[ad_1]

Dos estatuas de Cristóbal Colón, en dos ciudades diferentes de Estados Unidos, han sido vandalizadas en medio del movimiento para retirar del espacio público monumentos de figuras históricas controvertidas, desatado en la estela de las protestas por la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, el pasado 25 de mayo, asfixiado por un agente de la policía de Minneapolis. En Richmond, Virginia, una estatua del conquistador en un céntrico parque fue derribada tras una manifestación en apoyo de las comunidades indígenas. Después de derribarla, le prendieron fuego y la arrojaron a un estanque. En Boston, otra estatua de Colón fue decapitada.

El movimiento contra el racismo sistémico y la violencia policial desatado tras la muerte de Floyd ha abierto, así, un nuevo frente: el de la memoria histórica de Estados Unidos. Han sido retirados de espacios públicos por todo el país numerosos monumentos de figuras de los Estados confederados, defensores de la supremacía blanca y la esclavitud en la Guerra de Secesión. La ira también se ha vuelto contra los homenajes a Colón, celebrado durante siglos en Estados Unidos a pesar de su lugar histórico en la violencia hacia los indígenas americanos.

Dos semanas después de que prendiera la mecha en Minneapolis, la protesta ha trascendido las fronteras estadounidenses y se ha hecho global. Los saqueos y los episodios violentos registrados en los primeros días han ido desapareciendo a medida que se han ido concretando las reivindicaciones de los manifestantes. Administraciones locales y nacionales de diversos países han anunciado reformas legislativas. En Estados Unidos, el último ha sido el distrito de Columbia, que engloba a la ciudad de Washington, capital del país, donde se ha aprobado una serie de reformas, entre ellas la prohibición de contratar a agentes de policía con historial de mal comportamiento y la obligación de hacer públicos los nombres de los agentes que emplean la fuerza contra los ciudadanos. Grandes ciudades como Los Ángeles y Nueva York han prometido retirar financiación de sus cuerpos de policía y destinar esos fondos a servicios sociales. Y el Congreso debate un proyecto de ley, impulsado por la mayoría demócrata de la Cámara baja, que plantea la más ambiciosa intervención federal en la policía en la historia reciente.

A cinco meses de las elecciones, la muerte de George Floyd ha colocado el tema del racismo sistémico, además de los excesos de la policía, en el centro del debate político. En cuanto a los monumentos, de Indiana hasta Florida, al menos 10 estatuas confederadas han sido retiradas desde el inicio de las protestas. Y el blanco de la ira se ha extendido a los símbolos de la colonización, por el daño que esta hizo a las comunidades indígenas.

En los últimos años, ha crecido la controversia que rodea a la figura de Colón, que en Estados Unidos se asocia más a su origen italiano que a la historia española. Un movimiento de revisionismo histórico rechaza su mitificación como descubridor benefactor. El año pasado, el distrito de Columbia se sumó a 130 ciudades y ocho Estados del país que sustituyeron la festividad del Día de Colón por la del Día de los Pueblos Indígenas. Algo que el presidente Trump rechazó. “Para mí siempre será el Día de Colón”, dijo.

También en el Reino Unido, adonde las protestas llegaron con fuerza el pasado fin de semana, se ha desatado una rebelión contra las estatuas que recuerdan el pasado racista del país, particularmente aquellas que conmemoran a personajes relacionados con el comercio de esclavos. El alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, ha anunciado la puesta en marcha de una comisión que “revisará y mejorará la diversidad de los monumentos públicos” de la capital británica.

[ad_2]

Source link