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Marko Mastrocecco, Laura Trulli y Antonio Famiglietti | El pasado 21 y 22 de septiembre en Italia se ha celebrado un referendum que preguntabaal pueblo la confirmación del recorte de parlamentarios, que las Cortes habían aprobadocon mayoría absoluta el 8 de octubre 2019, aunque sin alcanzar la mayoría cualificada dedos tercios. La ley aprobada en el congreso prescribe reducir los miembros de la C ámarade diputatos de 630 a 400 y los del Senado de 315 a 200 (electivos, siguen existiendo lossenadores vitalicios y los 5 nombrados por el Presidente de la República).

Acudió al voto el 51% de los que tienen derecho. El 70% de estos votó SI y el restante30% NO. Quienes escriben están entre estos últimos.

Aunque se pueda percibir como un éxito en contra de los privilegios de la casta pol ítica,hay que despejar la mirada para entender cómo dicha casta ha sabido moverse en el paísde Maquiavelo, celebrando una nueva victoria del populismo.

A partir de los históricos procesos de Mani Pulite, que vieron la caída de la DemocraciaCristiana, la “Ballena Blanca”, y la desaparición de su principal aliado, el Partido Socialistade Craxi (partido de referencia de Berlusconi), las y los italianos han alimentado su odiohacia la clase política. Se había demostrado que las fuerzas conservadoras habíanparado al PCI gracias a la corrupción de palacio, que afectó a los principales empresariosdel país. La democracia representativa era la mayor presunción de la burguesía frente a larevolución proletaria. Había que hacer algo.

Después, la desilusión llegó por parte de quien hacía bandera contra la corrupción, elpartito de Di Pietro, el fiscal a quien tocó interrogar al todopoderoso Bettino Craxi en losfamosos procesos que lo vieron condenado. El caso de parlamentarios que se vend ían,como el celebérrimo Razzi, construyó un estereotipo de parlamentario cuyo objetivo es“comer”, e hizo de este partido, más que la bandera de algo, el partido de las banderolasque se movian según el viento que más le convenía a cada uno.

Estos acontecimientos acabaron con la seriedad que tenía la institución y con sucreibilidad. Había que hacer algo: mejor reducir el número de los privilegiados que losprivilegios mismos.

Los gobiernos D’Alema (PD,1999), el tercer gobierno Berlusconi (Forza Italia, 2001), elsegundo Prodi (PD,2006), Letta (gobierno técnico PD, 2013) y finalmente Renzi (gobiernotécnico PD, 2016) elaboraron propuestas de disminuciòn de parlamentarios, pero nuncallegaron a conseguirlo. La reforma constitucional Renzi-Boschi, igual que la propuesta delgobierno Berlusconi, llegó a someterse a referéndum. Contrariamente a hoy, ganó el NOcon un récord de afluencia del 65% el primero, y 60% el segundo. La reforma de Renzi, lamás cercana en el tiempo, recibió un 65% de NO. Algo similar a lo que ha pasado hoy, pero al revés.

Para entender estas oscilaciones de resultados hay que saber ver las votaciones como elinstrumento que los jefes de partido y de gobierno utilizan para sondear su nivel depopularidad y para hacerlo pesar en contra de sus adversarios. Es fundamental distinguirquién promueve el referéndum y cómo se formulan las preguntas: Renzi quería inclusosustituir el Senado actual por uno compuesto por alcaldes y consejeros regionales, y lopresentaba abiertamente como un voto de confirmación a su presidencia, a la cual nohabía llegado por elección.

Muchos de los que votaron su reforma en el congreso, luego pasaron a apoyar el NO,incluso dentro de su partido, mientras que hoy han apoyado el SÍ. Otros, como la Lega,esta vez han dicho de todo: SÍ, NO, no sabe/no contesta.

