Los secretos de la Transición, contados por el ‘espía’ que Kissinger envió a España

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El libro del ensayista Jorge Urdánoz indaga en los verdaderos motivos de algunas de las decisiones más trascendentales tomadas por Suárez tras la muerte de Franco

Guillermo Martínez 24/06/2024

<p>El embajador estadounidense Wells Stabler presenta sus credenciales ante Franco en 1975.</p>
El embajador estadounidense Wells Stabler presenta sus credenciales ante Franco en 1975.

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Después de examinar miles de cables diplomáticos enviados a Washington por Wells Stabler, el embajador de Estados Unidos en España durante la Transición, el filósofo del derecho Jorge Urdánoz da a conocer sus conclusiones en un pequeño y pedagógico libro. En La Transición según los espías (Akal, 2024), el autor desmitifica algunos relatos tan enquistados como interesados sobre la convulsa época política que comenzó con la muerte de Franco.

Ni el PCE fue legalizado por la muestra de contención en las calles tras el atentado de la ultraderecha contra los abogados de Atocha, ni el Senado se configuró como una Cámara territorial, ni la ciudadanía pudo elegir la institucionalidad del nuevo régimen que acababa de nacer. Y todo eso lo sabía Stabler, el diplomático estadounidense que informaba del más mínimo movimiento en la política y la sociedad española a su jefe directo en Washington, el recientemente fallecido Henry Kissinger.

Uno de los principales mitos que el exhaustivo estudio de Urdánoz echa por tierra es la legalización del Partido Comunista de España (PCE) y los entresijos que la permitieron. “Siempre se nos ha contado que la demostración de orden en el funeral de los abogados laboralistas asesinados en Atocha en enero de 1977 aupó al partido a la legalidad. La versión oficial nos dice que Adolfo Suárez, impresionado por esa contención de los comunistas, los ve como gente de fiar y los legaliza”, comenta el autor.

La decisión de legalizar al PCE ya estaba tomada

En cambio, los cables que revelan las conversaciones entre Stabler y Suárez, presidente del Gobierno en aquel entonces, afirman que eso no es cierto. “Aunque nos han inculcado esa versión por tierra, mar y aire, unos diez días antes de los asesinatos Suárez ya pidió permiso al embajador para legalizar al PCE”, explica Urdánoz. En un primer momento, la respuesta por parte del estadounidense fue tan diplomática que el político español le pidió que hablara de forma franca: “El embajador terminó diciéndole que entendía las particularidades que aconsejaban legalizar al PCE, por lo que Suárez tenía ya la decisión tomada antes de los atentados de la calle Atocha”.

Urdánoz considera que la legalización del PCE estuvo mucho más relacionada con su presencia en los centros de trabajo que con cualquier muestra de contención o madurez

De esta forma, aunque la reacción popular y el apoyo que los comunistas recibieron en las calles tras la masacre de Atocha ayudaron a Suárez de cara a la opinión pública, no puede considerarse el motivo por el cual los legaliza. Según Urdánoz, “hemos recibido una historiografía que encajaba muy bien en la visión idealizada de la Transición, tanto para la derecha y el tardofranquismo como para el marco mental de la izquierda”.

Desde su punto de vista, “no es que unos engañaran a otros, es que todos nos hemos autoengañado, en cierta forma, porque era un marco muy cómodo en el que estar”. Tras conocer los cables del espía de Kissinger, Urdánoz considera que la legalización del PCE estuvo mucho más relacionada con su presencia en los centros de trabajo que con cualquier muestra de contención o madurez.

El Senado, una bala en la recámara institucional

El segundo de los elementos que la investigación ayuda a desmitificar fue el sistema de elección de las cámaras legislativas en España. “Que tengamos un parlamento bicameral se debe al diseño concebido por Fraga a finales de 1975, algo que se mantiene hasta el momento constitucional y al que nunca nadie ha planteado una alternativa”, introduce.

En este sentido, una curiosidad saltó a la vista de Urdánoz a medida que leía los cables del embajador: “Aunque el Senado inicialmente aparece como una cámara de representación territorial, no lo es en absoluto. Siempre estuvo pensada como una cámara de protección de las élites de la dictadura”, señala. Él lo denomina en su libro “una bala en la recámara institucional”, gracias a la cual el poder constituido en la dictadura siguió manteniendo el control de la situación mediante una “cámara de bloqueo”, como también denomina al Senado.

Debido a la información que se desvela de los cables de Stabler, ahora podemos saber que el estadounidense conoció casi mes a mes los planes para establecer el sistema legislativo español. “En todo momento él supo que el Senado sería una cámara para la vieja élite”, comenta. Lo más que pudo conseguir la oposición con el Senado fue vaciarlo casi de poder.

