[ad_1]

Aproximación desde la Merced, Ciudad de México

Cuarta mesa de acopio solidario realizada el 28 de mayo de 2020 por la Colectiva Barrio Chido. Fotografía: Colectiva Barrio Chido

Cuando vinieron las verificadoras sanitarias, a mí me dijeron que tenía que cerrar mi negocio, entonces yo le dije a la muchacha [encargada de la verificación]: “¿Quieres que cierre?” “¡No!, [contestó ella] ¡tiene que cerrar porque su giro no es prioritario!” Y le digo: “Entonces dame mi cheque.” Y me dice: “¿Cómo?” [A lo que Gregorio le respondió] “¿Tú quieres que cierre? Tú dices que tengo que cerrar, entonces, como tú me vas a cerrar, tú me tienes que resolver el problema de mi comida. ¡Mi ’ja, si yo no vendo, no abro, no como!, ¿tú vas a resolver el problema?”

Gregorio, un comerciante en el autoempleo con ingresos precarios, en la zona de mercados de la Merced, me platica de su experiencia en el contexto de la pandemia que ha dominado nuestras vidas en los últimos meses. Su voz da cuenta del conflicto que le representa suspender sus actividades laborales, como se vio forzado a hacerlo a finales de abril, cuando las autoridades de la alcaldía decidieron tomar medidas en la zona, para hacer efectivas las disposiciones oficiales sobre el cierre de actividades no-esenciales (dispuestas a finales de marzo), ante la propagación del virus. Como él, muchos trabajadores en su situación no habían cerrado sus negocios voluntariamente porque los medios básicos de vida, sin ir más lejos: el alimento, dependen de los ingresos diarios. De acuerdo con una Encuesta Nacional, levantada por INEGI y la CNBV, apenas “el 42% de los mexicanos pueden afrontar una emergencia económica equivalente a un mes de su ingreso”. Es decir, para estos trabajadores en el autoempleo y con ingresos precarios, las medidas de distanciamiento social, sintetizadas en la consigna: “Quédate en casa”, resultaban una demanda difícil de cumplir, un problema, como veremos, difícil de resolver. Pero, además, la cita de Gregorio permite reconocer no sólo este conflicto, sino también un fuerte malestar que fue expresado por muchos de los comerciantes con los que conversé: que las políticas de gobierno no establecieron las condiciones suficientes que permitieran, a los sectores populares, no verse obligados a salir de casa. Dalia, con ironía, sintetizo este conflicto sucintamente: “Nos dicen [las autoridades], este… ‘No van a trabajar. Todo está bien. Quédate en casa’ ¿Y en casa, cómo me va llegar el sustento?”

Si bien a finales de marzo y principios de abril pudo existir cierta incredulidad local en torno al riesgo del virus, para finales de abril el coronavirus se vivió como más que una amenaza terrible. “Al principio no creíamos mucho, [me dice Lorena,] pero cuando empezamos a ver que ya empezaron a haber fallecidos conocidos, personas que nosotros frecuentamos o [que] estamos en convivencia, pues como que sí… y para mi emocionalmente fue mucho.” Como para Lorena, para la mayoría de los trabajadores con los que me entrevisté, las posibilidades del contagio despertaron fuertes miedos y el miedo es recurrentemente enunciado al describir su experiencia de los días pasados y actuales. Para muchos fue el miedo la razón por la cual decidieron parar sus actividades y quedarse, finalmente, en casa, al menos una o unas semanas, asumiendo las afectaciones que esa decisión implicaría en términos inmediatos para sus hogares. “¡Vámonos, vámonos, vámonos!” Me cuenta Benito que pensó, en la medida que las noticias sobre enfermos y fallecidos se acumulaba: “A lo mejor, mira, si podemos, después regresamos y trabajamos, aunque quedemos a deber no hay problema.” “Fue de mucho miedo”. Para dar otro ejemplo, Isabel cerró su puesto de guisados ya que por la falta de clientes no sólo dejó de percibir ganancias, abrirlo le significaba pérdidas. Su esposo, quien desde que se juntaron trabaja con ella, respondiendo a la emergencia económica del hogar regresó a su antigua labor: cargador en la Central de Abastos. Hasta que el riesgo de contagio les pareció demasiado alto. “Entonces ya hablamos,” me cuenta Isabel, “y le dije: pues sabes qué, no vas a ir a trabajar en lo que pasa esto, porque…así comamos frijoles, arroz todos los días; o sea…mientras tengamos un plato de comida, pues…no, no, ¿a qué te vas a exponer?

Durante los días y/o semanas que estuvieron en “cuarentena”, los integrantes de estos hogares recurrieron a distintas estrategias y a diversas fuentes de recursos, ante la fractura temporal (y en muchos casos parcial) con el mercado de trabajo, su principal fuente de ingresos.

