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Durante una cena en casa con Rafael Alberti, María Asunción Mateo y otros personajes literarios, el poeta me pidió un papel grande y, sentado junto a mi mesa de trabajo en la biblioteca, escribió con mano firme un soneto en honor de su amada. Lo publiqué en el ABC verdadero en una doble página, reproduciendo la bella grafía del autor de Diálogo entre Venus y Príapo. En ese espléndido soneto, Rafael Alberti escribió:

Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera
repetir con tus labios mi propia poesía,
elegir un pasaje de mi vida primera:
un cometa en la playa, peinado por Sofía.

No tengo que esperar ni que decirte espera
a ver en la memoria de la melancolía,
los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,
el lento amanecer, sin que llegara el día.

Y luego, amor, y luego ver que la vida avanza
plena de abiertos años y plena de colores,
sin final, no cerrada al sol por ningún muro.

Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,
que los años en mí no son hojas, son flores,
que nunca soy pasado, sino siempre futuro.

Le pregunté a Rafaella significación de los versos en los que hablaba de Ibiza y nos explicó cómo se refugió en una cueva–la escondida trinchera– para salvarse delas tropas franquistas. Ricardo F. Colmenero ha publicado ahora en el diario El Mundo una excelente información en la que completa la versión que nos dio Alberti, como la ocultación primera del poeta y María Teresa León en una higuera, así como un verso que el poeta escribió en su exilio argentino: “Azul se estira Ibiza. Allí fui prisionero en un monte de pinos”.

Antonio Colinas, poeta extraordinario que debería sentarse en un sillón de la Real Academia Española, ha contribuido a explicar la estancia de Rafael Alberti en la Ibiza franquista y María Teresa León relata en su Memoria de la melancolía cómo, recuperada la isla por las tropas gubernamentales, el poeta evitó que las turbas quemaran las iglesias y las imágenes de los santos. Lo que cuenta, en fin, Ricardo F. Colmenero, desde la objetividad y la información contrastada, confirma la imagen de Rafael Alberti, mi inolvidado amigo, frente a las acusaciones de Ricardo de la Cierva y Torcuato Luca de Tena, que, en su día, combatí desde las mismas páginas del ABC verdadero. Al autor de Edad prohibida no le gustaron nada mis aclaraciones, pero era un escritor liberal y las aceptó. A Rafael Alberti le emocionó que le defendiera desde el periódico del que Luca de Tena era propietario.

Y el asombro, en fin, que produce el anciano poeta cuando le dice a María Asunción Mateo, una intelectual joven y admirable, “que los años en mí no son hojas, son flores, que nunca soy pasado, sino siempre futuro”. Hasta su muerte cumplió lo que había prometido a María Asunción, cerrando una hermosa historia de amor, la última de un poeta incendiado, sobre las circunstancias políticas, por el aliento lírico que vibra entre sus versos.

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