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Blade Runner 2049 es secreta. Secretísima. Quisiera la CIA que sus documentos se preservasen con tanta cautela como la joyita que trae entre manos el cineasta Denis Villeneuve (nominado al Oscar por la Llegada): nada menos que la secuela, 35 años después, de la mítica Blade Runner, ya saben, la de culto, el filme neo-noir de ciencia ficción de Ridley Scott que, a pesar del aplauso tardío de la taquilla y la crítica, tomó por los testículos a medio mundo hablándole de algo terrible: el futuro.
Un futuro en el que, mediante la ingeniería genética, se fabrican humanos artificiales -«replicantes»- para que se afanen en trabajos peligrosos en las colonias exteriores de la Tierra. Vaya: queríamos esclavos para no mancharnos las manos. El problema es que estos seres son «más humanos que los humanos» –más ágiles y fuertes, pero nulos empáticamente y con obsolescencia programada– y acaban rebelándose. Son declarados «ilegales» en nuestro planeta y se designa a un cuerpo especial de la Policía, los Blade Runners, que los cacen y los quiten de la circulación. ¿El mejor pistolero aquí? Rick Deckard, Harrison Ford para los amigos.
La distopía nos acaricia, cualquiera lo niega. Se acerca como animal de pisada grande. Blade Runner planteó en el 82 preguntas que aún hoy nos retumban: ¿vamos a morir de progreso?,¿es cierto que la inteligencia artificial es «estupenda», como dice Mark Zuckerberg, o más bien «una amenaza», como sostiene Elon Musk?, ¿qué nos convierte en seres humanos?, ¿qué hay de matar a Dios o de sobreponerse a él, como pretenden hacer los replicantes con sus creadores? Esperen, ¿Deckard era replicante o no?
Blade Runner planteó en el 82 preguntas que aún hoy nos retumban: ¿vamos a morir de progreso?, ¿es cierto que la inteligencia artificial es «estupenda», como dice Mark Zuckerberg, o más bien «una amenaza», como sostiene Elon Musk?
«Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo», decía el replicante Roy Batt. Blade Runner habla de la ética, de la fe, de la memoria, de la identidad y del tiempo. De la producción, del utilitarismo, del sexo como «modelo básico de placer». No más que los temas alrededor de los que orbita el ser humano, no más. Por eso aquí andamos muy crípticos -hasta tiernamente escépticos- con la secuela protagonizada por Ryan Gosling, Harrison Ford, Jared Leto y Ana de Armas. ¿Qué es respetar un clásico: saber continuarlo o volverlo intocable y empezar de cero con otro concepto?
El nuevo ‘blade runner’: Ryan Gosling
En esta entrega conocemos a un nuevo ‘blade runner’, el Agente K del Departamento de Policía de Los Ángeles (Ryan Gosling), que desentierra un antiguo secreto capaz de sumir lo que queda de la sociedad en el caos. Esta misión le lleva a buscar a Deckard, el viejo agente, que ha estado desaparecido durante tres décadas. Gosling, que le da carne al nuevo protagonista, se presenta en Madrid con la humildad de los buenos, sonrisa nerviosa y un jersey de renos. Mira constantemente a Harrison Ford como al maestro, le deja hablar y va a su sombra.
Cuenta el hombre de City of the Stars que él tenía dos años cuando se estrenó la película y que la vio por primera vez a los doce, solo en su casa, con su cinta de VHS. «En ese momento no era consciente de la importancia que había tenido en el cine ni en la cultura. Eso llegó con el tiempo. Recuerdo ese primer visionado como algo muy puro… me hizo plantearme muchas preguntas, dudas existenciales que no sabía que eran existenciales: quién es el héroe, quien es el villano, qué hace que uno sea bueno o malo… temas de envergadura que un chaval no sabía cómo interpretar».
Ahora los blade runner son personajes más marginados, viven vidas muy aisladas, poco agradables. De hecho, cuando conocemos a mi personaje nos damos cuenta de que necesita una identidad más allá de su trabajo
Gosling dice que «la película se quedó conmigo con el paso del tiempo; me ha marcado a lo largo de los años y ha afectado a mi identidad y a mi forma de abordar temas como la memoria». Pero ¿qué tienen en común Deckard y el Agente K? «Tenemos el mismo trabajo», sonríe Gosling. «Y, como dice en la peli, ‘se me da bien’. Han pasado treinta y tantos años, el mundo ha evolucionado y el oficio de blade runner también ha cambiado: ahora los blade runner son personajes más marginales y marginados, viven vidas muy aisladas, poco agradables. De hecho, cuando conocemos a mi personaje nos damos cuenta de que está perdido, de que tiene conflictos y de que necesita una identidad más allá de su trabajo. Necesita una conexión humana y emocional», revela.
Se instala en el misterio. «Parte de todo este silencio es… porque queremos que la gente pueda experimentar lo que es la película y las sensaciones que transmite de una manera nueva, sin ideas preconcebidas», alega. Harrison Ford -impenetrable pero extrañamente afable, faltando a su leyenda- dice que esta secuela merece la pena «porque está Ryan Gosling en cartel y porque yo he estado 35 años mejorando mi trabajo, creciendo como actor«.
«Sobre todo, por la obra de Denis Villeneuve, que, a pesar de ser canadiense el hombre, ha sido capaz de ofrecernos cintas enormemente interesantes», bromea. «Ninguno de nosotros ha tirado su ambición por la borda. Estamos ante una película que no es una repetición, no es una imitación barata. Nos hemos esforzado mucho en darle al espectador una experiencia emocional pero meditada. Blade Runner 2049 no es sólo tiros, disparos, saltos y demás. No».
Rebelarse contra la opresión y la desinformación
Elogios y felaciones profesionales aparte -«Ridley Scott y Denis Villeneuve tienen en común el ojo crítico y la imaginación desbordante» o «Agradezco la mirada y la sensibilidad de Gosling porque es nueva, fresca y se ha criado en otra época y otro contexto», lo de siempre-, huelga recordar que Blade Runner es, sobre todo, una película que nos señala, una distopía que nos atañe hondamente, que nos apela, que habla de nuestros límites, y es complicado girarle la mirada.
Los replicantes se rebelaban en la primera contra el tiempo que les ha sido otorgado, contra su propia fecha de caducidad, contra lo impuesto desde arriba. ¿Contra qué deberíamos rebelarnos nosotros, como ciudadanos? Harrison apunta, primero, que los replicantes de Blade Runner 2049 son «distintos» y que el concepto de «caducidad» pertenece a la primera película.
«¿Rebelarnos?», repone, con firmeza. «Tenemos que rebelarnos contra lo de siempre: las malas películas (ríe), la insistencia en dividirnos en grupos comerciales… hay que rebelarse contra el hacer lo que nos digan, contra el dejar de comprar lo que piensan que tenemos que comprar cada uno, contra el maltrato al medio ambiente, contra la opresión y la desinformación. Tenemos que rebelarnos contra toda la mierda que nos rodea«. Se queda nuevo. Gosling asiente.
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