«Diario de la Marina», en 1846 «Se vende negra sin defectos»: así era la impune venta de esclavos en la prensa española del siglo XIX
Hace poco más de cien años, aún podemos encontrar en los periódicos de España y sus colonias anuncios en los que se vendían africanos
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«Diario de la Marina», 3 de febrero de 1846. Junto a un anuncio de venta de sanguijuelas «de buen tamaño y calidad», pueden leerse otros dos anuncios. El primero: «Se vende una negra por no necesitarla su dueño. Congoleña, de veinte años y con una cría de 11 meses sana». El segundo, justo arriba, dice: «Se vende un negra recién parida, con abundante leche, excelente lavandera y planchadora, con principios de cocina, joven y sin tachas». Son solo dos de los ejemplos que podemos encontrar si ojeamos algunos periódicos españoles del siglo XIX, tanto peninsulares como coloniales, sobre el suculento negocio de la trata de esclavos en España.
Hablamos de un comercio inhumano, pero lo suficientemente importante y normalizado, que permitió financiar parte de la revolución industrial que vivieron comunidades como Cataluña, Andalucía y el País Vasco en la segunda mitad del siglo XIX. No hay más que asomarse a las páginas del « Mercurio de España» para ver cómo los periodistas analizaban, aquel febrero de 1803, lo importante que era esta actividad para la economía española. «La venta de esclavos era entonces, como lo es también hoy –explica–, uno de los principales ramos de este comercio. A continuación indicamos las cuatro causas principales por las que África suministra ese gran número de esclavos a las demás partes del mundo: la guerra, el rapto que hacen algunas veces ciertos negros de sus semejantes, las presas que hacen los negros sedentarios y armados entre las cuadrillas errantes y desarmadas y las sentencias de esclavitud dictadas entre algunas naciones negras contra los que roban».
Anuncio del «Diario de Madrid» de 1804 – BNE
Entre los compradores eran muy solicitadas las mujeres que tenían entre 18 y 40 años, las cuales eran adquiridas para trabajar como lavanderas, cocineras o costureras en las casas. Por eso se destacaban en los anuncios su formación y experiencia en estas labores. También si estaban «sanas», si eran «fieles» y «humildes» o si eran los suficientemente listas para aprender nuevas habilidades. Y en algunos casos, además, se incluían el precio, el nombre de los dueños, las razones por las que se vendía o el lugar donde había que acudir con el dinero para llevárselo a casa. Es curioso cómo en esta última época de la esclavitud en España casi nunca se usaba la palabra «esclavo» o «esclava» en la publicidad incluida en los diarios. Se usaban términos aparentemente menos peyorativos como «negro» o «moreno». Como podía leerse en « El Diario de Madrid», en la sección de «Ventas», el 18 de septiembre de 1804: «En la sombrerería de la Puerta del Sol de don Antonio Leza darán razón de un sujeto que desea comprar un negro de buenas propiedades. La persona que quiera venderle, que avise para tratar de su ajuste». Y en el mismo espacio, medias, calcetines, pantalones de seda y guantes largos de señora, entre otros productos de moda.
«Proposiciones relativas al bienestar de América»
Ese mismo año se producía la revolución de esclavos en Haití que culminó el 1 de enero de 1804 con la proclamación de la primera república negra de la historia. Fue tal su impacto que sacudió las conciencias de Europa y produjo algunos cambios. En 1807, por ejemplo, se suprimió en Gran bretaña el comercio de africanos practicado por los comerciantes ingleses y el que tenía destino en sus colonias. Fue un paso temprano intentó imitarse en España cuatro años después, pero con menos suerte.
Según cuentan Marieta Cantos, Fernando Durán y Alberto Romero en « La guerra de pluma: Sociedad, consumo y vida cotidiana» (UCA, 2006), José Guridi Alcocer presentó en las Cortes de Cádiz «algunas proposiciones relativas al bienestar de América» el 26 de marzo de 1811. En total, ocho, en las que este diputado pedía por primera vez en la historia de España no solo prohibir inmediatamente el comercio de personas, sino también «un plan para abolir la esclavitud, la regulación de que los hijos de esclavos fueran libres desde su nacimiento y suavizar la situación de los esclavos abonándoles un salario con el que a la larga pudieran comprar su libertad». Frente al resto de parlamentarios, el político mexicano describió este negocio como una práctica contraria al derecho natural. Y un mes después, fue Agustín de Argüelles, padre del liberalismo gaditano y figura esencial en la redacción de la Constitución de 1812, quien llamó la atención sobre el tráfico de esclavos, que calificó como una práctica «no sólo opuesta a la pureza y liberalidad de los sentimientos de la Nación Española, sino al espíritu de su religión».
