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En Brasil, situaciones como la de Madalena Gordiano abundan. Quizás su caso genere más asombro porque ocurría en el seno de una casa familiar. Pero existen muchas “Madalenas”, especialmente en grandes explotaciones agrícolas en zonas remotas del país. Personas de color o mestizas y pobres, captadas en diferentes Estados con la promesa de buenos trabajos. Y lo que encuentran son jornadas laborales interminables, sueldos no pagados, condiciones infrahumanas de alojamiento, servidumbre por deudas y amenazas si se quejan. La situación es aún más dramática porque las estructuras responsables están cada vez más debilitadas. Una muestra de que hay poco empeño político en eliminar la esclavitud contemporánea.

Emanuela Cardoso Onofre de Alencar. Rivas Vaciamadrid

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