“Yo pensaba que la memoria de mi abuelo se iba a quedar en la fosa común” | España

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Eladio Mora Bastante fue fusilado el 11 de noviembre de 1939 frente a la tapia vieja del cementerio de Piedrabuena (Ciudad Real). Su esposa y sus cinco hijos no supieron nunca dónde fue enterrado. Aquella parte del muro ya no existe hoy. En su lugar hay una ampliación donde se colocaron más zanjas para otras tumbas. Sin embargo, en una esquina de lo que queda de aquella pared hay una placa con su nombre. Allí fue probablemente enterrado. Su nieto, Jorge Delgado Mora, la contempla hoy: “Yo pensaba que la memoria de mi abuelo se iba a quedar en la fosa común”.

Han tenido que pasar 81 años y dos días para que Delgado conozca el sitio donde habían sido depositados los restos de su abuelo. El pasado 13 de noviembre fue colocada una placa negra, de metal, sobre una pared blanca con 46 nombres y dos frases que se rezan: “Persona sin identificar”. Al día siguiente Delgado, de 63 años, recibió un mensaje de su prima: “Me preguntó si sabía cómo se llamaba el abuelo. Yo le dije que sí: Eladio Mora Bastante”, recuerda hoy. “Primo, han hecho una placa en Piedrabuena donde aparece su nombre”. El señalamiento de esta fosa donde fueron enterrados los cuerpos de las personas asesinadas durante la represión franquista es la primera etapa de un largo trecho para el proyecto de investigación conocido como Mapas de Memoria.

Su director, Jorge Moreno, afirma que con estas señalizaciones la sociedad española puede repensar “su relación con ese pasado”. Moreno, antropólogo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), explica que este monumento en el cementerio de Piedrabuena es el primero que han colocado de entre las 53 fosas que tienen identificadas en toda la provincia de Ciudad Real. Un trabajo de más de 10 años les ha permitido localizar los sitios donde 3.457 hombres y mujeres fueron enterrados entre 1939 y 1950.

Victoria Ruiz es la abuela de Jorge Delgado y la persona que durante años ha mantenido viva la memoria de su marido. “La llamaron a los juzgados para hacerla firmar un documento que decía que él había fallecido de muerte natural”, cuenta su nieto frente al memorial. “Ella dijo que en ningún momento iba a firmar eso. Que a su marido lo habían matado”.

Delgado por fin sabe lo que le sucedió a su abuelo. La Diputación de Ciudad Real y el equipo de Mapas de Memoria le entregó los documentos del juicio sumarísimo a Eladio Mora. Fue la conclusión de una búsqueda que comenzó con sus primos y que sorteó las advertencias de algunos familiares: “Me dijeron que lo dejara cuando me enteré de que habían puesto la placa, que no me metiera en más historias. Dije que no, que yo quería llegar hasta el final y quería saber lo que decía la sentencia, fuera bueno o malo”.

Eladio Mora Bastante fue acusado de rebelión como muchos soldados republicanos al término de la Guerra Civil. Nació en el pueblo manchego de Cabezarados en 1900, y vivió con su esposa y cinco hijos en Piedrabuena. Allí fue pregonero y enterrador. Cuando estalló la Guerra Civil, decidió unirse al bando republicano como cabo furriel. Su nieto cuenta que estuvo en el frente de batalla en Andújar (Jaén) y Pozoblanco (Córdoba). Al término del conflicto fue apresado, y fusilado el mismo día del cumpleaños de su hija, la madre de Jorge Delgado.

Jorge Delgado pudo acceder a los documentos de la sentencia de muerte a su abuelo gracias al apoyo de Mapas de Memoria. Esta iniciativa que ha ayudado a desenterrar las historias de las víctimas del franquismo se constituyó en 2017 con un convenio entre la Diputación de Ciudad Real y el equipo de antropólogos de la UNED. En aquel momento se formalizó un trabajo de investigación antropológica de Memoria Histórica único en España por su metodología. Ya han identificado a cerca de 4.000 víctimas de la represión, los sitios donde han sido enterradas y el estado de las fosas. Julián López, antropólogo de la UNED y fundador de la iniciativa, relata que una carta en 2001 puso la chincheta en la provincia de Ciudad Real para los investigadores. Aquella misiva anónima llegó desde Barcelona hasta el alcalde pedáneo de Fontanosas. La envió una persona que había participado en un pelotón de fusilamiento en 1941. Señalaba el lugar donde habían sido asesinados y enterrados siete campesinos. Cuatro años después, los investigadores constituirían un equipo para indagar en las historias de los represaliados y de sus familias de la región.

Otra de las historias rescatadas del olvido es la de la familia de Carmen Mancha, profesora de la ESO en Madrid. Su abuelo, Anastasio Godoy, fue fusilado en 1941 y enterrado en la fosa del cementerio municipal de Ciudad Real. Antes de morir, mantuvo correspondencia con su esposa, Benita Lillo. “En la época en la que le leía esas cartas a mi abuela yo era muy pequeña y de esos temas no se hablaba”, lamenta Mancha sosteniendo en sus manos las copias de aquellas misivas. Anastasio Godoy nació en 1912, fue carpintero de oficio y ayudó a construir la Casa del Pueblo en Abenójar (Cuidad Real) años antes de la guerra. Por este hecho, y por haber pertenecido al bando republicano, fue encarcelado junto con su familia. Su esposa fue destinada a una prisión de mujeres en Girona, mientras él estaba en Almodóvar del Campo. Durante aquellos años en los que se comunicaban por escrito hablaban de los hijos que tuvieron que dejar atrás. Y de cómo tuvieron que despojarse de sus pertenencias para sobrevivir. “Yo iba conociendo a mi abuelo. Era un hombre sensible, enamorado de su mujer, que quería muchísimo a sus hijos y que siempre había respetado las ideas de todos”, recuerda hoy su nieta. “Gracias a este proyecto nos hemos atrevido a hablar más sobre lo que pasó. Estoy segura de que si mi madre, que tiene 87 años, ha empezado a hablar es por esta iniciativa”.

Además de hablar de la memoria de su abuelo, Jorge Delgado Mora finalmente ha cumplido uno de sus objetivos en la vida: contemplar la última imagen que su abuelo miró antes de ser fusilado. “Posiblemente esos árboles que hay enfrente fueron lo último que vio”, dice apuntando a las copas altas de unos pinos que ondean con el viento en la entrada del cementerio de Piedrabuena. “Según la sentencia de muerte, lo asesinaron a las 07.00. Posiblemente era de noche o estaba amaneciendo. Parece ser que un amigo de mi madre vio el fusilamiento desde los árboles. Dijo que mi abuelo abrió los brazos y clamó que estaban matando a una persona inocente”.

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