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En los años posteriores al golpe de Estado de 1936, más de medio millón de españoles cruzaron el Pirineo para huir de la represión franquista. Hubo quienes optaron por el barco o la frontera portuguesa, si bien las rutas pirenaicas de contrabando fueron una vía clave para salvar las vidas de aquellos que se oponían al franquismo. Muchos terminaron en campos de concentración franceses, como Gurs o Argelès-sur-Mer, y no todos lograron cruzar la cordillera. Algunos murieron por el frío, el hambre, o fueron asesinados por los fascistas. Desde 2021, el proyecto formativo Ruta al Exilio, impulsado por el Instituto de la Juventud (Injuve), el Observatorio Europeo de Memorias (Eurom) y la organización Be Wild Be Proud, reconstruye las pisadas de los represaliados con jóvenes de entre 16 y 17 años procedentes de todas las comunidades autónomas.

Un total de 40 adolescentes harán una ruta que incorpora aventura, memoria y tradición, diseñada por 14 expertos en diferentes áreas y que se ha inspirado en otros proyectos como la Ruta Quetzal o Rumbo al Sur. En esta tercera edición han incorporado Navarra a un recorrido que los expedicionarios realizarán a pie y en autobús y que también alcanza el Alt Empordà catalán y el sureste de Francia. En ese nuevo viaje, denominado Cicatrices del paisaje, se recorren “las transformaciones del paisaje provocadas por el conflicto, como impactos de metralla o fortificaciones de hormigón”, explica Alba Peña, una de las coordinadoras.

La Ruta al Exilio se celebrará la segunda quincena de julio, pero tanto Peña como Saúl Flores, también coordinador del proyecto, han realizado estos días una prueba por territorio navarro para concretar los lugares a los que van a acudir y organizar la logística. Para ello, han escogido uno de los días más fríos del invierno, lo cual se hace patente sobre todo en los primeros compases del tramo. En los alrededores del pueblo de Leranotz, se encuentra el monolito que recuerda que en ese punto exacto fue hallada en 2018 una fosa con los restos de dos personas asesinadas al huir del Fuerte de Ezkaba. La instalación de estos elementos, subrayan Peña y Flores, tiene una función “pedagógica”, porque favorece que cualquier ciudadano, tenga interés o no en el tema, pueda saber qué ocurrió allí.

La inclusión de Navarra en la Ruta del Exilio es fundamental, detalla Flores, para que los chavales comprendan de qué huían estos españoles: “El exilio comienza con el golpe de Estado de 1936 en los territorios sublevados. Navarra, como territorio afín al bando franquista, es una comunidad autónoma en la que la represión es brutal, atroz, los números son escalofriantes y su condición de fronteriza favorece que el exilio sea una realidad constante del 36 en adelante”. Condición que permite también aproximarse a la realidad del contrabando, comprender el modo de supervivencia de la población local y “cómo las fronteras no eran solo espacios potencialmente represivos o restrictivos, sino que muchas veces eran muy porosos y permitían la subsistencia de pueblos enteros”, amplía Flores.

Flores, Peña y Gastón recorren parte de la Ruta al Exilio.
Flores, Peña y Gastón recorren parte de la Ruta al Exilio.PABLO LASAOSA

La historiadora que coordina el guion pedagógico, Anna Pastor, añade la necesidad de aplicar la perspectiva de género a la interpretación de la historia. Hay un caso simbólico que muestra la crudeza de la represión, el de Maravillas Lamberto. En agosto de 1936, cuando apenas tenía 14 años, fue detenida junto a su padre, violada delante de él por los soldados del bando sublevado y asesinada junto con su progenitor. Son historias concretas que también cuenta tanto el vecindario de los pueblos fronterizos como los familiares de los represaliados. “El año pasado tuvimos la oportunidad de hablar con personas que vivían en pueblos de frontera durante el primer franquismo sobre cómo era la vida con la presencia de la guerrilla y los pasos de frontera clandestinos”, detalla Pastor, lo cual fue muy enriquecedor para los ruteros.

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La materia prima está, pero ha sido necesario el impulso del departamento de Paz y Convivencia del Gobierno navarro. El director del Instituto de Memoria Histórica, José Miguel Gastón, fue quien en 2022 propuso completar la Ruta al Exilio por territorio foral. “Parte del exilio que sale por Cataluña, previamente lo había hecho por Navarra. Salen por aquí en el 36, regresan a la península y luego en el 39 se ven obligados a salir de nuevo. Son historias compartidas, entremezcladas y, en ese sentido, creemos que era preciso iniciar el proyecto aquí para luego completarlo en Cataluña y el sur de Francia”, aduce Gastón.

Desconocimiento de la Guerra Civil entre la juventud

El viaje de las y los ruteros es financiado con una subvención del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 y por las entidades que lo impulsan, por lo que es gratuito para los participantes. El plazo para apuntarse está abierto hasta el 9 de abril. Flores detalla que uno de los criterios fundamentales para ser elegido es el de la representatividad territorial: “Luchamos porque esta beca llegue a todas las comunidades autónomas, al mundo rural y al urbano de manera equitativa y luego, la selección se basa en la evaluación de la carta o vídeo de motivación que envían los aspirantes”. Hay un factor decisivo, la propuesta de proyecto creativo que hacen: “Deben proponer un proyecto artístico, periodístico, de investigación o educativo que desarrollarán junto con tutoras del propio equipo o especialistas y que acabará siendo un poemario, una canción, una unidad didáctica, una cuenta de Instagram, un juego de mesa… Pueden ser tantas cosas como ideas tengan”.

Las entidades promotoras de la ruta les ayudan posteriormente a divulgar sus proyectos con el objetivo de que el conocimiento adquirido por estos adolescentes sea divulgado allá donde vayan. A finales de marzo se inaugura en su web la exposición de proyectos de la última edición. Y más allá de la formación histórica, apunta Peña, los expedicionarios abordan temas de actualidad y realizan “un trabajo analítico para poder relacionar ese pasado-presente de forma real, que no solo sean unas fechas, que haya un discurso pedagógico muy bien pensado”.

La mayoría de los ruteros traen mochila, en sentido literal y figurado. “Muchos participantes nos hablan en sus cartas de sus tíos abuelos o abuelos que se exiliaron y acabaron en campos de concentración”, cuenta Flores. En 2021, dos ruteras que no se conocían, una de Aragón y la otra de Andalucía, descubrieron que habían tenido a familiares en el mismo campo de concentración francés. “Me gusta pensar que aquellos antepasados coincidieron en el campo y se apoyaron, que entablaron una amistad, como después sucedió, tres generaciones después, con estas ruteras”, apunta el coordinador de Ruta al Exilio.

Las historias conmovedoras son muchas, pero un elemento que se repite y que “duele” es el desconocimiento que tiene la juventud sobre la Guerra Civil y el franquismo. Los responsables del proyecto afirman que este déficit “dificulta que se pueda formar una memoria y un compromiso democrático resistente”, que se pueda “comprender qué fue y qué supuso realmente el exilio que marcó a una generación y a un país”. Lo que de verdad emociona, subrayan, es ver cómo la Ruta al Exilio ayuda a los más jóvenes a “entender que es posible ser una parte transformadora de la sociedad”. “Los territorios están unidos por las personas que los atraviesan, y tirar de esas historias, seguir esas huellas, nos permite entender mejor las cicatrices del paisaje, los impactos físicos e inmateriales que tuvo y que todavía tiene hoy en día la guerra en nuestra sociedad”, concluye Flores.

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