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«Karabaj es Azerbaiyán» se ha convertido en un mantra en Bakú, sea en las redes sociales, en la televisión, en las tiendas o en las paradas de autobús. Lo que fue una pesadilla durante 30 años, se ha convertido ahora en un sueño: recuperar el territorio.

«Sueño con mi patria desde hace 28 años. Ya pensaba que le dejaríamos el problema a las próximas generaciones«, comentó a Efe Alí Medzhidov, pensionista residente en la capital azerbaiyana.

La vergüenza de la derrota en la guerra ante Armenia persiguió durante todos estos años a muchos azerbaiyanos, especialmente a aquellos que combatieron, fueron expulsados de sus casas o perdieron a seres queridos en los pogromos.

Los éxitos militares publicitados a bombo y platillo por Bakú en el frente del Karabaj, que se encuentra a apenas 300 kilómetros de Bakú, han insuflado nueva vida al sentimiento de nostalgia por la tierra perdida.

Patria perdida

«Estoy henchido de orgullo por nuestro Ejército, que cada día que pasa me acerca más al regreso a casa, a la ya liberada Dzhabraíl. ¡Mi ciudad es libre!», comenta. Alí se vio obligado a abandonar en 1992 la ciudad que, según anunció por televisión el presidente, Ilham Alíev, ha sido recuperada por el Ejército azerbaiyano.

Con lágrimas en los ojos, subraya que la alegría sólo será completa cuando los soldados azerbaiyanos pongan sus botas en la histórica Shushá, que llama «cuna cultural del pueblo azerbaiyano».

Durante la primera guerra la enfermera Sevda Mamédova tuvo que huir de Shushá, que ha sido bombardeada por Azerbaiyán en los últimos días, causando graves daños al centro cultural y a la catedral de Cristo Salvador.

«Tenía siete años cuando tuve que abandonar Shushá. Pero recuerdo bien la belleza de nuestra tierra, el aire puro como el cristal, nuestras pintorescas montañas, los manantiales y su increíble agua», relata invadida por la nostalgia.

Duda sobre el estado de su casa, si aún estará en pie o habrá sido destruida, aunque matiza que «lo que importa es volver». «Lo importante es recuperar nuestra patria, el resto se puede solucionar. Los avances de nuestras tropas nos dan alas y esperanza en su liberación», comenta.

Orquesta para la paz

También sueña con volver el rector de la Academia Musical de Bakú, Farjad Badalbeili, quien planea abrir una escuela musical en la ciudad. «Shushá es merecidamente conocida como el conservatorio del Cáucaso. Y es que es la ciudad natal de Uzeyir Hajibeyov, el autor de la primera ópera en el mundo musulmán ‘Leyli y Medzhnun'», destaca.

También proceden de ese lugar muchos otros compositores, directores e intérpretes, por lo que no descarta que la nueva academia acepte a estudiantes azerbaiyanos y armenios«¿Por qué no? Por supuesto, en los primeros años será difícil. Se necesita tiempo. Habrá que hacerlo de manera gradual y civilizada. Es posible que la música sea embajadora de la paz», indica.

En su opinión, «Shushá es el corazón del Karabaj», por lo que «Azerbaiyán sin Karabaj, sin Shushá, es igual que un hombre sin alma».

Un anciano dona la pensión

No le sobra el dinero, pero un anciano con la ropa raída no duda en enviar al Ejército su pensión de 200 manat (120 dólares)

«Ayer recibí mi pensión. Y hoy he venido al banco a transferirla a nuestros soldados. El Ejército está haciendo algo por lo que hemos esperado durante 30 años. A mí ya no me dejan combatir, pero quiero aportar mi granito de arena. Va por los jóvenes soldados, por mis queridos nietos que luchan por la patria», comentó a Efe a la salida de un banco.

Jaldún Novruzzade también quiere ayudar. Intentó alistarse como voluntario, pero le dijeron que el Ejército no le necesitaba, por lo que se dedica a recolectar ropa y productos para los soldados.

«Nos hacen donaciones desde empresarios a gente con pocos medios, que nos traen unos calcetines o una cajetilla de cigarrillos. Nosotros les llevamos al frente agua, dulces, tabaco y todo lo que necesitan en la primera línea de fuego», comenta.

El tema del día

En vez de saludarse con el tradicional «¡Salam!», los habitantes de Bakú, donde rige el toque de queda desde el inicio de las hostilidades, se preguntan «¿qué han liberado hoy?».

La guerra llena las conversaciones en las salas de té y bulevares de la urbe bañada por el Caspio donde los hermanos Nobel hicieron su fortuna hace más de un siglo.

Y no todos están satisfechos con la tregua declarada el sábado. «El alto el fuego le conviene a los armenios. La guerra debe continuar hasta que el último soldado enemigo no haya abandonado nuestro territorio», afirma Sadij Majmúdov, conductor de profesión.

En cambio, el médico Viusal Gulíev cree que en todas las guerras hay treguas humanitarias para canjear prisioneros y recuperar los cuerpos de los caídos en el campo de batalla.

«Los soldados tampoco son robots. Armenia debe tener en cuenta la nueva realidad y aceptar por las buenas el repliegue de sus tropas de los territorios ocupados. Como dijo el presidente, Ilham Alíev, le damos una ultima oportunidad», señala.

El sentimiento patriótico inunda los balcones de Bakú, sean viviendas, centros comerciales o edificios administrativos, cubiertos por la insignia nacional y también por la turca, en un gesto de agradecimiento por el apoyo a la causa de la liberación del Karabaj.

«¡Karabaj!», ya no es el chillido de los hinchas del equipo de fútbol local, que lleva ese nombre, sino el grito de alegría de todo un pueblo.

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