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Tras dos años de parón por la pandemia, las cofradías vuelven a salir a la calle en Sevilla, la ciudad de la Semana Santa por antonomasia. Todas son especiales, pero causa doble asombro que la hermandad de penitencia más antigua de las 69 que procesionan estos días sea la que fundaron e integraron durante siglos en exclusiva los sevillanos más oprimidos de la sociedad: los esclavos negros. Hombres y mujeres comprados y cristianizados. Sus 629 años de historia son de película, como lo demuestra Los Negros, el documental que se ha estrenado en salas de cine en vísperas de la Pasión. 

Se denomina Muy Antigua, Pontificia y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles Coronada, pero todo el mundo la conoce mejor por el sobrenombre popular, y también oficial, que apela a sus divinos orígenes humanos. Los Negritos. Antes la llamaban «la hermandad de los morenos», o «de los negros».

Para dar una idea de lo antigua que es, el historiador Roberto Ruiz, que es también su diputado mayor de Gobierno, explica a EL ESPAÑOL | Porfolio en la capilla de Los Negritos: «Cuando se fundó en 1393, faltaban aún cien años para la unificación de España, los Reyes Católicos y la conquista de América»

Estos últimos dos años sin salir a la calle por la enfermedad suponen apenas una muesca en los 629 años que ha cumplido. Los Negritos mantiene con orgullo su nombre pese a que los hermanos negros de la cofradía sólo representen hoy un puñado entre los 2.500 cofrades. Tras la túnica y el antifaz blanco, y bajo su capirote de nazareno tan opuesto al del Ku Klux Klan, las diferencias se ocultan y todos quedan igualados, aunque sea por unas horas.

Nazarenos de la hermandad de Los Negritos de Sevilla se preparan para salir en procesión de su capilla, el 29 de marzo de 2018.


Nazarenos de la hermandad de Los Negritos de Sevilla se preparan para salir en procesión de su capilla, el 29 de marzo de 2018.

Eduardo Briones

Europa Press

Fotograma del documental 'Los Negros', que cuenta la historia de los esclavos de la hermandad sevillana.


Fotograma del documental ‘Los Negros’, que cuenta la historia de los esclavos de la hermandad sevillana.

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En el siglo XIV, Sevilla estaba en la ruta que conectaba Europa con el oro del Sudán, al otro lado del Sáhara, y desde mucho antes había en sus calles esclavos africanos. La trata esclavista aumentó con los comerciantes portugueses que abrieron la ruta Atlántica a lo largo de la costa africana y los traían desde la desembocadura del río Níger, relata el historiador Roberto Ruiz. Los vendían en las gradas exteriores de la Catedral, con la piel marcada con una ‘S’ atravesada por un clavo. Un juego de palabras para decir «eSclavo». Los habitantes negros llegaron a ser el 12% de la población de la ciudad. «Los tenedores de esclavos eran sobre todo la Iglesia y los nobles, pero cualquier comerciante los tenía también, como un carnicero, por ejemplo», apunta Ruiz.

Esclavos negros tuvieron en sus talleres incluso artistas como Velázquez y Murillo. Pero cuando había una crisis económica, como sucede en otro contexto con muchos despidos hoy en día, los dueños soltaban lastre vendiendo a los esclavos o liberándolos y abandonándolos en la miseria. Ocurría lo mismo si eran demasiado viejos, enfermaban, sufrían un accidente. «Dejaban de ser útiles y los echaban a la calle», dice el historiador sevillano y dirigente de Los Negritos. Ocurría entonces la paradoja de que el esclavo que continuaba al servicio de su amo estaba en mejores condiciones materiales que muchos libertos, porque tenía techo y comida, y éstos, en cambio, quedaban a la intemperie tras su liberación-despido. 

La cofradía surgió como un hospital para esclavos a los que sus dueños abandonaban cuando no eran ya útiles

Con el fin de socorrer a estos libertos marginados, que se agrupaban para malvivir extramuros en el lado exterior de la muralla, el arzobispo Gonzalo de Mena y Roelas fundó en aquel 1393 un hospital para negros en la zona de la Huerta de los Ángeles, que se cree que estaba cerca del antiguo acueducto y de la Puerta de Carmona. Es la misma zona, entonces marginal, donde se levanta su actual capilla de la calle Recaredo número 19, que compraron en 1550. Por delante de ella, conectando presente y pasado, marcharon los manifestantes, muchos de ellos trabajadores inmigrantes africanos, que el 28 de febrero de 2020 pidieron a las autoridades un techo digno en los tajos agrícolas.

