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Es inevitable, si se posee una visión mínimamente trotona y desvergonzada del cine de género, sentir cierto aprecio por el cine de Paul W.S. Anderson. Por supuesto que están muy bien las películas que se toman a sí mismas y a sus mecanismos en serio, el cine de Robert Eggers, Ari Aster y David Robert Mitchell es estupendo, pero a veces también es conveniente enjuagarse los caninos con películas cuya principal baza es ofrecer diversión de diez kilates y sin complicaciones.

Y el empeño de Paul W.S. Anderson de no salirse de esos márgenes sea cual sea el proyecto en el que se embarque es encomiable, porque eso también es una visión de autor. Y una visión no carente de riesgos. A menudo su cine se fundamenta en saltos al vacío narrativos de los que no todo el mundo saldría airoso. Uno o dos personajes y un solo escenario durante casi todo el metraje, espacios estrechos y claustrofóbicos, acción constante y renuncia consciente a cualquier tipo de simbología alambicada.

Las historias de Paul W.S. Anderson suelen ser aventuras de supervivencia sin más. Sus monstruos no son traumas reprimidos y sus personajes a menudo no tienen pasado, y si lo tienen, es el justo para motivar la acción de la película. Eso hace que su cine posea una curiosa -a veces involuntaria- abstracción que roza el delirio. Pasa por ejemplo, de forma curiosamente muy poco comercial, en las últimas entregas de ‘Resident Evil’, epopeyas de acción absurda y gore digital por las que reconozco que tengo una devoción especial.

‘Monster Hunter’, que llega esta semana a cines, no es distinta: parte de la mítica franquicia de Capcom (que, por cierto, estrena entrega en PC y Switch el mismo día que la película aterriza en las salas españolas), pero se distancia de ella con protagonistas terrestres. Un grupo de soldados que son transportados a un mundo básicamente desértico (al menos la porción que vemos de él) son aniquilados con la excepción de su capitana (Jovovich). Esta deberá aliarse con un guerrero local (Tony Jaa) para derrotar a las feroces criaturas autóctonas.

Deserts & Dragons

‘Monster Hunter’ se ajusta por completo al cine-tipo de Anderson, lo que es un alivio para sus fans: abraza literalmente lo que más le divierte del original (un gato antropomorfo que hace comida, por qué no), desecha lo que no le interesa (la complejidad del mundo de fantasía de los juegos, que aquí reduce a un desierto y un nativo) y adapta el resto, generando ese divertido choque de lenguajes audiovisuales tan de su cine.

Por ejemplo, los personajes crean equipo modificando armas y registrando cadáveres y escenarios, imitando esos momentos de gestión de inventario tan propios del juego. También se plantean el enfrentamiento con los monstruos a base de localizar puntos débiles y con tácticas que replican las del juego. Y como Paul WS Anderson dirige estupendamente la acción, estos combates constantes hacen muy buen uso de los espacios, y el trasvase de lenguajes funciona muy bien.

‘Monster Hunter’ no es la mejor película de Anderson, que es un honor que corresponde a la cada vez más revalorizada ‘Horizonte final’. Pero sí brilla alto gracias a su desvergüenza, que hace de la limitación de escenarios y personajes una virtud, y que se permite forzar las secuencias de acción al máximo, como en los largos combates cuerpo a cuerpo iniciales de los protagonistas. Tan solo le falta, quizás, algo de carisma como el que embadurnaba a su película más incomprendida, la tremendamente divertida ‘Alien vs. Predator’.

Anderson es uno de esos creadores que hace que su trabajo parezca sencillo, que hacen exclamar al espectador «eso lo hace cualquiera». Secuencias como la de Mila Jovovich salindo de un capullo y escapando de la cueva de las arañas son engañosamente tontorronas. Pero se asientan en un uso de la tensión, la edición y el sonido que convierten a Paul WS Anderson -que casi homenajear su propio ‘Mortal Kombat’ en el escenario final, a estas alturas de la vida- en uno de los últimos artesanos de la serie B fantástica.

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