1.-En primer lugar, hubo acciones estratégicas dentro del hogar. Utilizaron sus ahorros, vendieron y/o empeñaron algunas posesiones (ropa, electrodomésticos, joyas familiares), redujeron gastos en ciertos servicios (teléfono, internet), cambiaron también su alimentación: abandonaron ciertos alimentos como la carne, y enfatizaron el consumo de los más económicos.

2.- En segundo lugar, recurrieron, como históricamente ha sucedido en México y Latinoamérica, a sus redes sociales (o ¿cómo sobreviven los marginados?), en algunos casos diversos hogares se agruparon y compartieron recursos y gastos. También se intercambió comida y se dieron préstamos a familiares y amigos. Además, algunas organizaciones comunitarias, como La Colectiva Barrio Chido (de la Merced), conformada por comerciantes y habitantes del lugar, organizaron colectas solidarias para armar despensas que entregaron entre distintas poblaciones vulnerables, entre ellas distintos comerciantes.

3.- Finalmente, de forma parcial y heterogénea, algunos de estos hogares contaron con ciertos recursos, derivados de programas de gobierno. Por ejemplo:

Los damnificados por el incendio que vivió la Merced el 24 de diciembre de 2019 recibían hasta junio un “seguro de desempleo”. Sin embargo, para ellos la pandemia les pegó en un momento en el que ya estaba atravesando fuertes dificultades. Fidel lo describió así: “Nosotros venimos de una afectación con el mercado, porque está la obra de construcción [como consecuencia de los incendios de 2013 y 2019] […] entonces fue un golpe doble porque nos reubican aquí, pero en esta zona se vende muy poco […] ¡y después se viene el Covid! Fue doble, ¡para lo económico fue doblemente el golpe! […] hubo una baja de ochenta por ciento en las ventas, ¡se puede decir que nada más estamos sobreviviendo!”

Algunos otros, con algún hijo pequeño y suscritos al programa “Mi Beca para Empezar”, recibieron durante tres meses un depósito extra de 500 pesos, al apoyo, entre 300 y 400 pesos, que reciben mensualmente. Ello, como me dijo Doña Azalea, “hizo como un poco… salir de algunos gastos”.

Varios de los entrevistados, residentes en la Alcaldía, recibieron un total de 1000 pesos, como un programa propio del gobierno local.

Casi nadie de la gente que entrevisté solicitó los créditos que se presentaron como una de las principales medidas de apoyo a estos trabajadores, tanto por el gobierno federal como del gobierno local. Muchos de ellos no sabían si cumplían el perfil para solicitar alguno de los créditos y cuáles serían los requisitos. Para otros, la idea de recibir un crédito sin expectativas de que la situación económica mejore implicaba, simplemente, endrogarse. Dalia, por ejemplo, me explicaba su decisión “…aunque sea un kilo de papa, eso nos llevamos y es lo que comemos, ni modo, ¿qué le vamos a hacer? No nos podemos embarcar con nada, porque usted sabe qué, si usted pide un préstamo, al rato tiene que pagarlo, entonces ¿para qué?, ¿para qué pido prestado? […] Entonces no, le digo a él que no, no, pus no. Vamos a comer frijoles o nopales”.

Sin embargo, las tres diferentes fuentes de recursos de estos hogares no resultaron suficientes para sustraer de su participación en el mercado de trabajo su acceso a los medios de reproducción de la vida social, incluso, tan sólo, de “sobrevivencia”. Algunos pudieron resistir poco más de un mes, otros tantos no estuvieron sin trabajar más de una semana.

Así, estos trabajadores se vieron obligados a salir de casa, a pesar de que, a finales de mayo o principios de junio, aún el número de contagios y fallecidos diarios en la Ciudad no era evidente que comenzara a declinar y los trabajadores tenían aún el temor prensado al cuerpo. Isabel, por ejemplo, me contó: “La verdad, cuando él [su marido] regresó [a trabajar] pues él me decía, ‘¡es que la gente allá [en la Central de Abastos] no se deja de morir!’ ¡O sea, no, no…! […] pero pues ya llegaba un momento donde ¡tenía [que trabajar]!, ¡no era porque quisiera!, sino ya ¡tenía! que ir a trabajar, porque ya no…” A pesar del riesgo, a pesar del miedo: “tenía”. En un sentido similar Doña Azalea me relató que llegó un punto en el que su pareja, Tarsicio, le dijo (cuando los recursos disponibles les fueron insuficientes para cubrir los gastos): “‘¡No!, pues es que yo no debo de tener miedo, ¿quién va a traer dinero? […] ¡Tengo que ir a trabajar!” No hubo opción. Por su puesto, tal vez Tarsicio sentía miedo, pero “no debía” sentirlo; no porque el riesgo hubiera desaparecido, de hecho, en ese momento, no había disminuido, sino porque regresar a trabajar era imperante.