Trabajadores inmigrantes africanos pasan ante la capilla de Los Negritos en la llamada Marcha por la dignidad, el 28 de febrero de 2020 en Sevilla.


Trabajadores inmigrantes africanos pasan ante la capilla de Los Negritos en la llamada «Marcha por la dignidad», el 28 de febrero de 2020 en Sevilla.

Eduardo Briones

Europa Press

Aquel hospital medieval de finales del XIV sirvió a la vez de cofradía religiosa étnica, racialmente cerrada. A través de la hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles, la Virgen de su advocación, podían participar en la vida religiosa que les estaba vedada en las cofradías de sus amos. Sólo podían unirse a ella negros esclavos, con el permiso firmado de sus dueños, y negros libertos, en ambos casos tanto hombres como mujeres. El único blanco admitido, apunta Ruiz, era el secretario, porque ellos eran casi todos analfabetos y necesitaban a alguien que supiera escribir. Con el tiempo, otras hermandades más antiguas de penitencia desaparecieron y la de ellos sobrevivió hasta ser hoy la decana de las que quedan.

Los documentos 

El historiador y diputado mayor de Gobierno Roberto Ruiz y el secretario segundo de Los Negritos, Alfredo Montilla Carvajal, abren un archivador metálico en la oficina, sacan un libro de registro del siglo XVII y empiezan a pasar páginas ante EL ESPAÑOL | Porfolio. Una historia impresionante vuelve a salir a la luz escrita a mano y con tinta por los secretarios.

El historiador Roberto Ruiz,  diputado mayor de Gobierno de Los Negritos. A la derecha, el mulato san Martín de Porres.


El historiador Roberto Ruiz, diputado mayor de Gobierno de Los Negritos. A la derecha, el mulato san Martín de Porres.

Eduardo del Campo

Alfredo Montilla Carvajal, secretario segundo de la hermandad de Los Negritos de Sevilla, con uno de los legajos antiguos.


Alfredo Montilla Carvajal, secretario segundo de la hermandad de Los Negritos de Sevilla, con uno de los legajos antiguos.

E. del C.

Inscripción en Los Negritos del esclavo Joseph María Monzalve (Monsalve), con licencia de su amo, que le dio su apellido.


Inscripción en Los Negritos del esclavo Joseph María Monzalve (Monsalve), con licencia de su amo, que le dio su apellido.

E. del C.

Vemos la inscripción de un esclavo de 1748, que dice así (lo transcribimos actualizando ligeramente la ortografía): «En 2 de Agosto de 1748 se sentó por hermano de Nuestra Señora de los Ángeles Manuel Joseph María Monzalve, Esclavo de Don Joseph Lazo Monzalve, el qual trajo la lizenzia de su amo firmada y hizo juramento de observar y guardar todas las constituciones de la regla y todo paso ante los oficiales de dicha hermandad. Fue su Padrino Salvador de la Cruz».

El esclavo que quería hacerse hermano de la cofradía «de los morenos» (como aparece nombrada en otro documento oficial con el orden de paso de las hermandades de Sevilla en la procesión del Corpus Christi) tenía que contar con la autorización por escrito de su dueño, que además le imponía su apellido, como se ve en este caso con el común «Monzalve» (por Monsalve o Monsalves). 

Cuando el hermano o hermana que se inscribía era libre, se hacía constar así, como comprobamos en la anotación del ingreso, también un 2 de agosto pero de 1726, de una «hermana» llamada María, vecina del corral de vecinos (aún existente) conocido como Corral del Conde, a la que introducía como madrina otra mujer llamada igualmente María. «Y es libre», consignaba el secretario sobre la recién ingresada. En otro asiento del libro, de 1680, registran la entrada como «hermano» de Antonio Manuel de Acosta, que es «libre».

Inscripción del hermano negro Antonio de Acosta, de quien el secretario precisó que era libre.


Inscripción del hermano negro Antonio de Acosta, de quien el secretario precisó que era «libre».

E. del C.

Inscripción en la cofradía de Los Negritos de una hermana negra, María, que era libre.


Inscripción en la cofradía de Los Negritos de una hermana negra, María, que era «libre».

