasta la ira y el miedo. Aunque las imágenes de inmigrantes llorando abundan en los medios de comunicación, se sabe poco sobre las reacciones a las lágrimas emocionales derramadas por miembros de otros grupos, incluidos los grupos socialmente desfavorecidos como los inmigrantes.

 

Una investigación realizada por investigadoras del grupo Cultura, Cognición y Emoción (CCE) de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) aborda la cuestión de si las lágrimas emocionales pueden suscitar la solidaridad, incluido el ofrecimiento de apoyo emocional e instrumental, con miembros de otros grupos, como los inmigrantes o los solicitantes de asilo. “La gente suele querer ayudar a los que lloran, pero ¿están los miembros de la sociedad de acogida más dispuestos a ayudar a las personas inmigrantes cuando ven estas imágenes llorosas?”, cuestiona la doctora Magdalena Bobowik —miembro del grupo CCE durante la investigación y actualmente colaboradora externa del mismo—. Se trata del primer estudio sobre los efectos sociales de las lágrimas emocionales realizado en el contexto de interculturalidad, “es la primera investigación que muestra que esas señales emocionales pueden cambiar las respuestas que tiene la sociedad de acogida hacia las personas migrantes”, añade.

 

Así, realizaron tres experimentos con 546 adultos, en los que utilizaron imágenes estandarizadas de manifestaciones emocionales. “En comparación con las expresiones sin lágrimas (es decir, neutras y tristes), los y las observadoras percibieron a la persona inmigrante que llora como más cálida pero no menos competente. También sintieron más compasión (pero no malestar) y estuvieron más dispuestas a ofrecer a la persona inmigrante apoyo emocional (es decir, acercarse y consolar) y apoyo instrumental (es decir, donar dinero a una organización que ayuda a las personas inmigrantes, pero no ofrecer su tiempo)”, apunta Bobowik.

 

“Hemos demostrado que las lágrimas son una señal afiliativa universal que transmite calidez, despierta compasión (pero también ira) y aumenta las intenciones de ofrecer consuelo emocional y ayuda instrumental a una persona inmigrante necesitada mediante donaciones monetarias —explica Nekane Basabe, catedrática en Psicología Social de la UPV/EHU—. Las imágenes de inmigrantes derramando lágrimas activan respuestas similares a las de los miembros del propio grupo”.

 

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Magdalena Bobowik y Nekane Basabe con varios colaboradores y miembros del grupo de investigación. (Foto: UPV/EHU)

 

En opinión de Basabe, “comprender los efectos de la comunicación no verbal, incluida la expresión de las emociones, entre los miembros de grupos desfavorecidos puede ser especialmente crucial para combatir la discriminación y los prejuicios”.

 

«Esta investigación es —en opinión de Bobowik— un punto de partida para entender cómo la exposición a contenidos audiovisuales emocionales influye en la forma en que vemos y reaccionamos hacia los miembros de las minorías étnicas y otras minorías sociales. Espero que nuestra investigación haga reflexionar sobre que los medios de comunicación pueden elegir con qué expresión o emoción específica representar a los miembros de ciertos grupos minoritarios y que estas representaciones se traducen en respuestas sociales específicas”.

 

El estudio se titula “When They Cry: Tears Facilitate Responses toward Members of Socially Disadvantaged Groups”. Se ha llevado a cabo en colaboración con la Universidad de Utrecht (Países Bajos), la Universidad Jagielloniana (Polonia) y la Nueva Escuela de Investigación Social (Estados Unidos. Y se ha publicado en la revista académica Emotion. (Fuente: UPV/EHU)

 

 

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