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Hola, amigos. 

Asegura mi cuñado que es increíble la cantidad de bodoques con poder que hay en este país nuestro de cada día. Y no habla del gobierno, que también, ni de la Oposición, que también, ni de las autonomías, que también, ni de los ayuntamientos, que ídem, habla de las empresas privadas y de las administraciones públicas. “Donde quiera que voy me encuentro a tipos y tipas raros con mando en plaza, como si el mérito se midiera misteriosamente, por motivos torcidos o extravagantes o simplemente no contara”, me dice por teléfono. Por eso, en honor a todos los cuñados del mundo —tan cargados de razón pese a su mala fama—, la próxima semana escribiremos sobre el mérito, es decir, sobre el derecho de una persona a reconocimiento o a alabanza debido a sus acciones o cualidades. A ver qué sabéis hacer con ello.  

Veamos, entretanto, quienes son los finalistas de la semana dedicada a la Real Academia Española: 

Tulcán 
—Es el turno de hablar del recipiendario —dijo el director.
Tuvieron que llamar su atención para que se levantara a dar su discurso.

Juan Carlos González Abad 
«¡Dame una “R”!», «¡Dame una “A”!», «¡Dame una “E”!»… Cuando despertó, la animadora todavía estaba allí.

Otavalo 
Fue nombrado académico a los 22 años. Su padre, el jefe del Estado, estaba muy orgulloso de él.

Greco 
Los académicos tuvieron una fuerte trifulca. El secretario tomó nota de todo y el diccionario incorporó más de cien nuevos improperios.

Noelia F 
Necesitaba convencer al resto de que «solo» no debía llevar tilde. Pero cuando lo consiguió, continuó sintiéndose igual de solo que siempre.

Huelgo 
Cada vez que el dictador decía mal una palabra en un discurso, la Academia de la Lengua de ese país tenía que incluirla en el diccionario.

Vin 
Tras sentarlo en el sillón que ocupó durante años, empezó a narrar un cuento inédito y todos olvidaron que el Alzheimer le impedía hablar.

Peluso 
En su discurso de entrada, el agregado agradeció a todos los miembros la aceptación de su modesta dádiva.

Ayo 
Tras leer su discurso recordó con dolor a su padre fallecido, que se partía de la risa cuando él le aseguraba que lograría ser académico.

Juan Carlos González Abad 
Ella era una palabra moribunda. Él, un académico olvidado. Su encuentro tuvo tanto significado que el flechazo estuvo en boca de todos.

Kihara 
El editor y la correctora habitual se conjuraron para no desvelar jamás que el nuevo académico cometía frecuentes faltas de ortografía.

Greco 
Pudo soportar que quitaran la tilde a guion, pero cuando la eliminaron de éste, ése y aquél, la esposa del académico le pidió el divorcio.

Edizagoy 
Es “very exciting”, dijo el escritor a los desconcertados periodistas en su primera declaración como miembro de la Real Academia Española.

Sergio C 
Cocretas, dentrífico, retonda… Lo que más excitaba al académico era que le dijeran cosas sucias en la cama.

Chausiku 
Cuando la Academia decidió admitir en el diccionario aquel verbo surgido en ambientes juveniles, ya había comenzado a caer en desuso.

Conectado 
Siempre tan cómica y excéntrica, comenzó su discurso de ingreso en la RAE así: «Sabéis que me gusta juguetear con la Lengua…”.

Fernand 
Solía oponerse a la incorporación de nuevas palabras en el DRAE pero propuso aquel neologismo cariñoso con el que llamaba a su nieta.

Jules 
Sentado en su sillón de académico rememora su infancia en la escuela, coge el diccionario y busca aquellas palabras: follar, coño…

Reciclaor 
El asesino en serie de los académicos de la lengua nunca se imaginó que el asignado a la silla h fuera a gritar tanto.

Calepino 
El director introdujo reformas radicales en la nueva Ortografía para perder de vista al ocupante del sillón uve minúscula.

Y uno, de regalo: 

Otavalo 
Para ser aceptado en la RAE bebía güisqui, escuchaba yas, se hacía autofotos, se había puesto un pirsin y se bañaba en un yacusi.

Para aparecer con nombre y apellidos en el concurso si resultáis ganadores, escribid por favor a cuenta140@elcultural.es

¡Feliz Navidad!

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