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Cuatro minutos. Siete pulsaciones sobre la pantalla de un móvil. Un rostro desconocido. Una ubicación… Y sexo. A Julia le ha costado exactamente 256 segundos concertar una cita con un chico para “enrollarse hasta el final” esa misma noche. No se han visto jamás y no saben nada el uno del otro. Solo han cruzado seis frases:

—Hola, ¿dónde vives? Yo soy de Madrid.

—Yo también, ¿quedamos esta noche?

—Vale, a las 21.00 por el Parque del Oeste, ¿te parece?

—Ok.

—¿Rollo hasta el final?

—Ok.

Julia no se llama Julia, pero tiene 16 años y no quiere que aparezca su nombre. El chico con el que ha quedado es moreno, lleva un tupé engominado y una camiseta de una marca surfera. Tiene los ojos claros y las cejas gruesas pero delineadas. Eso es todo lo que ha visto Julia y eso es todo lo que sabe de él, sin embargo, en unas horas han quedado para mantener relaciones sexuales. Lo ha hecho a través de Azar, una app de viodellamadas gratuitas que conecta aleatoriamente con otras personas que estén conectadas en ese momento y que ya acumula más de 100 millones de descargas. “Así no es tan difícil, ya sabes a lo que vas… Te ves con él, más o menos sabes enseguida si quieres o no enrollarte y si ves que sí pues tiras, y si no, pues te vas y ya está”, resume Julia.

ENCUESTA SOBRE HÁBITOS PORNOGRÁFICOS

En % de encuestados

Ficha técnica. Ámbito: siete comunidades autónomas. Universo: población de 16 a 29 años. Muestra: 2.457 entrevistas mediante encuesta web. Error muestral: para un nivel de confianza del 95,5%, es del +/- 2,02%. Trabajo de campo: mayo y junio de 2018.

Fuente: “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, Octaedro.

Eso que para Julia es “fácil” es una translación a la realidad de la pornografía a la que están habituados los adolescentes, según explica Lluís Ballester profesor titular de Métodos de Investigación en Educación de la Universidad de las Islas Baleares y coautor junto a Carmen Orte del estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, elaborado por la Red Jóvenes e Inclusión y la Universitat de las Illes Balears con entrevistas a 2.500 personas, chicos y chicas de 16 y 29 años de siete comunidades autónomas.

“Pornografía gratuita, de fácil acceso, con una alta calidad de imagen, ilimitada en cantidad y variedad, anónima, con muchísima interactividad y cada vez más violenta”, apunta Ballester. Ellos, con un 87%, consumen más que ellas, aunque en los últimos cinco años ha aumentado un 20% las visualizaciones de las chicas. La edad media a la que se inician está en los 14 años para los varones y 16 para las jóvenes y la edad más temprana se adelanta ya a los ocho años. “Uno de cada cuatro chavales ya ha visto estos contenidos antes de los 13. Estos datos, que son muy preocupantes, confirman lo que percibíamos: la pornografía está cambiando las relaciones de los adolescentes y los móviles e Internet están claramente relacionados con estos cambios. Incluso aunque no lo busques, te lo encuentras”.

¿HAS RECIBIDO EDUCACIÓN AFECTIVO-SEXUAL?

En % de encuestados

Fuente: “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, Octaedro.

Según los resultados del estudio, la «búsqueda activa» de estos contenidos es más frecuente en los hombres, el 33,1% busca pornografía y el 62,4% se deja ayudar por los amigos—. En el caso de las mujeres, el 34,7% confiesa que la encuentra sin querer y el 17,4% la localiza de forma activa. Chicos y chicas que conocen el sexo a través del consumo voraz de vídeos de pocos segundos, imágenes en las que no hay comunicación, afectividad o intimidad y que usan para masturbarse (el 43,9%), por curiosidad (el 40%) y para aprender (el 25,4%), según las conclusiones del estudio.

¿EN QUÉ DISPOSITIVOS O DE QUÉ MANERA MIRAS PORNOGRAFÍA?

En % de encuestados. Respuesta múltiple

Nota: Un 1,4% de encuestados manifestaron tener otro tipo de sexualidad.

Fuente: “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, Octaedro.

A Javier, la ausencia de conversaciones en el porno le parece absolutamente normal: “¿Para qué? Están follando, no necesitan hablar”. Este chaval de casi 15 años ve porno por las noches, cada noche, dice que se ha acostumbrado y ya no puede “masturbarse sin vídeos”. Todavía no ha tenido sexo con otra persona y se lo imagina como lo ve: “Molaría todo poder hacer algunas de las cosas. Lo del sexo anal, o lo del semen por ahí en el cuello… Cosas”. Se le enciende la cara cuando habla, le da “vergüenza” contarlo, pero está seguro de que no le daría hacerlo. Si se le pregunta por sexo con varias personas la cosa cambia: “Yo de eso paso. Verlo sí, pero hacerlo no”.