La epidemia de coronavirus sigue en curso por lo que los estudios sobre la misma no pueden aspirar a más que ser preliminares. Sin embargo, distintas investigaciones han comenzado a reconocer que su propagación y las consecuencias de su contagio no se han distribuido homogéneamente en la población, sino que han seguido líneas de desigualdad, entre otros aspectos, por condiciones de clase. Es decir, en los cuerpos contagiados y fallecidos encontramos una sobrerrepresentación de sectores con bajos ingresos.

Para contener los estragos terribles de la pandemia, la estrategia principal ha consistido en buscar romper las redes de contagio a través de medidas de distanciamiento social, idealmente a través del resguardo domiciliario (“Quédate en casa”). Para muchos trabajadores, quedarse en casa implica también sustraerse del mercado de trabajo. Es decir, suspender su relación con su principal fuente de ingresos. Hemos visto que para trabajadores en el autoempleo, con ingresos precarios, que viven al día, esto significó un fuerte problema. Ellos, en realidad, sólo lograron resguardarse temporalmente (e incluso, dentro de ese tiempo reducido, muchos sólo lo hicieron parcialmente), algunos lo cumplieron apenas por una semana, y otros llegaron a “aguantar” poco más de un mes. Lejos estuvieron de los dos meses que duró la Jornada Nacional de Sana Distancia, más casi un tercer mes en el que la Ciudad de México se mantuvo en Semáforo Rojo. Para quedarse en casa, los hogares contaron con distintos recursos provenientes de los propios individuos, sus hogares, su familia, sus redes sociales, la comunidad y las políticas sociales. Los límites de las políticas sociales para garantizar a la población acceso a los medios de subsistencia supuso que los hogares recurrieran a recursos propios, tanto individuales como sociales, que reflejan condiciones de desigualdad y de injusticia social. El resguardo domiciliario como estrategia para limitar el contagio no es, principalmente, un problema de responsabilidad individual sino de recursos. Y no se garantizó que los sectores desfavorecidos pudieran acceder a los medios de subsistencia y persistir por fuera del mercado de trabajo. En cambio, se vieron obligados a guardar el temor y salir a la búsqueda de ingresos.


Los nombres de las y los comerciantes con los que conversé fueron modificados para proteger su anonimato. Se trata de trabajadores en el autoempleo con ingresos precarios, que venden productos como: hierbas medicinales, nopales, guisados, uniformes escolares, delantales, flores de papel, ropa, licuados, queso, cecina, granos y semillas, entre otros. Agradezco el apoyo imprescindible y generoso de Carina Serrano; así como la valiosa ayuda de Paola Castañares y Valeria Reyes.

https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5590914&fecha=31/03/2020&print=true

https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/cierran-locales-de-la-merced-para-evitar-propagacion-de-covid-19

https://economia.nexos.com.mx/?p=2999

https://desinformemonos.org/el-barrio-lo-cura-todo/

https://elpais.com/internacional/2020/01/11/actualidad/1578698992_649221.html

https://www.proceso.com.mx/612286/la-merced-otro-incendio-mismas-fallas

https://www.milenio.com/politica/comunidad/cornavirus-cdmx-tercer-apoyo-adicional-beca-empezar

https://www.cronica.com.mx/notas-entregan_55_mil_tarjetas_respaldo_vc_para_reactivar_la_economia_local-1153855-2020

https://politica.expansion.mx/presidencia/2020/05/20/estos-son-los-apoyos-gobierno-amlo-contingencia-sanitaria https://politica.expansion.mx/mexico/2020/04/29/quienes-podran-acceder-a-los-nuevos-apoyos-federales-por-el-covid-19 https://politica.expansion.mx/cdmx/2020/03/25/sheinbaum-anuncia-creditos-de-10-000-pesos-a-microempresas-de-la-cdmx Micronegocios: la apuesta del gobierno para mitigar la crisis que viene

Un análisis de los límites formales de estos programas se encuentra aquí: https://www.animalpolitico.com/el-ronroneo/los-insuficientes-microcreditos-para-afrontar-la-crisis-en-mexico/

Ver el artículo de Dra. Ana Alcalá, “Entre la pobreza y la pandemia de COVID-19: la encrucijada de las comunidades indígenas en México” en este Blog. https://www.filac.org/wp/comunicacion/actualidad-indigena/covid-tiene-letalidad-de-18-8-en-pueblos-indigenas-unam/ https://web.crim.unam.mx/sites/default/files/2020-06/crim_036_hector-hernandez_mortalidad-por-covid-19_0.pdf https://www.iis.unam.mx/blog/covid-19-y-desigualdad-social-en-estados-unidos/

https://coronavirus.gob.mx/medidas-de-seguridad-sanitaria/

https://covid19.cdmx.gob.mx/nuevanormalidad

[ad_2]

Source link