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El martes 28 tuvo lugar en el centro de la prensa de Jaén la conferencia sobre el tema señalado con la presencia de Antonio Manuel y Miguel Santiago que, de acuerdo con Jaén Debate, organizamos desde Jaén Laica. Hubo un cierto retraso en la apertura del local a la que hizo referencia el presentador del acto diciendo: “Hoy venimos a chocar dos veces con esta democracia otorgada. Una ha sido al tener que celebrar este acto en lugar distinto del que era habitual, la Diputación Provincial, por una discrepancia con los responsables de esa dependencia pública. La otra viene determinada por las limitaciones que el Estado ha heredado de la Dictadura, en este caso los privilegios de la Jerarquía Católica.

El siempre didáctico portavoz de Recuperando tomó la palabra en primer lugar señalando los distintos tiempos y realidades jurídicas que el propio asunto entraña. Empezó por los precedentes de las desamortizaciones de Mendizábal y de Madoz, para pasar por las leyes franquistas, a las de Aznar y Rajoy detallando las condicionantes de cada una de ellas y de las oportunidades que en las mismas se ofrecían para las apropiaciones que se han ido dando. Con la claridad de su verbo, entró en aspectos jurídicos y rangos de las normas con que los gobernantes de turno, incluidos los actuales, han podido y pueden actuar. Está claro que, aparte las competencias en cada caso, es determinante la voluntad política, y dentro de ella la conjugación que se hace del poder ante la Iglesia Católica. Frente a esa situación insistieron los dos intervinientes en la dialéctica concreta acometida en Córdoba tras la inmatriculación de la Mezquita. Repitieron una y otra vez en la necesaria combinación de presión popular con denuncias, negociaciones y difusión por los medios para vencer tan importantes y ramificadas resistencias. Acabó su primera intervención dando cuenta de la respuesta inicial del pueblo de Córdoba ante el secuestro de la propia palabra “mezquita” y lo que la misma significa. Relacionó el caso parecido del Patio de los Naranjos en Sevilla y la catedral de dicha ciudad, donde era el mismo Arzobispo, siendo obispo en Córdoba, quien había inmatriculado la Mezquita. También anunció la actitud, cobarde más que prudente, de la Junta de Andalucía y el Gobierno Central ante las reivindicaciones populares, que si tuvieron que aceptar por la presión internacional. De la misma manera, explicó la lucha que se llevaba en Navarra, Aragón, Asturias y otras zonas donde se habían constituido plataformas que han acabado en la actual Recuperando.

Miguel Santiago dio los detalles más sangrantes del enfrentamiento con el Cabildo y todas las argucias movidas por los obispos tratando de negar la evidente de realidad de la naturaleza andalusí de la Mezquita. Que si una iglesia visigoda, que si una ruinas que no se sostienen, que miran para otro por el cuidado con el dinero público de los daños en el monumento. Que no se acuerdan que quedó asignada a la propiedad del propio rey Fernando III. Que el negocio millonario por las visitas que quieren “cristianizar” poniendo las oficinas de las entradas en el Palacio Episcopal. Como explica en su libro “Los Obispos de la Mezquita”. El propio Miguel explica con detalle que el asunto de las inmatriculaciones no es asunto como al principio se puede pensar. En Córdoba gran parte de la ciudadanía, cualquiera que sea la creencia está en contra de la actitud del Obispo. Él mismo, cristiano de base recuerda que esta versión capitalista la desprecia con convicción creciente al recordar aquello de “mercaderes fuera del templo”. Siguió mencionando el desagrado por la falta de respeto con ese monumento Patrimonio de la Humanidad atropellando las cualidades de tal reconocimiento, con atentados contra su integridad en el pasado, en parte reparados después. En el presente no se repara en degradar celosías y las partes que sean precisas en beneficio del culto religioso o de procesiones.

En un animado coloquio en el que se volvía una y otra vez sobre las dificultades para impedir abusos como las inmatriculaciones y algunos otros privilegios reconocidos a la Iglesia Católica. En ese caso Antonio y Miguel respondían que como ciudadanos, nuestros pasos han de ir ante las instancias públicas. Pese al mantra de que los políticos no se toman la cuestión en serio, la verdad insoslayable de que la ciudadanía tampoco. La responsabilidad ciudadana acaba cuando callamos delante de un desmán cualquiera sin la más mínima expresión de desagrado. Salió a colación el parecido del cobro por la entrada a la catedral en Jaén con lo de la Mezquita. Esa es una cuestión de ciudadanía que ha de ponerse en marcha ante los poderes públicos como vienen demostrando las gentes de Córdoba y tantas localidades más. Sobre la mesa quedó el reto de promover otra plataforma, veremos si se pasa a los hechos.

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