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El Parlamento Europeo, en una sesión plenaria / afp

El debate sobre la ampliación de la Unión y la reforma de los Tratados divide al bloque, que quiere mantener su influencia comercial y geopolítica en el nuevo orden internacional

En los últimos dos años, la Unión Europea (UE) se ha enfrentado a sus dos mayores crisis desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La pandemia del coronavirus, primero, y la guerra en Ucrania han llevado a que Europa se replantee sus fundamentos más básicos, como los Tratados de Lisboa, y se han abierto debates para acercar al bloque a otros países afines con la creación de una comunidad política internacional. La división entre los países europeos y la llegada de un invierno complicado anticipan un debate duro entre los Veintisiete.

Las opiniones de que hace falta una reforma en profundidad de los tratados europeos va ganando peso entre las capitales. Y es que, si algo han demostrado las recientes crisis, es que se necesita una UE capaz de reaccionar con agilidad. Según numerosos países, eso solo puede lograrse a través de la eliminacion del veto de los Estados miembro en el Consejo Europeo.

Scholz exige la reforma de la UE y defiende su ampliación hasta Georgia

El Parlamento Europeo ya pidió en junio, a través de una resolución, la celebración de una convención para reformar los Tratados. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también se ha mostrado partidaria de que las decisiones por unanimidad dentro del Consejo Europeo solo se reserven para casos muy específicos.

De este modo, los Veintisiete ganarían velocidad ante futuras crisis y evitarían el bloqueo de miembros como Polonia y Hungría, que retrasaron la creación de los fondos de recuperación Next Generation durante la pandemia. Budapest mostró, además, sus reservas en la adopción del veto al petróleo ruso tras la invasión rusa en Ucrania y se tardaron semanas en adoptar esas sanciones.

LA COMUNIDAD POLÍTICA EUROPEA

Miedo al fin del veto

Sin embargo, este asunto crea división entre los Estados, algo que ya ha quedado patente en los debates del Parlamento Europeo sobre esta cuestión. Actualmente, la unanimidad se necesita para adoptar decisiones en materias sensibles como la fiscalidad, la ampliación de la UE, asuntos de política exterior y de seguridad común, entre otras.

Con la guerra en Ucrania y decisiones energéticas encima de la mesa, la supresión de la unanimidad asusta a los países más pequeños, que temen que las grandes potencias acaben imponiendo sus intereses. Entre ellos están Dinamarca, Malta, Croacia, los países bálticos y Polonia, entre otros. El viceprimer ministro polaco, Jacek Sasin, llegó a asegurar que el fin de la unanimidad solo serviría para que «los países más fuertes impongan su dictadura».

Otros como Rumanía y la República Checa han suavizado su postura en los últimos meses y se abren a posibles cambios de los Tratados. Mientras, Alemania, Francia e Italia tratan de impulsar una reforma en profundidad que busca, además, dar más competencias en materia legislativa al Parlamento Europeo.

POSTURA SOBRE LA REFORMA DE LOS TRATADOS EUROPEOS

La ampliación como palanca

En medio de estas negociaciones, la UE tiene también pendiente el debate sobre su futura ampliación. Y esa discusión podría ser la palanca que ayude a acercar posturas con los países más reticentes a reformar los Tratados, ya que son los principales interesados en que el bloque sume más miembros.

Los balcanes occidentales y algunas exrepúbicas soviéticas como Ucrania y Moldavia ya han iniciado el camino hacia la UE. Con todo, y ante la lentitud de ese proceso de adhesión, el presidente francés Emmanuel Macron propuso en mayo la creación de una comunidad política internacional. Su objetivo no sería otro que estrechar la colaboración de la UE con terceros países que compartan esa «perspectiva europea» o comulguen con los valores del club comunitario.

La inicativa se lanzó, en un principio, como un guiño a Ucrania, pero también a los Balcanes. «La Unión Europea, teniendo en cuenta su nivel de integración, no puede ser a corto plazo el único modo de estructurar el continente europeo», subrayó Macron. Eso «obliga a repensar nuestra geografía y la organización de nuestro continente», abriendo la puerta también «a quienes ya se han ido», apuntó el presidente francés, en referencia a la inclusión de Reino Unido en este nuevo club.

De este modo, Europa busca ganar peso comercial y geopolítico, en un mundo cada vez más polarizado y en el que Rusia, considerado aliado desde la disolución de la URRS, ya no es un socio de confianza.

La crisis energética y la pugna por ganar influencia dentro del club

La unión y la solidaridad de los Veintisiete han demostrado ser la mejor receta ante las adversidades. Bruselas es consciente de ello y, de cara a este invierno, ha impulsado un plan de contingencia energético basado en esos dos principios, de forma que los países con más reservas de gas -como España- ayuden a aquellos con mayores dificultades.

Esta situación, unida a la petición del presidente Pedro Sánchez, y del canciller alemán, Olaf Scholz, llevaron hace pocos días a que Francia aceptara examinar el proyecto de un nuevo gasoducto con España. El canciller alemán aseguró que la obra, a la que se ha opuesto finalmente el país galo, es de gran importancia para Alemania como solución «a largo plazo» para mejorar la soberanía energética del continente.

Todo ello tiene lugar en medio de una pugna de los dirigentes europeos por ganar peso como figura fuerte del club comunitario. Desde la retirada de la canciller Angela Merkel, ningún mandatario ha podido ocupar su puesto como líder del bloque. Hasta ahora, el presidente francés Emmanuel Macron parecía el único candidato posible, pero en las últimas semanas Olaf Scholz ha demostrado estar a la altura.

En este nuevo escenario, España también podrá reforzar su posición gracias a su gran capacidad de almacenamiento de gas y sus plantas regasificadoras. Y es que los países del sur de Europa serán fundamentales para superar la crisis energética.

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