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El oro es un metal precioso en todos sus sentidos. Sus singulares características a escala nanométrica convierten este elemento químico en un arma excepcional en medicina y, en especial, contra el cáncer. La capacidad de interacción de este metal con biomoléculas, la nula toxicidad y su conductividad lo convierten en una magnífica herramienta para diagnosticar tumores, intervenirlos o como transporte de compuestos terapéuticos. Pero sus nanopartículas tienen un comportamiento esquivo durante el procesamiento y pueden perder sus propiedades. Un equipo de investigación, liderado por Ana Alcudia Cruz, del Departamento de Química Orgánica y Farmacéutica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla, que ha trabajado en estrecha colaboración con el grupo del investigador Rafael Prado Gotor, del Departamento de Química Física de la Facultad de Química, y el del profesor Ricky Wilman, de la Universidad de Nottingham, ha conseguido desarrollar una tinta de oro que se puede imprimir con un dispositivo de inyección 3D y crear un compuesto estable; una puerta fundamental para su uso en la lucha contra el cáncer.
“El oro interacciona con biomoléculas de las paredes de las células tumorales y puede servir como biomarcador [indicador de un estado biológico] o como vehículo para llevar moléculas que reaccionen con las cancerígenas”, explica Belén Begines, primera autora de la investigación publicada en Scientific Reports, del grupo Nature.
El uso de este preciado elemento químico como faro de un proceso cancerígeno ya fue resaltado por una investigación de la Universidad de Queensland (Australia), también recogido en la misma publicación, donde se demostró que el ADN de las células cancerígenas, al contrario que el de las sanas, se configura en una nanoestructura afín con el oro, lo que permite usarlo para detectar la enfermedad y es efectivo en alto porcentaje de casos en un tiempo aproximado de 10 minutos.
Al mismo tiempo, científicos de la Universidad Rice (Houston, Estados Unidos) han desarrollado una terapia (ya en fase de ensayo clínico) para tratar el cáncer de próstata fundamentada en ablaciones guiadas por nanopartículas de oro y se investiga también el uso de estas micropartículas del metal para someter a las zonas afectadas a tratamientos de hipertermia (incremento localizado de la temperatura).
La investigación ha desarrollado una tinta de oro y un polímero elaborado con el monosacárido arabinosa (azúcar) que se puede imprimir en tres dimensiones mediante una tecnología asequible y que ha permanecido estable durante seis meses
Todos estos avances se enfrentan a un problema común, las características de las nonopartículas de oro pueden perderse en su procesamiento físico o químico, al agregarse a otras sustancias. “Nos propusimos crear una tinta de oro estable a largo plazo que permitiera aprovechar las características de biocompatibilidad y conductividad de este elemento químico”, resalta la investigadora de la universidad hispalense y vínculo con el grupo británico, con el que ha trabajado tres años.
La investigación de las universidades de Sevilla y Nottingham ha culminado con una tinta de oro y un polímero elaborado con el monosacárido arabinosa (azúcar) que se puede imprimir en tres dimensiones mediante una tecnología asequible y que ha permanecido estable durante seis meses frente a los días u horas de estabilidad de otras tintas, en las que la presión de los cabezales de impresión para crear las microgotas alteraba las características de las nanopartículas o bloqueaba el dispositivo.
El logro abre una puerta fundamental al uso diagnóstico o terapéutico del oro frente al cáncer. “Nuestra técnica permite usar varias tintas [compuestos complejos] de forma simultánea y a alta resolución. Se puede crear un objeto de una sola vez”, explica Begines. De esta forma, se podrían fabricar en poco tiempo y con una tecnología ya existente los compuestos necesarios en función de las singularidades de cada paciente.
“Ha sido un primer paso. El siguiente es conseguir un biosensor o la fabricación de microelectrodos y mejorar y estudiar el compuesto”, añade la investigadora.
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