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CLAMOR
No es sólo la incertidumbre
ni el hastío de las batallas cotidianas
no es la última mentira
ni tampoco el rostro cínico de turno
que sonríe desde la pantalla a la hora más manoseada del día.
No son los potros de bárbaros atilas
aunque parece que lo fuesen
porque vemos llegar el golpe y apenas esquivamos:
petrificados de tanto gastar tardes
no acertamos a devolver la rabia entera.
No son solo los tiempos
el cansancio pandémico
o los interminables duelos con lo que pudo ser
y no fue, pero insiste –la historia de todos los poemas–
y no da tregua ni a los pájaros ni a las luciérnagas
se trata sencillamente de la desposesión
esa palabra
que nos dice que alguien arranca, devora,
coloniza, mata, quiebra, pudre, agosta, contamina, viola
o conquista por la fuerza y se apropia de algo
que nos pertenece en lo más hondo.
Los días rezuman mala conciencia
y dejan un sabor áspero
entre la lengua y la garganta:
clavados en la sombra
aguardamos la luz
sabiendo que no basta, que algún día
habrá que salir a recobrarla.
Si es que alguna vez la tuvimos entre las manos.
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