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Pepe Mejía | El 26 de enero de 1983 –ahora hace 38 años– ocho periodistas, un guía y un comunero, fueron asesinados en el poblado de Uchuraccay, en la región de Ayacucho, en Perú.

Los asesinados fueron: Eduardo De la Piniella (periodista de El Diario de Marka), Pedro Sánchez (periodista de El Diario de Marka), Félix Gavilán (periodista corresponsal de El Diario de Marka), Willy Retto (periodista de El Observador), Jorge Luis Mendívil (periodista de El Observador), Jorge Sedano (periodista de La República), Amador García (periodista del semanario Oiga), Octavio Infante (periodista de Noticias de Ayacucho), Juan Argumedo (guía e intérprete), Severino Huáscar Morales (comunero, quien intentó impedir el asesinato de Juan Argumedo).

La masacre se cometió en una región en Estado de Emergencia, con toque de queda y controlada por las Fuerzas Armadas. Uchuraccay era un territorio muy codiciado tanto por las FFAA como por Sendero Luminoso en su afán de asegurar un corredor entre la capital, Lima, y la selva.

En 1983, siendo director José María Salcedo, Chema, yo era corresponsal de El Diario de Marka en Madrid. Un diario declaradamente de izquierda y opositor. Todos los periodistas y colaboradores de este medio eran acusados de ser “terroristas” o defender las ideas de los llamados “terroristas”. Los servicios de inteligencia nos hacían seguimientos y de vez en cuando nos daban algún susto.

El domingo 23 de enero de 1983 el general Clemente Noel Moral, jefe de las operaciones antisubversivas en Ayacucho, dio una conferencia de prensa. Noel, encuadrado en la línea más dura de las FFAA, inició la “guerra sucia” en la zona de Ayacucho y fue acusado de la tortura y desaparición forzada de 55 personas en el cuartel de Los Cabitos en 1983. Noel murió en el 2005 el día que tenía que presentarse ante un tribunal para responder por sus actuaciones en Ayacucho.

Según el general Noel, por primera vez los campesinos habían rechazado y aniquilado a un contingente de Sendero Luminoso.

El comunicado oficial decía: “…ocho delincuentes subversivos incursionaron en la localidad de Huaychao…Como consecuencia de la presencia de estos elementos en la comunidad se produjo un enfrentamiento resultando muertos 7 delincuentes…”. Estas acciones despertaron el interés de los profesionales de la prensa de Lima que se dirigieron a Uchuraccay.

Días antes de la masacre de los periodistas, un contingente militar enviado por el propio general Noel, estuvo en Uchuraccay dando instrucciones de “seguridad” a los comuneros para enfrentar a Sendero Luminoso. Conformaron un comité de autodefensa contra senderistas.

El general Noel detestaba a los diarios El Diario de Marka, La República y El Observador porque habían cuestionado la acción de los sinchis, cuerpo especializado de la Guardia Civil creado en 1965 con la ayuda de la CIA y los “boinas verdes” del Ejército estadounidense.

Según averiguaciones posteriores, antes de que fueran asesinados, los periodistas se alojaron en el hostal Santa Rosa, que estaba regentado por el español de origen asturiano, Paco Clemente.

José Argumedo, hermano de Juan, el guía e intérprete, fue quien comunicó al periodista Luis Morales, Corresponsal de El Diario de Marka en Ayacucho, el asesinato de los periodistas.

El periodista Luis Morales tuvo innumerables enfrentamientos con el mismo Noel. Morales estuvo encarcelado por horas, por días e incluso sufrió un intento de secuestro. También le pusieron petardos de dinamita que explosionaron en la puerta de su casa. En la esquina de su casa estaba, de forma permanente, un tanque de las FFAAA. Finalmente, el compañero Luis Morales fue asesinado. Se cree que fue un grupo paramilitar. Su asesinato quedó impune.

“Don Lucho los han masacrado a todos, hasta a mi hermano Juan lo han masacrado en Uchuraccay”, dijo José Argumedo a Luis Morales.

