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Un soldado ucraniano subido a un lanzacohetes múltiple BM-21 ‘Grad’ en Járkov. / AFP

Las autoridades prevén liberar todas las zonas ocupadas «en seis o nueve meses», incluida Crimea, aunque sienten «miedo» por la posible reacción del Kremlin

La ofensiva ucraniana al este y sur del país avanza ante la inoperancia de un Ejército ruso cuyos mandos hablan de «retirada estratégica» en lugares como Jersón. El mismo día que el presidente ruso, Vladímir Putin, firmaba la ley que oficializa la anexión de las regiones de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia como partes de la Federación Rusa, Volodímir Zelenski informaba de la liberación de ocho nuevas localidades en Jersón y el gobernador de Lugansk, Serguéi Gaidai, anunciaba en Telegram que «ahora ya es oficial, comenzó la desocupación de la región de Lugansk». Putin firmaba por tanto la anexión de zonas que ya están fuera del control sus tropas, pero que su portavoz, Dmitri Peskov, aseguró que serán rusos «para siempre» y que serán «recuperados».

En ciudades como Odesa los ciudadanos viven pegados a sus teléfonos móviles donde los canales de noticias en la red Telegram actualizan los mapas de la situación cada vez que se producen cambios. Odesa está a solo 150 kilómetros del frente y desde el comienzo ha sido uno de los objetos de deseo de Putin, pero sus tropas no han podido llegar y la amenaza parece cada vez más lejana.

En las calles se respira optimismo después de siete meses de guerra, pero con mucha cautela porque «a este ritmo podemos liberar todas las zonas ocupadas, incluida Crimea, en seis o nueve meses, pero nos da miedo el día después. Putin es muy capaz de reaccionar a esta derrota usando el arma nuclear», explica Petr Obuhov, matemático de 38 años metido a político y que está al frente del partido Solidaridad Europea, liderado por Petro Poroshenko, en la ciudad costera.

Obuhov tiene «sensaciones encontradas porque vemos la victoria cerca, pero Putin puede hacer cualquier cosa». En su opinión, la clave de esta ofensiva es que «llevamos meses castigando a diario a los rusos, día tras día y sin descanso. Nosotros no paramos de recibir ayuda y a ellos les falla el suministro, era cuestión de tiempo que empezaran a perder terreno».

176 crímenes de guerra

La situación en las calles es de aparente normalidad, pero el puerto y casi toda la zona de costa están cerradas por los militares debido a motivos de seguridad. La mítica escalera Potiomkin, que conecta el casco viejo con el puerto y que inmortalizó Serguéi Eisenstein en ‘El acorazado Potemkin’, está blindada por las fuerzas de seguridad y en los últimos días la ciudad ha sido golpeada por ataques de drones suicidas ‘Shahed-136’, modelo que Moscú ha comprado a Irán y que emplea también en otras partes del país.

Putin juró que usaría todos los medios a su alcance para defender las zonas anexadas y esa frase ha quedado grabada en la mente de unos ucranianos que no vivían una situación de euforia similar desde la retirada rusa del frente de Kiev. La liberación de tierra trae consigo también la apertura de investigaciones y los ucranianos han presentado ya 176 denuncias por crímenes de guerra contra militares rusos, según confirmó el fiscal general del país, Andri Kostin.

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