E. del C.

No era fácil conseguir la firma del dueño que les daba licencia para unirse a la hermandad, requisito impuesto por la Iglesia. Los propietarios «eran reticentes a que sus esclavos se unieran a la hermandad, porque para ellos era como participar en un sindicato«, dice el historiador y dirigente de Los Negritos. 

Los amos «eran reticentes a que sus esclavos se unieran a la hermandad, era como participar en un ‘sindicato'»

Roberto Ruiz, historiador y diputado mayor de Los Negritos

La primera advocación de la hermandad fue la Virgen de los Reyes Magos. Los Evangelios reconocían que uno de los tres Reyes Magos, Baltasar, era negro como ellos y ese protagonismo les ayudaba a identificarse con el relato bíblico, dice Roberto Ruiz. Más tarde, cambiaron su denominación por la de Nuestra Señora de los Ángeles. 

Hostigamiento como en el fútbol

Esta hermandad segregada de negros salía en procesión en Semana Santa como las de los blancos, aunque la Iglesia ordenaba que las mujeres, al igual que las de las demás cofradías, marcharan en un tramo aparte separadas de los hombres, con la cara descubierta y no con antifaz. Los nazarenos penitentes de la cofradía «de los morenos» sufrieron episodios de hostigamiento racista en la calle, dice Roberto Ruiz, con abucheos «como los que sufren hoy jugadores negros en los estadios de fútbol», o «pinchazos con alfileres a las mujeres». En los anales quedó que una vez, incluso, desde la muchedumbre le tiraron una piedra a su Cristo.

En la hermandad participaban también mujeres, como muestra el documental 'Los Negros'.


En la hermandad participaban también mujeres, como muestra el documental ‘Los Negros’.

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Para las hermanas negras, la cofradía les daba la oportunidad de asociarse y socializar al amparo de una institución. Constituían dentro de ella otra asociación, la Congregación del Rosario de mujeres. Al igual que el resto de las hermandades, ellas no tenían voto en los cabildos, las asambleas decisorias, reservadas a los hombres; la plena igualdad de derechos entre sexos no llegó a todas las cofradías hasta bien entrado el siglo XXI. El actual arzobispo, Juan José Asenjo, obligó a las tres últimas cofradías que no aceptaban mujeres a hacerlo, mediante un decreto que entró en vigor el 2 de marzo de 2011. Los Negritos se había adelantado mucho antes.

El modelo de Los Negritos como cofradía racial para esclavos se consolidó y se exportó a las colonias españolas de América, como en Perú o México, donde crearon hermandades de negros a imagen de la matriz de Sevilla, como documenta el catedrático de Antropología de Sevilla Isidoro Moreno en su gran libro sobre el tema, La antigua hermandad de los negros de Sevilla: etnicidad, poder y sociedad en 600 años de historia.

La escena del documental 'Los Negros' que recrea la venta de Moreno y Molina.


La escena del documental ‘Los Negros’ que recrea la venta de Moreno y Molina.

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Venderse a sí mismos por la Virgen

Más de seis siglos dan para muchos episodios. En Los Negritos destacan el papel de sus hermanos más importantes, los negros libres Pedro Moreno y Francisco Molina. En el siglo XVII surgió el culto de la inmaculada concepción de la Virgen y querían que su hermandad participara en esa corriente religiosa para no quedar relegada. «No se podían igualar con los blancos en derechos, pero podían equipararse en el plano simbólico», participando en la religión al mismo nivel, cuenta Roberto Ruiz. El problema es que no tenían dinero.

Para buscar fondos, decidieron «venderse a sí mismos como esclavos en la esquina de la calle Granada con la plaza de San Francisco, que se la llamó La Cruz del Negro. Los compró un hombre pero, al ver para qué era, los manumitió al momento y les dejó el dinero», relata Roberto Ruiz. Por eso, añade, inscribieron a «Los negros Molina y Moreno» en la base del monumento a la Inmaculada Concepción que adorna la plaza del Triunfo junto a la Catedral, entre los defensores del dogma.

Virgen de Nuestra Señora de los Ángeles, en la capilla de Los Negritos antes de su procesión del Jueves Santo.


Virgen de Nuestra Señora de los Ángeles, en la capilla de Los Negritos antes de su procesión del Jueves Santo.