La versión oficial dijo que los periodistas fueron confundidos por subversivos. Confundieron las cámaras y los teleobjetivos con ametralladoras. Además, la versión oficial dijo que los periodistas iban con una bandera roja. Una versión ridícula. A ningún periodista se le antoja ir en territorio en Estado de Emergencia, por la puna, con una bandera roja…

Sin embargo, el antropólogo Rodrigo Montoya sostuvo -ante la Comisión de Investigación presidida por el escritor Mario Vargas Llosa- que le parecía imposible que los campesinos de Uchuraccay hubiesen visto a los periodistas como un solo bloque, porque entre el grupo varios hablaban quechua y no aceptaban los entierros como la expresión de un ritual tradicional: nunca había conocido entierros campesinos con cadáveres desnudos y colocados de dos en dos. Ninguna tumba campesina –añadía- ha tenido menos de metro y medio de profundidad.

Las fotos que tomó Willy Retto, antes de ser asesinado, demostraron que la masacre no había sido a distancia, hubo diálogo entre comuneros y periodistas y que estos se habían podido identificar. Confusión no hubo.

Por otro lado, el general Noel era conocido por su desprecio al Poder Judicial y a la prensa. “Acá lo que hay es un gran libertinaje de prensa” dijo Noel al diputado, Javier Diez Canseco, miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la República.

“Yo no estoy acá para capturar inculpados, yo estoy para eliminar a Sendero Luminoso, no para recibir órdenes del Poder Judicial. ¿Qué Poder Judicial? ¿El que suelta a los terroristas que yo lo entrego para que sean juzgados?”, decía el general que fue calificado de asesino por el diputado Hugo Blanco en sede parlamentaria.

El general Noel, responsable del control militar en la zona, nunca facilitó la colaboración con la justicia. El juez Flores Rojas, encargado del caso, remitió 26 oficios al general Noel solicitando apoyo. Ni una vez el general le había prestado su helicóptero. Una de las respuestas escritas decía que su comando no disponía de gasolina.

El escribidor, Mario Vargas Llosa, presidió una “comisión de investigación” que fue nombrada por el presidente Fernando Belaúnde. La función del novelista era blanquear el papel de los militares. No halló responsables a las Fuerzas Armadas y culpó a los comuneros. En esa labor, Vargas Llosa contó con la complicidad de un octogenario magistrado cien por cien sordo y el presidente del gremio de periodistas, un afamado aprista, cercano al partido de Haya de la Torre y Alan García. Después de realizar su informe y presentarlo oficialmente, Vargas Llosa publicó sendos artículos en los principales periódicos del mundo, incluido el ABC de España que lo sacó en portada. Toda una campaña de marketing financiado con dinero público para exculpar de la masacre a los militares y su buen nombre y oscurecer, además de obstaculizar, la acción de la justicia.

La justicia, y los representantes del Poder Judicial, estaban atados de pies y manos. No se les permitían investigar a fondo la masacre porque quien “mandaba” era el general Noel y había mucho miedo.

El juez Molina Ordóñez, nombrado por la autoridad militar y que había dirigido la exhumación de los cadáveres el 30 de enero en Uchuraccay, no era el magistrado competente. No había puesto sus diligencias en conocimiento del Ministerio Público.

Aunque se condenó a varios comuneros como los responsables de la masacre y en la sentencia se dice que hubo sinchis entre los comuneros –cuestión que nunca se comprobó- a principios de agosto de 1983 el juez Flores Rojas dio por cerrado el caso. Rechazó el recurso de nulidad de la parte civil. Los principales testigos habían desaparecido. Después de la masacre, 135 pobladores de Uchuraccay, entre ellas 57 mujeres, fueron masacradas por unidades militares, en unos casos, y otros por grupos paramilitares y senderistas.

La masacre de los mártires de Uchuraccay tuvo una gran repercusión no sólo en Perú sino a nivel mundial En España, la Unión de Periodistas concedió el premio Libertad de Expresión a los periodistas peruanos, a título póstumo, que en un acto público recogí de manos del abogado, José María Mohedano.

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