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La cantante Maria del Mar Bonet y el pianista Dani Espasa ofrecieron el pasado jueves un concierto en la abadía de Neumünster, organizado por el Centre Català de Luxemburg. Con un repertorio basado principalmente en obras de escritoras, el recital empezó con la interpretación de Nosaltres les dones, poema de la finlandesa Edith Södergan que la mallorquina musicó y grabó en 1977, y que daba título al espectáculo.

«En estos momentos tan difíciles, con la situación de guerra de Ucrania y todo lo que ha sucedido durante la pandemia, quiero dedicar este recital a las mujeres, lo que supone un pequeño homenaje porque nos gusta cantar poesía de mujeres y dedicada a las mujeres, con un repertorio de poetas a las que he querido mucho», avisó la artista en su primera intervención. Versiones Bonet prosiguió con versiones de los poemas Cel d’horabaixa y La petxina de Maria Antònia Salvà, de quien comentó que «empezó a escribir firmando como si fuera un hombre, pero, poco a poco, fue saliendo su verdadero nombre y fue una gran creadora, de Llucmajor, que tradujo a Mistral y era muy culta».

Continuó con la gallega Rosalía de Castro y la catalana Maria Mercè Marçal. De esta última, de la que cantó Cançó del bes sense port, con música del mallorquín Agustí Fernández, aseguró que «es la más alta poeta catalana». De la misma autora, celebró Cançó de la bruixa cremada, obra de la que contó que «es una canción sobre las brujas queridas, que ayudaban a la gente y estaban estigmatizadas».
La cantante llegó a algunos de sus temas más conocidos, como La dansa de la primavera, Què volen aquesta gent?, L’Àguila negra, La dansa d’amor o Mercè, dedicada a su madre. De Miquel Ferrà, con música de Joan Valent, dio a conocer Jardí tancat.

La velada incluyó La cançó de na Ruixa Mantells, con letra de Miquel Costa i Llobera sobre una historia legendaria de Mallorca. Buena parte del público estuvo formado por la creciente comunidad catalanoparlante de Luxemburgo, asidua a las actividades del Centre Català de la ciudad, y entre las que predominan trabajadores de las instituciones europeas. Una profesora valenciana de la Escuela Europea, durante años residente en Maó, reconocía inesperadamente a su alumno mallorquín en la platea de la sala Robert Krieps, donde se desarrolló el concierto.

Algunos espectadores se desplazaron para la ocasión desde su casa en Bélgica. Dos asistentes al concierto, con años de experiencia en el Parlamento europeo, comentaban al terminar la sesión: «son, en realidad, las canciones de nuestra juventud».

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