Un sistema proporcional contra Fraga

En cuanto al Congreso de los Diputados, la cuestión radica en que siempre se ha contado como la primera Cámara en España elegida mediante sistema proporcional y no mayoritario. “Se nos ha dicho que Suárez cedió la proporcionalidad porque la oposición democrática se lo exigía para que entraran en el juego democrático, pero en los cables de Stabler queda claro que no existe tal transacción ni nada similar”, cuenta Urdánoz.

El Senado actuaría como una cámara de bloqueo para evitar cualquier reforma constitucional que no fuera vista con buenos ojos por los herederos del franquismo

En el momento de plantear la proporcionalidad en el Congreso de los Diputados, la oposición ni siquiera había empezado a negociar, arguye el ensayista. A ojos del investigador, lo que realmente motiva a Suárez a establecer ese sistema es protegerse frente a Fraga, que lideraba Alianza Popular, que estaba fuera del gobierno y a quien las encuestas daban como claro ganador de las siguientes elecciones.

La relectura de las conversaciones entre el embajador estadounidense y los diferentes líderes políticos durante la Transición española arroja una clara conclusión sobre la Cámara Alta. A pesar de que el Senado está supeditado al Congreso, a la hora de modificar la Constitución actuaría como una cámara de bloqueo para evitar cualquier reforma que no fuera vista con buenos ojos por los herederos del franquismo.

Para verlo con mayor claridad, el filósofo ilustra esta realidad atendiendo a la actualidad en el Congreso de los Diputados, donde hay mayoría progresista junto con los grupos nacionalistas, y el Senado, donde goza de mayoría absoluta el PP. Tal y como resume, “el Senado no se ideó para representar a los territorios, sino para beneficio de la clase política de la dictadura y eso, en 40 años, se ha convertido en un sesgo muy claro y favorable hacia el PP”.

Dar la vuelta a los votos

El tercer elemento que Urdánoz aborda en su corto pero ameno y esclarecedor libro está íntimamente relacionado con la institucionalidad en España, lo que remite a las Cortes Constitutivas elegidas en 1977. Si uno atiende a los datos, a los votos sin filtrar por el sistema electoral, se puede comprobar que la entonces oposición democrática obtuvo el 55% de los respaldos. En el Senado ocurrió algo parecido, aunque más acentuado. Los progresistas se hicieron con el 60% de los apoyos, y el centro derecha de Suárez y la rama más profranquista de la política se quedaron con el 40% restante.

En cambio, el sistema electoral aprobado por los franquistas en la Ley de Reforma Política provocó que las mayorías estuvieran trucadas en los resultados de 1977. “Las mayorías están cambiadas, y es con esos representantes con los que se aprueba la Constitución”, apunta Urdánoz. En este punto, el investigador pone el acento en que la mayoría del arco parlamentario quería caminar hacia una democracia, aunque nunca especifiquen a qué tipo de democracia se refieren.

“Eso nunca lo pusieron en duda, tenía que ser monárquica, no había alternativa posible. Y la planteaban muy centralizada, algo que después cambió gracias a las movilizaciones populares”, agrega el ensayista. En este sentido, las decisiones trascendentales en toda democracia, tales como si la jefatura del Estado recaería en una monarquía o en una república, si el sistema electoral sería representativo o mayoritario, o si sería una democracia centralista o descentralizada, ya estaban tomadas antes de que la ciudadanía pudiera elegir hacia dónde encaminarse.

Stabler describe a la monarquía como uno de los mayores aliados de Estados Unidos

En sus telegramas, Stabler describe a la monarquía como uno de los mayores aliados de Estados Unidos. “La intenta beneficiar, sin lugar a dudas. En sus cables, el embajador elogia al rey y presta su apoyo al proceso. Por su parte, la Casa Real cuenta todos sus planes al embajador porque tenían la necesidad de complacerle y agradarle”, incide Urdánoz, quien afirma que con quien mejor relación tenía Stabler era con el rey Juan Carlos y con Adolfo Suárez.

Al autor de esta obra le sorprende la escasa trascendencia que ha tenido la desclasificación de estos cables por parte de Estados Unidos. El profesor de la Universidad Pública de Navarra ha analizado miles de ellos, enviados entre 1973 y 1979, aunque se ha centrado en los correspondientes al periodo 1976-1978. El autor invita a otros historiadores a indagar en esta información que precisa de mucho tiempo y capital humano para ser desgranada. “La web está en abierto. Cualquier persona puede acceder a los cables, y ojalá este pequeño libro sirva de acicate para los demás investigadores”.