Javier ha sido en algún momento una de las millones de visitas que tienen actualmente estos contenidos. De hecho, Ballester cuenta que uno de los más vistos en la actualidad es una violación muy agresiva en grupo. “No olvidemos el aumento de las manadas en España, ahora mismo hay 101 manadas judicializadas, 350 hombres que han cogido por esto”. Cree que esto responde a una «banalización de la violencia sexual». Nayara Malnero, psicóloga y sexóloga con más de 12 años de experiencia en educación sexual en institutos, arguye que «al no existir una educación sexual real ni en los colegios ni en casa, este es el modelo que siguen, y este es el precio que tenemos que pagar padres y educadores por no estar haciendo nuestra labor».

Casi un 70% de los entrevistados dice que ha recibido una educación afectivo-sexual insatisfactoria y para resolver sus dudas acuden en un 72,8% de los casos a los amigos y en el 69,1% a Internet; los padres y profesores solo son una opción para el 27,5%. «La única solución es visibilizar el sexo, ofrecer una educación relacional, no solo por los riesgos que corren, sino para que tengan unos valores y una base que les permita enfrentarse a las exigencias y abusos que se pueden encontrar», puntualiza Malnero.

¿Qué hacer?

Carlos Rosón, de la Red de Jóvenes e Inclusión, cree que combatir esto es como «derribar un portaaviones con flechas». «Hacen falta muchos cambios, el principal es abrir el debate social y seguir investigando». Para Rosón, hay varias formas: implicar a toda la sociedad en el proceso (desde los servicios de salud, a la escuela y las familias), desarrollar programas de competencia familiar, tratar la pornografía en el hogar desde una perspectiva crítica y sin censura, reformar los programas de educación afectivo-sexual para integrar las nuevas tecnologías y ampliarlo a edades más tempranas e incorporar en la escuela la enseñanza de una sexualidad libre y libre de estereotipos de género.

«Visibilizar esto, sentarnos, lograr propuestas. Hay que estimular el espíritu crítico de los niños, consumir esto es como consumir una determinada ideología y es una que les dice que las mujeres son objetos sexuales, que están para satisfacer sus deseos y no hay ni atisbo de relación igualitaria, que es lo que da sentido a la sexualidad, lo que la hace plena», zanja.

Roberto Sanz, psicólogo de la Fundación Sexpol, añade además que estos contenidos “refuerzan unos modelos y actitudes machistas que ya están presentes en la sociedad, las exacerban en el plano sexual y, como todas las ficciones, el porno genera ciertas fantasías que en este caso pueden tener que ver con relaciones de poder, agresivas”. Es lo que le ocurre a Javier, que ya no consigue excitarse sin ver porno y reconoce que cada vez necesita más.  «Creo que hasta mi móvil está acostumbrado, yo le digo ‘Siri, porno’ y ya sabe lo que tiene que hacer», bromea el adolescente, que últimamente se ha aficionado al «bdsm suave», un modelo de sadomasoquismo que ha de ser consensuado, pero que en el porno suele responder a un alto grado de violencia.

Esto, explica Sanz, no es ninguna broma. Puede llevar a los jóvenes a “aprender a excitarse con situaciones de poder”. Pero luego, sigue, “llega la realidad y genera problemas”. Por un lado, “el choque brutal cuando de repente se dan cuenta de que sus novias no tienen por qué ser insaciables ni ellos son Roco Sifredi”. Por otro, el machismo que se reproduce en esta clase de sexo. Según Teresa Vaquero, sexóloga y psicóloga, son modos de relación que no tienen nada que ver con los valores de la pareja, la sexualidad y el autocuidado: “Son modelos de sumisión donde no hay intimidad ni confianza ni cariño ni respeto ni comunicación. Y si eso es lo único que he aprendido, relaciones muy genitales y brutas, eso es lo que haré o intentaré hacer con mi pareja”. Lo repite en varias ocasiones: “Entender el sexo así es peligroso”.

Nuevos riesgos

No usar preservativo, practicar sexo en grupo, acudir a citas con desconocidos en lugares aislados, mantener relaciones con diversas parejas sin ningún tipo de protección… Situaciones de riesgo que, según el estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, están aumentando entre los jóvenes.

Lluís Ballester, coautor del estudio, da la cifra: «La mitad reconocen haber realizado más estas prácticas después de ver porno». Y eso, amplía, «no es lo peor». Los datos revelan que consumir este contenido audiovisual puede derivar en consumir prostitución. «Un 46,7% de los hombres encuestados aseguraron que habían recibido anuncios de ofertas sexuales y un 4,5% dijeron que habían tenido encuentros o estaban dispuestos a pagar por ellos», explica.

«Trasladado a la población total», dice, significa que alrededor de 300.000 hombres entre 16 y 29 años han tenido contactos sexuales a través de anuncios sexuales. «Y hay muchos que no contestan a eso, casi el 25%, lo que significa que esto podría estar mucho más extendido». Algo que, según dice, no le extrañaría: «El portal de porno Pornhub es el único que publica informes de su actividad, y solo ese site tiene tres millones de visitas a la hora y mueve a diario ocho veces más volumen de datos que Facebook». Páginas que, según la investigación, cada vez tienen más contenido de naturaleza «especialmente vejatoria y violenta». Las gresiones físicas y verbales a mujeres son una constante.

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