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Sergio Domínguez Macho | No hace falta ser un experto o un iluminado MBA de escuela privada y especializada para entender y comprender algunos aspectos indignantes sobre la decisión de finiquitar las fábricas Nissan en Catalunya.

Tomemos como fuente a un ex directivo de la compañía para analizar el problema o la cuestión en origen. ¿Será lo más cercano y fiable? Estoy seguro de que sí. Joan Amorós, fue director general de programación y aprovisionamientos de Nissan Motor Ibérica S.A. actualmente presidente de FERRMED. Según sus propias palabras: “no es difícil llegar a la conclusión lógica que el cierre y marcha de la empresa japonesa se debe a varios factores”. Éstas en mayoría son las evidentes deficiencias en Catalunya y en el Estado Español en cuanto a telecomunicaciones, transportes y/o economía circular. Es decir; que los gobernantes durante décadas, han ignorado y menospreciado el valor añadido de las estructuras del Mediterráneo catalán y valenciano.

A partir de aquí, los hechos globales sobre todo a nivel político y de política de empresa, han sido una suma y sigue de despropósitos sin freno sobre la compañía nipona en Barcelona. Desde el año 2000 y en adelante, los convenios firmados por los trabajadores de Nissan, han sido una sucesión de cesión o renuncia y venta derechos perdidos en pro de la competitividad. Ritmos de trabajo en producción de hasta el 120%, congelaciones salariales e incluso el despido y bajas incentivadas (a dedo muchas de ellas) y demás pérdidas de derechos sumadas a flexibilidades bajo promesas y esperanzas de futuras producciones. En 2009 la plantilla directa se redujo a más del 40%. La consecuencia de aquello debía servir para la viabilidad de la compañía a corto y medio plazo. Además hemos pasado de negociar convenios a 3 o 4 años se pasó a la anualidad con añadidos y anexos constantes. Todo un ejemplo de las tendencias empresariales a nivel global. Clara muestra que no vemos los de abajo o no somos conscientes. Todas aquellas medidas no han servido para nada. ¿Por qué?

El punto de inflexión son dos motivos. Son clásicos y fáciles de comprender si ampliamos la mirada y observamos cómo funciona el mundo. El primer motivo es el político. Nissan en Europa pertenece en parte del accionariado al estado francés a través de Renault. El país galo salvaguarda sus fábricas teniendo voz y voto en el consejo ejecutivo. Por otra parte y no menos importante, el asunto de que Renault sea el accionista mayoritario implica que los intereses comerciales en el mercado europeo, sean un contrapunto en sus relaciones con la marca nipona.

El segundo de los motivos no es otro que el negocio. El mundo empresarial se alimenta de dinero desde sus inicios y en eso España y Catalunya tienen las de perder respecto a sus competidores ingleses, alemanes y por supuesto franceses. Mientras exigimos el retorno aquí en Catalunya y España la minucia de 180 millones en ayudas públicas, los países anteriormente nombrados inyectan cientos y miles de millones de euros y libras inglesas a la compañía. Por ejemplo; se habla de oferta oficial de 91 millones de euros de los ingleses solo en este 2020 más otros tantos en años próximos. 156.000 millones gastarán Alemania en ayudas a los fabricantes de coches. ¿Esa cantidad es el 10% del PIB en España?

Carlos Ghosn, el que fuera uno de los CEO más influyentes del mundo, ex jefe de la alianza Renault-Nissan, declaró una vez huido de la justicia nipona, que “la marca Nissan acabaría desapareciendo en 3 años”. Muchos lo tomamos como una declaración resentida por lo personal. Sin embargo, la anulación del pago de dividendos, la gran división interna en la directiva y accionariado en Japón, el modelo de negocio y demás… parecen dar argumentos más que suficientes para que las palabras de Carlos Gohsn sean tomadas en consideración. Al margen de sus asuntos personales.

 

¿La alternativa o solución a esto, cuál es?

Pues por desgracia ninguna Administración Pública propone una verdadera alternativa concreta que mantenga el futuro de los puestos de trabajos, como lo sería una nacionalización o participación directa por parte del Estado. No porque los trabajadores y los demás ciudadanos no tengamos ideas y voluntad de llevarlas a cabo. Si no porque la clase política de este país ignora el resultado nefasto que supondrá 25 mil familias sin ingresos. Familias a las cuales no les llegan las prestaciones para llegar a fin de mes. Ya no hablemos de alternativas en el sistema. Hace mucho que se sabe que no podemos ser todos camareros de europeos ricos que vengan de vacaciones. Ningún político da un golpe encima de la mesa y hace una apuesta clara y agresiva en pro de las energías renovables. Ninguno en los distintos parlamentos legisla para prevenir posibles crisis como la actual. La reforma laboral sigue vigente, como la ley mordaza y la ausencia del cumplimiento de la ley de dependencia. Los bancos y las grandes multinacionales y fondos de inversión siguen campando a sus anchas, en los llamados “lobbies” de presión. Nissan se va por todo esto. Se va también por todo lo que no sabemos. Han decidido irse y mirar para otro lado. De hecho, ya lo decidieron hace tiempo. Todas las empresas pueden marcharse cuando quieran. Nuestra culpa será siempre no tener alternativas. Soluciones.

Sergio Domínguez Macho es trabajador de Nissan y sindicalista de CGT.

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