Eduardo del Campo

Su Cristo vale un esclavo

La hermandad de Los Negritos está de enhorabuena esta Semana Santa por muchos motivos: vuelve a la calle tras su última salida en 2019, ha participado en el nuevo documental sobre su historia Los Negros, celebra que sigue viva 629 años después de su fundación y, encima, conmemora el 400 aniversario de la talla que representa a su Cristo de la Fundación. Su compra es muy curiosa. Este Cristo, cuentan los responsables de la hermandad, lo talló el gran escultor de retablos Andrés de Ocampo. A su muerte, se lo quedó el pintor de Luxemburgo asentado en Sevilla Pablo Legot, posiblemente porque se había encargado de policromarlo y, al no poder cobrar su trabajo, se quedó la talla como pago.

El Cristo de la Fundación, en el paso de la hermandad de Los Negritos, que sale en procesión el Jueves Santo.


El Cristo de la Fundación, en el paso de la hermandad de Los Negritos, que sale en procesión el Jueves Santo.

E. del C.

Como era un Cristo de estilo ya pasado de moda, salió a la venta a un precio que los hermanos negros, los más pobres, podían asumir. Llegaron a un acuerdo: pagar por el Jesús crucificado de madera «el mismo precio que lo que ese año costaba un esclavo negro, que eran 1.400 reales de vellón», dice el secretario segundo, Alfredo Montilla. 

Por el Cristo pagaron hace cuatro siglos «el mismo precio que costaba un esclavo negro, 1.400 reales de vellón»

Alfredo Montilla, secretario segundo de Los Negritos

Los Negritos se enfrentó a largos pleitos y conflictos con hermandades de señores a los que, dice Ruiz, molestaba que la cofradía de los negros esclavos tuviera prioridad de paso en las procesiones por su mayor antigüedad. Perdieron en Sevilla, les suspendieron las reglas de la hermandad y les prohibieron desfilar. «Por desobedecer y salir, condenaron a la Junta de Gobierno a recibir latigazos», dice el historiador y hermano de Los Negritos Roberto Ruiz. Pero recurrieron al papa de Roma, y Urbano VIII les dio la razón y les restituyó sus reglas y su estatus. «Por eso, es la única hermandad de Sevilla con reglas aprobadas por un papa». La cofradía volvió así a hacer estación de penitencia y a florecer. 

Más tarde, en el XVIII, Los Negritos afianzó su posición gracias a su mayordomo, el hermano Salvador de la Cruz, un negro que se hizo amigo del cardenal Solís. A raíz de esa amistad, la cofradía reservó el cargo de hermano mayor, número 1, al arzobispo de turno, si él aceptaba, lo que ha ocurrido hasta ahora. «El número 1 de la hermandad es el arzobispo, el 2 y el 3, Moreno y Molina a perpetuidad, y el 4 es el alcalde electo en la hermandad», detalla Roberto Ruiz. Por sus servicios, Salvador de la Cruz está enterrado a los pies de la Virgen en esta capilla de Los Negritos. Por cierto, Salvador de la Cruz fue en 1748 el padrino en el ingreso del esclavo «Joseph Manuel María Monzalve» que hemos conocido antes.

El Cristo de la hermandad de Los Negritos, saliendo a la calle el Jueves Santo de 2018 en Sevilla.


El Cristo de la hermandad de Los Negritos, saliendo a la calle el Jueves Santo de 2018 en Sevilla.

Eduardo Briones

Europa Press

Sevilla, capital del imperio español, perdió su condición de puerto exclusivo de comercio con las Indias en beneficio de Cádiz, y la decadencia económica de la ciudad conllevó un traslado de los esclavos y una reducción de su número, explica el historiador. La cofradía menguó y en el siglo XIX se reconvirtió y se abrió a hermanos que no fueran negros. Pasó así de ser una asociación racial o étnica cerrada y segregada, a una hermandad abierta de barrio, el del entorno de la Puerta de Carmona, en los pobres extramuros; pero seguía alimentándose de humildes en la clase social trabajadora.

Su número bajó y en el siglo XIX pasó de ser una asociación racial segregada a una hermandad abierta de barrio

Una seña de identidad que, dice Ruiz, ha perdurado en buena medida hasta hoy. Llevan a gala ser una cofradía de barrio, de religiosidad popular. Pone un ejemplo: en 1936, anticlericales izquierdistas quemaron la iglesia de San Roque, al otro lado de la calle, pero no tocaron la capilla de Los Negritos. «Luego vino el nacionalcatolicismo durante la dictadura. Intentaron cambiar la personalidad de la hermandad, pero no funcionó. Es una hermandad que siempre se ha salido de lo normal y ha ido contracorriente», reflexiona Ruiz.

