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El artista plástico y escritor Antonio Beneyto, exponente del surrealismo español, murió ayer por coronavirus en la Clínica Socio sanitaria Isabel Roig de Barcelona. Llevaba tres meses ingresado por una infección de orina, donde el viernes fue llevado a una sala especial para enfermos de la COVID-19.

Nacido en Albacete, en 1934, empezó su trayectoria creativa en los años 1960 en torno a Papeles de Son Armadans, época en la que se relacionó con figuras de la cultura como Robert Graves, Camilo José Cela, Cristóbal Serra y Antoni Serra. La escritora Roser Amills recordó que «formó parte del comité editorial, era el más cañero, un espíritu libre, aspiraba a ser europeo», y apuntó que «en París se hizo amigo de Paul Éluard, en Madrid entró en el grupo de los Postistas, viajó por el norte de Europa para seguir la pista de sus lecturas». En 1967, se instaló en Barcelona, donde dirigió La Esquina y coordinó la colección Biblioteca Íntima.

«Antonio no quería homenajes póstumos, seguía trabajando en el hospital, corregía las galeradas de su próximo libro», señaló Amills. Se trata de un volumen con 100 dibujos a tinta originales, realizados durante los últimos meses. «Son dibujos de sus miedos, recuerdos, figuras imposibles, surrealistas, con un texto de Pere Gimferrer», avanzó Oscar Esquerda, editor de Ònix, que publicará el libro en la colección Nueva Biblioteca Íntima.

Había superado un cáncer. Vivía en la calle Rull, en el barrio gótico, en una casa estudio llena de libros, dibujos, pinturas y esculturas. Salía poco. Había llegado a cambiar cuadros por comidas. Fue un personaje puente entre la erudición y la Barcelona más canalla, un perfil cada vez más escaso en los tiempos de especulación turística, narcopisos y cadenas de supermercados.

Amills desveló que «se había entusiasmado con Patti Smith, a quien entregó un dibujo en una de sus visitas a Barcelona», y contó que «hace tres semanas, contactó conmigo una señora francesa, un noviazgo de juventud de los años 1960 que quería verle de nuevo, no estuvo a tiempo, ha sido un autor surrealista hasta el último momento, un hombre con magnetismo y un enorme respeto por las mujeres». La algaidina se quejó de que no se le ha hecho el caso que se merece, por parte de las instituciones.

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