La mujer que me diste por compañera me dio del fruto de ese árbol, y yo comí
(Adán, Génesis 3)
Un peso antiguo se me enreda entre los dientes.
Siglos bíblicos entre las uñas.
Magdalenas de sal y culpa.
Pecados sostenidos
entre los muslos,
juicios de Troya
entre las piernas.
Llévenme
a la hoguera.
Yo incumplí el mandato,
miré fijamente el fuego
que quedaba a mis espaldas.
Mujer, yo sostengo esta pila
en fe de hombre,
no se caiga
que sostiene el mundo
Justifico y justifico,
con verbo,
por imposición enraizada en adn,
columnas de instituciones
aprendidas,
encaladas en blanco,
a piel viva
disfrazadas de respeto.
Estridencias
de lávame los pies,
muy señora mía.
Yo, puta.
Yo, ombligo.
Yo, Lilith.
Yo, Elena.
Yo, mujer arpía.
Santa bruja presente.
Histérica beata.
Yo confieso
y rezo tres padres:
padre
padre
padre nuestro.
Confieso
y arrepiento por mi sexo,
por mi sexo,
por mi santo sexo.
(Aquí somos.
Aquí estamos.
“Put the blame on me, Mame”,
usted quédese tranquilo)
(Jessica Belda)
(De Santas, putas, histéricas, beatas; 2021)