Entre esas rarezas de Los Negritos menciona por ejemplo que la Virgen cosida en su simpecado del siglo XVIII aparece representada no como reina sino como sacerdotisa, algo único en la Semana Santa de Sevilla. ¡La madre de Jesús con estolas y un cáliz en las manos, consagrando como un cura! 

La Virgen de Los Negritos, en un simpecado donde se representa como sacerdotisa, algo único en la Semana Santa.


La Virgen de Los Negritos, en un simpecado donde se representa como sacerdotisa, algo único en la Semana Santa.

E. del C.

Expone, siguiendo el análisis de Isidoro Moreno, que el nombre de Los Negros adoptó el diminutivo de Los Negritos cuando eran ya poco numerosos y, por ello, dejaban de ser también una potencial amenaza para quienes los temían. El apelativo cariñoso, según esta interpretación, sería expresión de una actitud paternalista. Como podría sonar la apelación a los pobres «negritos» de las antiguas campañas del Domund o del anuncio del Cola-Cao sobre los «negritos del África tropical». El apelativo ha desatado en otros casos polémicas feroces. El año pasado, varias editoriales le cambiaron el título a la novela de Agatha Christie Diez negritos debido a la presión de cierto público que lo tacha de racista.

Una escena del documental 'Los Negros', que recrea los orígenes de la cofradía de esclavos y libertos en Sevilla.


Una escena del documental ‘Los Negros’, que recrea los orígenes de la cofradía de esclavos y libertos en Sevilla.

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La hermandad de Los Negritos, en la calle Recaredo 19, es la más antigua de las 69 que procesionan en Sevilla.


La hermandad de Los Negritos, en la calle Recaredo 19, es la más antigua de las 69 que procesionan en Sevilla.

E. del C.

Por lo que respecta a la hermandad, dice Roberto Ruiz, está orgullosa de mantener intocable su nombre popular, porque su «Los Negritos» no es racista sino lo contrario, un homenaje a sus antecesores y un recordatorio permanente de su origen esclavo. Aunque pueda sorprender al visitante, en Sevilla es una denominación aceptada con naturalidad. Por su parte, el director del documental, Antonio Palacios, ha preferido restar el diminutivo y usar como título el antiguo nombre Los Negros. 

El Jueves Santo

Por los años en que estuvo suspendida, Los Negritos perdió el puesto de antigüedad que le correspondía en la Semana Santa; por eso hoy sale en el Jueves Santo, el día central, pero el primero de la tarde, el reservado a la más joven de la jornada, cuando, por ser la decana absoluta, debería salir la última.

Frente a la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, se alza en la plaza de Carmen Benítez la curiosa estatua del cantante cubano Antonio Machín en postura de sacudir las maracas. La efigie del popular artista mulato mira hacia la sede de Los Negritos, la hermandad a la que perteneció tras mudarse a Sevilla desde Cuba. El cantante de Angelitos negros es quizás su cofrade más famoso.

Antonio Machín, a la izquierda, y su familia, en Cuba.


Antonio Machín, a la izquierda, y su familia, en Cuba.

Europa Press

Varios de sus descendientes continúan en la cofradía, manteniendo así una conexión simbólica con los primigenios fundadores sevillanos de origen africano. Su hermano mayor (biológico y espiritual), el fontanero mulato Juan Gualberto Lugo Machín, que vino a Sevilla para trabajar en la Expo Iberoamericana de 1929, fue «el único oficial del siglo XX de color en la Junta de Gobierno», apunta la web de la hermandad.

Entre los escasos hermanos negros de hoy (no saben su número porque no anotan el color de la piel en los papeles), están algunos españoles, unos pocos inmigrantes y varios niños adoptados en África a los que sus padres adoptivos apuntaron aquí para integrarlos en la tradición local, explica el secretario segundo. Además, la cofradía moderna desarrolla su compromiso social colaborando con las monjas adoratrices que acogen a inmigrantes africanas víctimas de esclavitud sexual

Una estatua de san Martín de Porres preside un lateral de la capilla. Es la demostración de que la hermandad y la archidiócesis de Sevilla reivindican la raíz negra de Los Negritos promocionando el culto a un santo negro


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