El movimiento 5Stelle, fuerza de gobierno y hoy promotores del referéndum, hanintroducido en la política nacional (quizás global) las armas populistas más arrojadizas,entre ellas el odio ciego a los políticos, aunque, eso sí, sin proponer algo distinto de lademocracia representativa burguesa. Si esta no funciona, bien, su solución es quitarrepresentantes, nunca cambiar las reglas de representación.

Mejor reducir el número de los privilegiados que los privilegios mismos

De hecho, nunca se propuso la disminución del sueldo de los parlamentarios, queasciende a 5.300 euros, pero que se ve aumentado por una cantidad de reembolsos quehace llegar a nada menos que a 14.630 euros mensuales la paga de los senadores y13.970 la de los diputados. Según un estudio del Independent parliamentary standardsauthority (Ipsa), un parlamentario italiano cuesta al estado 120.500 libras anuales, el doblede los británicos y nada menos que seis veces lo que le cuestan los suyos al Estadoespañol. Hay que mirar estos datos antes de exaltarse y pedir que se haga como en Italia.

La explicación que normalmente se ofrece al problema es que los políticos deben tener unsueldo más alto que la media para que no se dejen corromper.

Nos asombra descubrir que aún hay quien se cree esta explicación, que expresa toda lacara dura del establishment al servicio de la burguesía neoliberal. Podemos estar segurosde que ellos se ríen al hacernos creer que percibir 14.000 euros al mes hace a alguienrico al punto de ser incorruptible. ¿No fue el mismo Berlusconi quien en los ’80 empezó aasegurarse los mejores futbolistas a golpe de millones? ¿Quién se cree que si uno gana14.000 euros no puede ser comprado ofreciéndole 50.000, o 100.000, o más, además defavores de todo tipo? De hecho, tampoco se habla de las asombrosas pensiones, cuyoderecho madura con solo dos años de legislatura, y que no tiene que ver con la“posibilidad de ser corrompido”, ya que se trata de ex parlamentarios.

Los casos antes mencionados demuestran que no hay sueldo que pare la codicia. Al revés, como resultó con Mani Pulite y como también se ha revelado en el Reino deEspaña, son justamente los más ricos quienes son objeto de corrupción, no tanto lospequeños funcionarios. Además, un voto de confianza a un gobierno se puede llegar apagar cifras inaccesibles en nuestras vidas, que sin embargo los poderosos recuperanrápidamente gracias a leyes que le hacen ganar millones.

La disminución de representantes será un grave problema para los territorios “periféricos”.Aunque no se pueda (aún) hablar de una “Italia vacíada”, los sistemas territoriales se hanvisto muy degradados en los últimos años: pierden población, actividades y peso político yse reducen a tierras de conquista para las corporaciones nacionales y globales, quepueden instalar sus infraestructuras sin demasiada oposición y con menores costes deexpropiación. Un favor para las mafias. Con Renzi y su “gobierno del hacer”, en línea conla época Berlusconi, se desató la permisividad de infraestructuras desproporcionadas,vertederos o nuevas minas, relajando mucho los criterios de salud pública.

Debilitar el órgano legislativo tiene como efecto inmediato el fortalecimiento del ejecutivo,la dificultad en constituir comisiones parlamentarias, la pérdida de peso político ydecisional del único órgano elegido directamente por el pueblo (al menos en teoría). Unapérdida que lamentablemente empezó ya hace mucho con la introducción del sistemamayoritario y luego sus variaciones hasta el proporcional con listas bloqueadas, pasandopor indignas leyes electorales hechas ad hoc. El congreso ya no sirve para discutir.

El verdadero problema que tiene la actual casta política con el número de parlamentariosestá en la posibilidad de control que el jefe de partido tiene sobre ellos. Aquel que acude avotar debería pregutarse para qué sirven los diputados.

Si la gente, el pueblo, no vuelve a preguntarse sobre el sentido de una asambleaparlamentaria, poco falta para que se haga otra pregunta:¿por qué limitarse a recortardiputados, cuando podrían mandar directamente los jefes de partido que se ven en latele? O, tal vez, un hombre solo, un monarca absoluto, un dictador.

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