Ambos diputados se encontraron con fuertes críticas por parte de los diputados cubanos y el problema no se resolvió. La polémica generada fue enorme. No hay que olvidar que la cuestión de la esclavitud tenía matices políticos y económicos, puesto que su desaparición no interesaba a muchos propietarios americanos que la consideraban un ataque directo a su propiedad. Por eso tuvieron que pasar muchas décadas aún para que esta situación se desastascara en España. En concreto, hasta el 7 de octubre de 1886, hace poco más de un siglo, en que las Cortes tomaron por fin la decisión y se puso en libertad a los últimos 25.000 esclavos de Cuba y el resto de colonias de ultramar.
«Se vende negro necesidad»
Hasta esa fecha no muy lejana, que ponía fin a más de 400 años de comercio esclavista español, no era difícil encontrarse con otros anuncios relativos a la compraventa de esclavos negros en la prensa, como si fueran meros objetos. Muchas veces aparecían anuncios de niños de entre los siete y 17 años y adultos de ambos sexos junto a otros mensajes de particulares en los que se vendían caballos. En el «Diario Mercantil de Cádiz», por ejemplo, se muestra con crudeza esta realidad. En la edición del 5 de agosto de 1810 se informa a los lectores de que, «quien quiera vender una negra, acuda a la plazuela de los Pozos de la Nieve». Eel 16 de noviembre de ese mismo año se ofrece «una negrita de 12 años. Darán razón en la imprenta de este periódico. Último piso». Y tres años después, el 22 de enero de 1813, se informa en el mismo diario de lo siguiente: «Se vende un negro de 16 años. Sabe el servicio de la casa y es dispuesto para todo lo que se le quiera enseñar. Es fiel y humilde y solo se le vende por necesidad. Quien lo quisiese comprar se verá con su ama, doña María de la Paz valcárcel. Su precio: 210 duros».
El hecho de que Cádiz concentre muchos de estos anuncios se debe a que su puerto fue uno de los principales puntos de entrada de esclavos en la Península Ibérica. Eso hace que abunde la publicidad esclavista con toda normalidad en aquella España de principios del siglo XIX, sin importar que ya hubiera sido declarada ilegal en una gran cantidad de países europeos por esa fecha. En su estudio, Cantos, Durán y Romero recogen otros ejemplos del «Diario Mercantil de Cádiz», como el anuncio de la venta de «una negra casada con negro libre, de veinte años» (12 de octubre de 1811) y la de otra «negra de 27 años sin defectos» (30 de marzo de 1813).
También entraban esclavos a través de los puertos de La Habana y Buenos Aires, todavía ciudades españolas a principios del siglo XIX, y en otros puertos de la Península, como Santander y Barcelona. De hecho, este comercio tuvo un impacto muy importante en la revolución industrial del norte y el levante español, cuyos réditos económicos supusieron después fuertes inversiones en otros sectores como la banca, las compañías de seguros o la industria naval. «Se vende una negra criolla, joven sana y sin tachas, muy humilde y fiel. Buena cocinera, con alguna inteligencia en lavado y plancha, y excelente para manejar niños, por la cantidad de 500 pesos», podía leerse en un periódico argentino. «Una negrita de 14 años muy ágil para servir a la mano se vende o se cambia por otra buena costurera, abonándose el exceso de su valor», informaba otro.
Hasta 1872 aún salieron numerosas publicaciones y anuncios en muchos periódicos donde se vendían esclavos africanos o, como se les llamaba en Cuba, «de nación». Faltaba solo una década para que se produjera la abolición definitiva en España y cada vez la conciencia de los derechos humanos era cada vez mayor. Como explica Eduardo Galván Rodríguez en « La abolición de la esclavitud en España. Debates Parlamentarios 1810-1886», en la segunda mitad del siglo XIX los anuncios ya habían generado muchas voces en contra. Como consecuencia de ello, muchos diarios de las principales ciudades de ultramar, donde esta publicidad era más habitual, optaron por la prudencia. En las provincias continuaron hasta el último momento.